El artículo hasta ahora inédito de “Ciberpersonas y cibermasas en las cibersociedades” es de mi colega, el investigador y filósofo tecnocientífico doctor Javier Echeverría, quien fuera el invitado especial en el congreso fundacional de las Humanidades Digitales de la UASD, en octubre 2015. Ha sido galardonado con diferentes premios en el ámbito de la Humanidades, Cultura, Tecnociencia y sociedad. Pertenece al Departamento de Sociología 2. Universidad del País Vasco, San Sebastián. España
Por: Javier Echeverría
El desarrollo de la cibersociedad está produciendo profundas transformaciones en el mundo contemporáneo, hasta el punto de que ha surgido un nuevo tipo de persona, al que denomino genéricamente tecnopersona, y más concretamente ciberpersona, en la medida en que Internet sea su principal ámbito de existencia. En la antigüedad greco-romana las personas eran dramatis personae, máscaras teatrales. En la cibersociedad también hay máscaras digitales, tecnológicamente construidas. Cada persona física o jurídica puede adoptar varias tecno-máscaras, razón por la cual tiene una identidad plural. Dichas máscaras han ido cambiando con la evolución tecnológica: desde los avatares de finales del siglo XX a las fotos digitales sacadas con un celular y luego editadas y enviadas por la red, pasando por los emoticonos y los mensajes o vídeos personales subidos a Facebook, Twitter o You Tube. La digitalidad aporta un nuevo modo de existir, que conviene distinguir de la corporalidad y de la personalidad ciudadana, entendida ésta como el conjunto de rasgos que definen socialmente a alguien (nombre propio, domicilio, nacionalidad, lugar de nacimiento, progenitores, hábitos y comportamientos urbanos, etc.).
Para interpretar esta gran transformación tecno-social utilizo desde hace años la hipótesis de los tres entornos (Echeverría 1999), a saber: el desarrollo del sistema tecnológico TIC (tecnologías de la información y la comunicación) ha posibilitado la aparición y la consolidación creciente de un nuevo espacio-tiempo social, el tercer entorno o mundo digital, el cual se superpone a los dos grandes entornos tradicionales de los seres humanos: el campo (physis) y la ciudad (pólis). La digitalización, las ciencias de la computación, las redes telemáticas y la energía eléctrica son los soportes principales del nuevo espacio-tiempo social, cuya estructura topológica, métrica, física, económica y temporal es muy distinta a la del primer entorno (biosfera: mares, montes, ríos, valles, selvas, desiertos, especies animales y vegetales…), y también a la del segundo (pueblos, ciudades, metrópolis, municipios, estados, países…). Éstas últimas entidades sociales siempre delimitadas por el territorio en el que se asientan, así como por la historia, la cultura y las tradiciones que vinculan a sus habitantes, cosa que no ocurre con las ciber-personas, cuyo “hábitat” es el tercer entorno. En el primer entorno hay sociedades agrarias y en el segundo sociedades urbanas e industriales. En el tercero hay tecno-sociedades, y más concretamente ciber-sociedades, en la medida en que pensemos en Internet. Las diversas modalidades de sociedad se superponen entre sí, y también se hibridan. Otro tanto ocurre con las personas y las tecno-personas. Pero analíticamente estas distinciones son importantes.
