Desde el pasado lunes 5 de agosto hemos sido bombardeados por los medios de comunicación masiva de que China había depreciado de forma intencional el yuan, para de esta forma hacerle frente a la Guerra comercial que libra con Washington. Esta teoría de que China manipuló su tipo de cambio se debe a que los productos chinos se vuelven más baratos en el exterior, fruto de esa depreciación del yuan, y complica la estrategia de Washington de reducir el déficit comercial que mantiene con el gigante asiático.

El lunes los mercados bursátiles alrededor del mundo reaccionaron con nerviosismo, en los Estados Unidos el índice industrial Dow Jones perdió alrededor de 750 puntos. Por su lado, el presidente estadounidense Donald Trump acusó a China de “manipular su moneda,” y el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos fue aún más lejos, y catalogó a China como un país manipulador de su moneda, algo que no hacia desde 1994.

La realidad es que China no acude a esas prácticas de depreciación deliberada del yuan desde el año 2015. En octubre de ese año el yuan comenzó a formar parte de la canasta de monedas del Fondo Monetario Internacional (FMI), que se conoce como Derecho Especial de Giro o (SDR), por sus siglas en inglés. Para poder pertenecer a este club exclusivo, el país en cuestión debe cumplir con ciertos requisitos: a) Estar entre los cinco países exportadores del mundo que sean miembros del FMI; b) Ser una moneda que se usa ampliamente para realizar pagos de transacciones internacionales en los principales mercados del mundo; c) Y el no menos importante, no puede tener una moneda sobrevaluada o subvaluada (es decir la moneda del país en cuestión no puede estar artificialmente apreciada o depreciada, respectivamente).

Sin dudas, la política comercial y los tipos de cambio están indisolublemente unidos, por ende, la depreciación del yuan no fue algo inesperado. Las monedas se comportan como lo hacen las acciones: sus precios relativos se ven afectados por la ley de oferta y demanda. En sentido general, una economía fuerte generará una moneda "fuerte", una que aumente de valor. Lo acontecido el lunes, parece más una advertencia que una devaluación activa, ya que la caída del yuan refleja el empeoramiento de los fundamentos económicos y el aumento de los riesgos de los aranceles sobre la economía, en el último trimestre la economía china creció 6.2% su nivel más bajo desde 1992.

El programa monetario llevado a cabo por el Banco Central de China ha sido mantener la estabilidad cambiaria, lo cual es una función inherente de cualquier Banco Central alrededor del mundo. La meta de las autoridades China es mantener el tipo de cambio alrededor de 7 yuanes por dólar. Sin embargo,  a través de su cuenta de Twitter, el presidente Donald Trump, anunció un aumento del 10% aranceles adicionales sobre los productos chinos. Y como era de esperarse, el yuan cruzó la barrera de los 7 yuanes por dólar, y el Banco Central de China no utilizó sus reservas internacionales para defender el tipo de cambio. Es normal, que el Gobierno chino haya reaccionado de esa manera, para tratar de mitigar los efectos devastadores que ha tenido la Guerra comercial sobre su economía. En el pasado los Estados Unidos ha tomado medidas similares: Según los propios datos de la Reserva Federal, el dólar estadounidense ha perdido alrededor del 96% de su poder adquisitivo desde la creación del banco central en 1913, y ha perdido el 85% desde que el presidente Richard M. Nixon retiró a los Estados Unidos del patrón oro en 1971, dicha medida le ha permitido a los Estados Unidos financiar guerras como la Vietnam y programas de asistencia social.

Los problemas de la economía global van más allá de la Guerra comercial de Trump contra China. Aunque, es posible que muchas de las anormalidades que están ocurriendo, estén relacionadas con las intensas guerras comerciales del presidente Donald Trump. El resto del mundo depende más de las exportaciones, particularmente a los Estados Unidos, que los Estados Unidos dependen de las exportaciones al resto del mundo. Al interrumpir las relaciones comerciales de los Estados Unidos con el resto del mundo, Trump hace más daño económico afuera que dentro de su país.

Sin embargo, la economía global enfrenta serios desafíos de carácter estructural que van más allá de la Guerra comercial. Muchas economías alrededor del mundo han perdido dinamismo en los últimos años. Una posible explicación a este fenómeno es que los perfiles demográficos se han vuelto cada vez más geriátricos en todo el mundo, liderados por Europa, Japón y China. Las tasas de fecundidad han caído por debajo de las tasas de reemplazo de la población en todo el mundo, particularmente en estas tres importantes economías regionales y nacionales. El Gobierno de China exacerbó la situación con su política de hijo único desde 1979 hasta 2015.

Además, en casi todas partes, las personas están viviendo más tiempo. Eso también está haciendo que los perfiles demográficos sean más geriátricos en todo el mundo, lo que está presionando a los Gobiernos para que soliciten más préstamos y acumulen más deuda para proporcionar programas de apoyo a la jubilación para su creciente grupo de ciudadanos mayores. Estos préstamos gubernamentales y la creciente deuda del Gobierno están pesando sobre el crecimiento económico. En el pasado, el gasto público financiado con deuda y los recortes de impuestos estimularon el crecimiento económico; hoy en día ese no es el caso.

Los principales bancos centrales se han unido para ayudar proporcionando políticas monetarias expansivas. Afirman que su mandato es evitar la deflación y mantener la inflación en torno al 2%. Además, esperan que sus políticas estimulen un mayor crecimiento económico. Han estado luchando por hacerlo durante más de 10 años. Sin embargo, la inflación se mantiene principalmente por debajo de su objetivo del 2%, y el crecimiento económico sigue siendo mediocre en el mejor de los casos. En realidad, durante el último año y medio más o menos, el crecimiento económico se ha desacelerado en todo el mundo a pesar del estímulo monetario y fiscal.

De igual manera, otro ingrediente que se añade a la ecuación es la teoría monetaria moderna o MMT, por sus siglas en inglés. Más que una teoría, es una descripción de las políticas monetarias y fiscales que los Gobiernos han adoptado cada vez más para gestionar la autoextinción voluntaria de la raza humana. El MMT equivale a grandes déficits gubernamentales habilitados por una combinación de tasas de interés cercanas a cero y la monetización de la deuda proporcionada por los bancos centrales.

Los defensores de MMT afirman que funciona bien siempre que la inflación de los precios al consumidor permanezca moderada, como lo ha sido durante más de una década. En teoría, la falla en la teoría es que el MMT está impulsando la inflación de los precios de los activos como resultado del alcance generalizado del rendimiento obtenido por los inversionistas. Eso aumenta el riesgo de inestabilidad financiera, con derrumbes en los precios de los activos seguidos de colapsos, como le vimos el pasado lunes y que seguiremos viendo en los próximos años.