Cuando una persona va a un colegio electoral –algo que hará en febrero 15 y el próximo 16 de mayo–, lo hace con varios compañeros: el teléfono celular, la cédula, la llave del automóvil y las gafas. Es muy difícil que esa persona tenga que ir con un chupi, es decir: una de esas botellas de plástico –si no es de metal y algunos lo llaman termo cooler–, donde se echan bebidas isotónicas. Si el chupi está incluido, lo más normal es que las llaves del auto o de la casa, tengan que quedarse en pantalones de excelente costura.

En todo caso se esperaría que la bebida fuera un agua de coco, para lo cual tendría que ir a comprarse a algún lugar donde se vendan en la ciudad de Santo Domingo. Es difícil encontrar agua de coco en Santo Domingo en cierta época del año, pero como ocurre con aguacates y sandias, piñas y lechozas, guineos y nísperos, –no podemos dejar los melones–, puede ser que alguien sepa de un puesto –que no sea un supermercado– donde se vendan estas chiripas criollísimas. Las frutas ayudan a la salud. Lo que tienes dentro del chupi es elemental: agua cristalina, un jugo, o algo de café.    

Vender chiripas era un término que se usaba en economía y chiripero se usa para describir a personas que venden chucherías en la calle bajo el sol intenso de nuestra isla caribeña. Hay calles, como la calle Duarte, donde hay muchos chiriperos. Forman parte de la microeconomía. 

Como se recuerda, dijimos que también se lleva la cédula al centro de votación: con ella, seas del PRM, del PLD, del PRSC, o de Alianza País, o Fuerza del Pueblo y otros, se efectuará la votación, pero ojo: tienes que ser paciente y no irte del colegio electoral dizque por cansancio. Imagina que vas a la playa. 

La venta de cédulas la han denunciado en un comercial de televisión donde se dice a la gente que no lo haga. El precio de una cédula –500 pesos o 1000–, todavía es algo a evaluar por la gente que analiza estas variables. Vender una cédula es no estar en la percepción de la vida democrática. En pocas palabras, es ser un irresponsable. Si ves a alguien en una calle ofreciendo dinero por una cédula, denúncialo.

Queda claro que cuando al votante se le dice que pase –es su turno, caballero– ha hecho una gran fila: el enigma es por qué razón se da el fenómeno –no es sino sociológico pero más específicamente electoral–, de una detención de esa fila o de un retraso en las votaciones. No ocurre como cuando una encuestadora como Mark Penn/Stagwell, se decide a ir a una casa a preguntarle a un votante por quién piensa echar su voto en las municipales o las presidenciales. U otra encuestadora. Se sabe –por evidencias contínuas–, que a los dominicanos no les gusta dar mucha información, y se narra de la gran capacidad de las encuestadoras para sacarle información al votante sobre su estilo de ver las cosas. En ese “estilo de ver las cosas” no está incluida la noción del chupi. No se le pregunta: ira usted con un chupi al centro de votación, o ha desayunado usted un pedazo de piña, o vestirá usted unos jeans o irá con una cachucha o no irá con cachucha, usará las gafas? Y es que hay que tener en cuenta eso que advierte la JCE de manera no medalaganaria: no se debe tener propaganda política en los centros electorales (en el caso de las gorras partidarias y las camisetas con el logo del partido).