Una tecno-persona es aquella persona cuyas identidades, relaciones, funciones e interacciones se producen y desarrollan gracias a algún sistema tecnológico socialmente consolidado. En el caso de las ciber-personas, se trata del sistema TIC, y ante todo de Internet, puesto que allí es donde ellas existen y se interrelacionan. Las personas físicas o jurídicas existen previamente y viven en las ciudades o en el campo. Devienen tecno-personas conforme sus relaciones e interacciones tienen lugar progresivamente en la red de redes, recurriendo para ello a varias identidades tecnológicas, las cuales conforman otras tantas tecno-máscaras. La URL de nuestro ordenador, el número de nuestro celular o de nuestra tarjeta de crédito o débito, nuestro identificador en las redes sociales y, por supuesto, nuestras contraseñas privadas, son los signos que distinguen a cada tecno-persona. Dichas identidades tecnológicas son nuestras, pero no deben ser confundidas con nosotros mismos. Todos esos signos tecno-personales son, en el fondo, secuencias de dígitos (código ASCII, mensajes de bits, imágenes reducidas a píxeles en la televisión digital o en la tableta electrónica). Podemos, pues, llamarlos números propios, para distinguirlos del conjunto de nombres propios que nos singularizan en el segundo entorno (nombre y apellidos, país que emite nuestro pasaporte, calle y ciudad donde residimos, empresa u organización donde trabajamos, etc.). Las tecno-personas se superponen a las personas físicas y jurídicas y las implementan tecnológicamente, pero las personas siguen existiendo debajo de las tecno-y ciber-personas. Subyacemos a ellas, nos han sido asignadas, por eso podemos identificarnos con ellas. Pero con algunos matices importantes:
1. Hay grados de tecno-personificación. Una persona es tanto más tecno-persona cuantas más relaciones, funciones, e interacciones suyas estén mediatizadas por sistemas tecnológicos, y en particular por sistemas TIC. Si sus percepciones son ante todo ciber-percepciones, porque navega continuamente por Internet, si sus sensaciones son tecno-sensaciones, porque le han sido implantados sensores y procesadores digitales en el cuerpo (cyborgs), si sus emociones y sentimientos los suscitan las imágenes y sonidos de los artefactos digitales, y si su memoria, sus comunicaciones y sus propios razonamientos también están mediatizados por dichas tecnologías, la tecno-personificación será cada vez más intensa. En particular, alguien será tanto más ciber-persona conforme sus relaciones inter-personales estén más mediatizadas por las TIC, así como sus relaciones con los objetos, y en general con el entorno. Ello da lugar a la aparición de una nueva modalidad de identidad personal, la ciber-identidad, que conviene investigar desde una perspectiva interdisciplinar.
2. Las relaciones interpersonales devienen así, en mayor o menor medida, ciber-personales, lo cual permite introducir nuevos conceptos: ciber-amigos, ciber-grupos, ciber-empresas, ciber-sociedades, ciber-masas, etc. Estas últimas, por ejemplo, estarían formadas por aquellas masas de personas cuyas actividades y movimientos colectivos están mediatizados por Internet, las redes sociales y las TIC, e incluso sólo son posibles gracias a esas mediaciones tecnológicas, en cuyo caso estaríamos hablando de ciber-masas propiamente dichas. Los actuales trending topics de Twitter son ejemplos típicos de ciber-acciones masivas, las cuales pueden llegar a generar auténticas ciber-masas (seguidores de un blog) e incluso movimientos ciber-sociales masivos, como los que surgieron en la primavera árabe, en España con el 15M y Podemos o en los EEUU con Ocuppy Wall Street. Valga como ejemplo más reciente las masas de ciber-seguidores de los recientes candidatos a las elecciones presidenciales en USA. Para analizar estos fenómenos, conviene hablar de movimientos ciber-sociales y distinguirlos de los movimientos sociales tradicionales. Una masa dispersa y distribuida de personas viendo simultáneamente un partido a través de la televisión, es también una tecno-masa, en la medida en que se emocione y sienta conjuntamente, sea alegría o tristeza. Esos comportamientos emocionales distribuidos que expresan entusiasmo o desilusión a través de diversas TICs, conforman expresiones tecno-emocionales colectivas, que sólo son posibles gracias a la mediación tecnológica. Otro ejemplo de tecno-masa proviene del uso masivo de las tarjetas de crédito y débito en momentos concretos, sea por algún corralito o, simplemente, en algún Black Friday, gracias a una campaña masiva de marketing por diversos canales mediáticos. Cada tecno-persona utiliza un instrumento TIC para hacer algo que cientos de miles de personas hacen a la vez, usando a su vez las TIC. Como resultado, se produce una acción tecno-masiva o ciber-masiva. Las ciber-personas que llevan a cabo esa tecno-acción común no se conocen y pueden estar situadas a mucha distancia entre sí, en tanto personas físicas, pero en el tercer entorno están juntas y conforman una ciber-masa que lleva a cabo ciber-acciones colectivas, algunas de gran envergadura y profundas consecuencias. Piénsese en las hipotecas sub-prime de hace unos años. Los picos en la audiencia de un programa televisivo aportan otro ejemplo de “tecno-masas silenciosas”, como también podrían ser denominadas. En fin: si esas acciones tecno-masivas se prolongan en el tiempo y en el espacio, entonces cabe hablar de un movimiento de masas, o mejor, de tecno-masas en movimiento.
