Y vuelven otra vez con la idea de construir una carretera que atraviese la Cordillera Central y una a Santiago con San Juan de la Maguana.
Desde que yo recuerde, ya en los tiempos del presidente Antonio Guzmán esa idea daba vueltas e iba y venía con todos los gobiernos desde entonces.
Nadie discute la necesidad económica, política y cultural de unir el valle del Cibao con el valle de San Juan. Y especialmente ahora que ya un 33% de la población dominicana vive encaramada, unos sobre otros, en el Gran Santo Domingo. La urgencia de crear otros polos de desarrollo no resiste más tiempo. Solo así habrá una mayor dilución de la población nacional en todo el territorio de la República. Y solo así estaría protegida la República.
Pero, una carretera San Juan-Juan de Herrera-Presa de Sabaneta-El Rubio-Santiago será una cicatriz en el mismo centro de nuestros dos más importantes parques nacionales y áreas de nacimiento de nuestros ríos y pudiera convertirse en el descalabro futuro de la parte este de la Española.
La construcción de una carretera- que ya se ha visto que es apoyada por miembros del gobierno y de la oposición- es sin duda una vía de progreso, pero también, y me parece que este es el presente caso, una herida que en vez de cerrar se abrirá continua y sostenidamente.
Hacer una carretera es matar la cordillera y acabar con nuestra agua. Pensemos bien en un tren y veamos qué pasa
Y es que las carreteras atraen gente. Construirán la carretera y detrás vendrán los miradores, los paradores, los restaurantes, los mecánicos, los gomeros, los vendedores de productos, las casas y casuchas a las orillas de la vía de personas que así se considerarán más cerca a la civilización. Y sus actividades no se sentirán tanto en la propia carretera como en los bordes que no se observan por el viajero que cruce por estar aislados de la vista por las propias casuchas. El corte de árboles, la leña, el carbón, la basura, el conuco, los animales domésticos que introducirán y paro de contar. ¡Ese es el problema de una carretera en nuestro país! Se irá comiendo la cordillera y en veinte años esos pinares, esos bosques y esos arroyos serán otra cosa.
Todavía no terminamos de darnos cuenta que somos parte de una isla, y no de cualquier isla, de la isla que tiene más agua del Caribe. ¡Nosotros hasta exportamos agua a Haití y a las Antillas Menores! Y el agua, y esto hay que pensarlo bien, es más cara que el oro; ya que es de todos y no de una compañía extranjera y de los funcionarios de un gobierno de turno.
Pero hay que comunicar a San Juan con Santiago. Hay que evitar que el monstruo en que se ha convertido Santo domingo nos trague a todos.
Muy bien: hagamos un tren.
Un tren no atrae personas ni negocios a sus vías. Solo las atrae a sus paradas y una parada no se puede inventar en cualquier curva, están definidas desde su construcción. Un tren de pasajeros y de carga. Si ya pudimos construir uno por debajo del mismísimo Santo Domingo, no me digan que no vamos a saber hacer uno sobre la cordillera, donde se piensa construir una carretera.
Y con el tiempo, quizás se lleve de Santiago a Puerto Plata y de San Juan a Barahona, y comuniquemos al país de esta manera; para la política, para la economía y para el turismo y la cultura.
Hacer una carretera es matar la cordillera y acabar con nuestra agua. Pensemos bien en un tren y veamos qué pasa. Que falta nos hace el claro pensar ecológico de Felix Servio Ducoudray.