En sus orígenes, lo que hoy conocemos como la Republica Popular China, era denominada como Catay, que tiene su origen en el pueblo de Altaico-Kitán, que fundo la Dinastía Liao, en el siglo X (diez). Los relatos medievales europeos también citaban este nombre, haciéndose universal a través de las crónicas de los viajes de Marco Polo, el mercader y viajero italiano, famoso por sus relatos sobre sus viajes y descubrimientos en el Asia Oriental, en el siglo 14 de nuestra era cristiana.

La historia de este singular país ha pasado desde las guerras para consolidar sus cantones e imperio hasta su ocupación por los ingleses, que generó la primera Guerra del Opio, que fue un conflicto bélico que se enmarcó dentro de  la primera Guerra Anglo-China, entre el 1839 y 1842.

El británico William Jardine introdujo el contrabando de opio a Europa y lo entronizó en toda el Asia continental, llegando a ser un problema de consecuencias epidémicas. De ahí que el emperador chino Manchú Qin, en el 1842, puso fin al reinado británico y su ¨Ruta hacia el Opio¨.

Luego, China ha pasado por múltiples episodios traumatizantes, desde la ocupación japonesa hasta sus luchas internas, donde se consolidó el indiscutible líder Mao Tse-Tung o Mao Zedón, según sea el caso.

Bajo el liderazgo de Mao, el Partido Comunista Chino consolidó su poder omnímodo en todo el ámbito nacional.

Bajo esta estructura monolítica e impenetrable es que China inicia su expansión económica y geopolítica, que hoy incide en las ¾ partes del mundo moderno.

La industrialización de China se inicia en el sector agropecuario y el desarrollo energético, en base al uso del carbón. Con el fomento agropecuario se incluyeron centenares de miles de ciudadanos a la actividad productiva. Sin embargo, cuando se inicia la explotación de las minas de carbón se origina un éxodo de estos campesinos hacia dichas minas y a la actividad fabril e industrial que la acompañó, concomitantemente.

Esta actividad económica dio pie al surgimiento del hipercapitalismo chino, que lució muy atractivo a occidente, el cual realizó cuantiosas inversiones en la China continental. Con el tiempo, el Partido Comunista Chino optó por crear su propia infraestructura industrial y tecnológica, creando así un nuevo estado Copy-Cat (foto-copia) del capitalismo occidental.

Tal fue el despegue chino que éste aprovechó las crisis financieras del siglo 20 para adquirir grandes reservas de oro y títulos del Tesoro estadounidense, al punto de que más del 65% del los bonos de ese organismo está en manos chinas; también posee el 38% de las reservas mundiales monetarias en oro.

El famoso economista Erik  Izraelewicz indica que: ¨La producción de China es hoy 10 veces superior a la producción alcanzada en 1978, y actualmente se ubica en el sexto rango entre las grandes potencias mundiales. La producción por habitante se ha multiplicado por siete. De hecho, jamás en la historia económica se había visto un país tan poblado con 1 300 millones de habitantes con un crecimiento acelerado del orden de ocho a nueve por ciento anual durante un periodo de aproximadamente 25 años. Tampoco se había observado, según Izraelewicz, que un país se hubiera apoyado en el resto del mundo para ampliar sus mercados, tecnologías y capitales¨. (Erik Izraelewicz, Cuando China cambia el mundo, París, Ediciones Gasset & Fasquelle, 2005).

Como puede apreciar el lector, que me honra con su atención, la Catay moderna es una potencia mundial, por lo que supone una velada amenaza a las fronteras imperiales tradicionales de Occidente.

Por primera vez, un comunicado de la cumbre de la OTAN ha señalado a China como un problema, diciendo que presenta "desafíos sistémicos al orden internacional basado en reglas de juego muy bien establecidas". La declaración se produjo a instancias del presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, quien también utilizó la reunión del G-7 reciente para instar a los aliados a adoptar una postura más dura sobre Beijing. Biden dijo a la prensa: "Estamos en una competencia, no con China en sí misma, sino una competencia con autócratas y gobiernos autocráticos de todo el mundo".

Esta preocupación del mandatario norteamericano es sólo un eco del sentir de Occidente ante la expansión imperial china.

La pandemia de la COVID-19 ha acelerado el ¨destape¨ del peso específico que China tiene en el comercio internacional. Los suministros de bienes y servicios han experimentado una baja considerable. Esta reducción, mayor a un 15%, ha afectado la oferta de productos básicos y estratégicos a nivel mundial, creando una  reducción de inventarios y una reprogramación industrial en Europa, Asia y Estados Unidos.

El constreñimiento de la demanda doméstica china  e internacional contrajo  el volumen de las exportaciones. En menos de un mes, las actividades portuarias chinas se redujeron  en gran medida originando  una caída de aproximadamente del 92.6% en el movimiento de contenedores y otras actividades portuarias internas. El impacto en el cabotaje mundial ye sobrepasa la merma en más de un 37.65%.

Para que tengan una idea del efecto dominó del coronavirus, China contribuye al 18% del Producto Interno Bruto global; su importancia en la dinámica de la economía es crucial.

Por las razones ya presentadas, este impacto ha disminuido un 2% el flujo de caja global , unos US$110,000,000,000.00.

De ser mayor la disminución, entonces el panorama mundial será uno de recesión inducida por la misma recesión China.

Pero los países del G7 no solo se sienten amenazados por el desenvolvimiento de la crisis económica china y su impacto en el cabotaje internacional marítimo, si no también por su expansión en el Caribe Central.

Para Estados Unidos, el Caribe es vital para sus intereses estratégicos. Es la “puerta de entrada” de los Estados Unidos para la logística marítima, las finanzas y el turismo y las generaciones de inmigrantes  que han ayudado a dar forma a la sociedad y la cultura estadounidenses.

Dada la posición estratégica del Caribe, no es de extrañar que China también esté trabajando para construir su presencia allí, o que, con una relativa escasez de recursos estadounidenses, la región haya sido receptiva.

Hasta ahora, China se ha abstenido de construir bases costosas o participar en alianzas militares provocativas, pero ha construido una red de influencia, no menos significativa, a través de obsequios, noviazgo político y  proyectos de infraestructura respaldados por préstamos.

Lo anterior va dirigido a puertos estratégicamente ubicados, turismo e inversiones en el sector de ¨Hubbs¨ de abasto así como participación en los sectores de bauxita, oro, madera y petróleo de la región.

La importancia estratégica del Caribe Central por los Estados Unidos se ve evidenciada grandemente por el avance de China en el Caribe. La Corporación Nacional de China para la Exploración y el Desarrollo de Petróleo y Gas (CNODC) tiene una participación del 30 por ciento en el consorcio que desarrolla el Bloque Stabroek, en Guyana.

Las empresas con sede en China, como Huawei y China Harbour, están bien establecidas en el área, con relaciones duraderas con los gobiernos y grupos empresariales. Al igual que en otras partes del Caribe, China ha donado durante mucho tiempo el equipo necesario a las fuerzas de defensa y la policía de estas naciones y suministros vitales para combatir la COVID-19; ha llevado a sus líderes principales a China para realizar visitas institucionales de capacitación y fomento de la buena voluntad: La nueva Política del Buen Vecino Asiático.

La aparente apatía por la región, por parte de los norteamericanos, le ha dado a China un margen de competitividad extraordinario que será muy difícil de disminuir en el corto y mediano plazo.