Al momento de su partida, Chávez dejó a Venezuela con la pobreza en menos de 25%, el desempleo rondando el 6%, un alto Índice de Desarrollo Humano, el tercero de la región, y un modelo educativo inclusivo que permitió a muchos jóvenes sin recursos hacerse de una profesión.  

Hugo Chávez hizo con la renta petrolera lo que ningún otro Presidente venezolano en toda su historia: redistribuir el ingreso. Según la CEPAL, Venezuela llegó a ser el país menos desigual de la región durante el mandato del Comandante, quien repetía como mantra que su meta era pobreza cero en 2021.

Seis años después el legado de Chávez se ha diluido en las manos de Nicolás Maduro.  La pobreza alcanza el 87%, el Índice de Desarrollo Humano de Venezuela ha retrocedido dramáticamente pasando del puesto número 3 al 19 en la región y 79 en el mundo y el desempleo, según el FMI, asciende a 37%.  Casi tres millones de venezolanos se marcharon a otros países porque la situación de carestía y desabastecimiento no les permite vivir allí dignamente.

Muy poco cabe decir sobre la crisis venezolana que no se haya dicho ya.  Es una realidad que la torpeza política de sus opositores, la falta de un proyecto de poder alternativo que enamore a la mayoría de los venezolanos, mantiene a Maduro asido al poder.  Sin embargo, ese sólido argumento nos distrae de lo que verdaderamente importa: el sufrimiento de un pueblo que merece mejor suerte, el hecho inconcebible de que un país con tantos y tan buenos recursos naturales y humanos sea hoy destino impensable para turistas, inversionistas y hasta para su propia gente.

El expresidente uruguayo Pepe Mujica, declaraba este lunes que era cuando menos infantil el concurso de legitimidad entre Maduro y Guaidó al que acude la comunidad internacional y alertaba ante la posibilidad de una guerra civil en Venezuela.  El Papa Francisco, también expresó sus temores de un baño de sangre.

La sensatez, el sentido común y hasta la compasión humana mandan a que se abran las vías de la concertación entre gobierno y oposición, a través de un diálogo constructivo, tutelado por el Consejo de Seguridad de la ONU.  Maduro debe dar el primer paso convocando a nuevas elecciones generales a más tardar en mayo de este año y creando las condiciones para que estas sean organizadas con el acompañamiento técnico de la comunidad internacional.  Este nuevo certamen electoral debe incluir, además, el poder legislativo y los gobiernos locales.

El otro paso, quizá el más importante de todos, es que Nicolás Maduro renuncie públicamente a presentarse como candidato en esas nuevas elecciones celebradas bajo la rectoría del Consejo de Seguridad de la ONU.  Quién sabe, si con ese gesto abre las puertas a que otro discípulo de Chávez, electo legítimamente en un proceso diáfano y transparente, pueda reconstituir un legado que él no supo mantener, que le quedó grande.

El autor es Secretario de Educación del Partido Revolucionario Dominicano