3. Hechas estas hipótesis generales, concluiré subrayando dos cosas. En primer lugar, buena parte de la tecno-política actual tiene que ver con las tecno-masas. Otro tanto cabe decir del tecno-deporte, que aporta ejemplos relevantes de tecno-masas en el siglo XXI, mediante las audiencias televisivas de millones de personas, con los beneficios publicitarios correspondientes. Generalizando, cabe decir que estamos entrando en la época de las tecno-personas y las tecno-masas, lo cual no implica por ahora una rebelión de las masas (Ortega y Gasset). Hoy por hoy, las tecno-masas resultan bastante dóciles y siguen a quienes las impulsan y promueven. Pero nada garantiza que vaya a seguir siendo así. La viralidad de los mensajes forma parte de la estructura del tercer entorno, por ser éste recursivo, es decir, por estar basado el funcionamiento de las TICs en funciones recursivas.
4. En segundo lugar, los actos de consumo de las ciber-personas y las ciber-masas pueden ser muy productivos, bien porque generan beneficios económicos directos, por ejemplo, al emitir millones de SMS, aunque cada cual tenga un coste ínfimo, bien porque la publicidad afluye a las páginas digitales de mayor impacto, como ocurre en Google, Facebook y en otras muchas ágoras de las cibersociedades. Una de las claves de la ciber-economía actual radica en los fenómenos de uso masivo de las TIC, sobre todo si se producen efectos virales.
5. En suma, no es lo mismo una sociedad de consumo en el segundo entorno que una cibersociedad de ciber-consumo en el tercero. La diferencia estriba en que, al reenviar masivamente los mensajes y las imágenes digitalizadas, nada desaparece. El producto digital “consumido” permanece y su valor crece, precisamente por devenir masivo. Las ciber-personas son muy distintas de las personas físicas y jurídicas clásicas, aunque éstas les den soporte, junto con las redes, el hardware y el software. Las relaciones y las interacciones entre las tecno-personas siguen reglas diferentes de las que regulan las relaciones personales en el primer y en el segundo entorno. El consumo productivo y el uso productivo de las TIC son dos claves conceptuales importantes para interpretar la cibereconomía, la cual está desarrollándose de manera acelerada en las cibersociedades. Atender y responder a estas grandes transformaciones e innovaciones es una exigencia básica en el siglo XXI.
Una última idea. Las tecno-masas no sólo han de ser analizadas en el tecno-espacio digital, sino también en el tecno-tiempo digital, cuya estructura es muy distinta a la del tiempo físico (días y noches) y al tiempo con horarios de trabajo de la época industrial. En el tercer entorno, las tecno-personas y las tecno-masas son recursivas, esto es: sus acciones pueden ser replicadas una y otra vez, y a ritmo vertiginoso, viralmente. Ello se debe, por una parte a que las TIC conservan la huella y la memoria de las diversas tecno-acciones, sean personales, grupales, colectivas o masivas. Además, esas huellas digitales son operables recursivamente, siempre que se disponga de las herramientas adecuadas y de algunas habilidades básicas en el uso de las TICs.