La afición del dominicano por el cheque estatal viene de lejos, fomentada de gobierno a gobierno desde “cuando Cuca bailaba”. Es un defecto de nuestra cultura. Eso de recibir dinero sin trabajar es un hábito fundacional, convertido entre nuestros políticos en adicción incurable.
El trujillismo mantenía cierto recato otorgando “ayuditas” a colaboradores y a quienes estuvieran dispuestos a fungir de informantes o activistas. Fueron discretos, y las cantidades pagadas modestas. A veces, un nombramiento indicaba cercanía al poder y resultaba más importancia que el dinero. Las sumas millonarias fueron administradas por el dictador, sus familiares, y algunos colaboradores. La corrupción estaba regularizada por “órdenes superiores”.
Balaguer, conocedor de la psicología y necesidades de su pueblo, convirtió el empleo oficial en una de sus herramientas políticas, permitiéndole a cada ministro conceder puestos y salarios a discreción pero dentro de una racionalidad contable, sin dispendio. Recuerdo que, para mi sorpresa, al regresar de Canadá, un amigo poderoso me ofreció tres empleos con sus respectivos cheques, en tres hospitales diferentes. Trabajaría solo en uno. Concesiones de ese tipo eran frecuentes para la época. Fueron los tiempos del “Huacal” y el “Huacalito” llenos de “botellas”. Pero Balaguer era frugal y pagaba poco.
Luego llega el PRD y coloca a su gente. (Todo tiene su nombre técnico, y a esa colocación de holgazanes en los gobiernos se llama clientelismo.) Los del jacho incrementaron una modalidad ya existente en la práctica clientelar: favorecían generosamente a familiares de su dirigencia, repartiendo posiciones a diestra y siniestra; algunos recibían hasta cuatro mensualidades. Entronizaron asesorías y consultorías ociosas. Las cantidades percibidas superaban en mucho a las del balaguerismo. Promovieron negocios entre dirigentes y testaferros. Aumentaba en cada cuatrienio el porcentaje del presupuesto nacional que quedaba en manos de los partidos.
La adicción de la clase política dominicana por los cheques seguía desbordándose, parecía insuperable. Pero hubo un momento fugaz de esperanza en nuestra historia: creímos que el PLD acabaría con la enfermedad una vez en palacio.
Sin embargo, asentado el peledismo en el poder, contario a toda expectativa ciudadana, el clientelismo adquirió dimensiones inimaginables. El monto de las mensualidades que reciben sus funcionarios, parte de la militancia, y sus incondicionales, compite con las de cualquier ejecutivo de Goldman Sachs. Es una pequeña burguesía desesperada por adquirir status a través de las millonadas que arrancan al patrimonio público. Ya lo advirtió Don Juan.
Y ahora, en tiempos de Odebretch, de escándalos, y comisiones investigadoras, se han visto a través de la prensa y de la televisión esas cantidades espectaculares de dinero que reciben altos cargos y allegados al partido gobernante. Es otro robo sin precedentes, irrefutable, a la vista de todos. Una desgracia histórica.
Y para mayor escarnio e indignación, nos damos cuenta-también a través de documentos incuestionables-que dirigentes del PRM cogen cheques del actual gobierno. Ni que decir de la actuación mercenaria del PRD y del PRSC. No cabe duda, esos papelitos con el escudo nacional, sellos, firmas y numeritos, indican otro acuerdo pactado entre partidos para seguir desfalcando al Estado. Por sus cheques los conoceréis…