Frente a la vivencia, la experiencia radica en una discontinuidad. Experiencia significa transformación. (…) Ser sujeto significa estar sometido. La experiencia lo arranca de su sometimiento. Se opone a la psicopolítica neoliberal de la vivencia o de la emoción que anuda al sujeto todavía más al estar sometido.(…) Con Focault se puede concebir el arte de la vida como una praxis de la libertad que genera una forma de vida totalmente distinta.(Byung-Chul Han. Psicopolítica, 2014:116-117).

En el cibermundo el poder  no deja fisuras, porque no es un poder que somete al sujeto a un conjunto de costumbres, leyes, que le dicen que está o no está prohibido, qué es o no es normal. Este va más allá de la Poética del espacio (2000) reflexionada por el filósofo Bachelard, lo que no significa que como parte del lenguaje- discurso, esta se tienda a desvanecer.

El poder virtual configurado en el control cibernético, en lo biométrico se torna complejo, así vemos como en China se ha estado entretejiendo la red videovigilancia  donde se controlan, se vigilan sus 1,300 millones de habitantes sobre un refinado  control virtual e información, en la que se reconocen los rostros, la edad, la etnia y el género de las personas (2017). Ese tipo de control y  cibervigilancia se despliegan en las principales  ciudades del cibermundo como Londres,  Nueva York y Chicago.

Es sobre esta panorámica de poder cibernético que se ha de trabajar el discurso psicopolítico de Byung-Chul Han, el  cual forma parte de una teoría de la Ciberpolítica, que desde los noventa del siglo XX he ido construyendo como parte de la configuración del cibermundo y que no implica la exclusión de lo biopolítico abordado por Foucault en el siglo XX.

El poder en el cibermundo y el mundo como híbrido planetario ha producido una serpiente de múltiples cabezas, que no necesariamente tiene forma de víbora, también hay cabezas en forma de topo. La  biopolítica y la  psicopolítica entran en el marco de  las reflexiones de lo ciberpolítico, que estudia ese sistema de control cibernético, estructurado en lo digital pero organizado en lo  virtual, en el manejo y control de la información que producen y recaen sobre el sujeto cibernético.

Por eso, las reflexiones psicopolítica de Chul Han cobran fuerza en las redes del poder cibernético que se han estado construyendo en el cibermundo, pero, no en el mundo de la biopolítica aborda por Foucault,  ya que su discurso va más allá de lo que pensó este filósofo del poder, cuando dice que:

El Estado vigilante de Orwell, con sus telepantallas y cámaras de tortura, se distingue sustancialmente del panóptico digital, con internet, el Smartphone y las Google Glass, en las que domina la apariencia de la libertad y la comunicación ilimitadas. Aquí no se tortura, sino que se tuitea o postea. Aquí no hay ningún misterioso “Ministerio de la Verdad”. La transparencia y la información sustituyen a la verdad. La nueva concepción de poder no consiste en el control del pasado, sino en el control psicopolítico del futuro”. (2014:60-61).

Esta filosofía de lo psicopolítico  que trabaja Chul Han, sitúa el poder  como  continuidad de espacio,  producción de realidad (Foucault) pero que en este siglo XXI, tenemos que situarlo no como territorio digital, sino de producción de lo ciberespacial, de la virtualidad.  Lo contrario es caer en el instrumentalismo del mismo poder  que se metamorfosea como dispositivo tecnológico estructurado en lo territorial y escamoteando lo organizacional de lo virtual.

De  acuerdo a Chul Han, el poder es  “una ubicación tanto en el espacio territorial como en el espacio digital. Si en la época global el espacio abre sobre todo digitalmente, la ubicación también sucede digitalmente”, se mueve en nueva forma de poder que tiene que ver con el control virtual, que implica lo digital, pero como poder hay que situarlo en lo cibernético , como parte del control.

Esto no dejar de reconocer “la formación  y la ampliación del poder” como una “ocupación digital de suelo, una ganancia digital de espacio”. Pero no quedándose en lo formal en esa lógica  del poder, porque donde no “hay ninguna diferencia esencial entre la ubicación terrena y la ubicación digital” (Chul Han, 2016:151), siempre y cuando se parte del estudio del internet no del ciberespacio.

El espacio cibernético se desliza conectado o umbilicado con lo digital, que es su estructura, pero no su organización que es virtual y no de espacio digital como lo piensa Chul Han, ya que el ciberespacio como organización es un espacio virtual estructurado en red (internet) que desborda el campo digital.

Lo digital (informática digital) con el tiempo tiende a desvanecerse cuando entre la computación cuántica (informática cuántica) en el ámbito de las sociedades que caracteriza al cibemundo.

La bases de los dispositivos digitales (mecánica clásica)  trabajan con una unidad mínima de información (bit) de dos valores (1o 0), nunca los dos a un tiempo como lo qubits (física cuántica) que lo tienen (valor 0 y valor I) igual y no distinto en el tiempo. Por el filosofar sobre el ciberespacio, el cibermundo, el sujeto cibernético y su relación con el poder ciberpolítico no se puede trabajar solo en la cultura del soporte material de la tecnología sino sobre el pensamiento y la cibercultura que han brotado de esos dispositivos  y que apunta a disciplina científica de la cibernética de primer y segundo orden y el  conocimiento  tecnocientífico y que no puede prescindir de una filosofía del lenguaje – el sujeto – el discurso y el poder cibernético como sistema cibernético que implica la informática digital y la informática cuántica como parte de ese sistema.