Diatriba tras diatriba se acumula en el injurioso y jugoso capítulo que José Almoina dedica a la gloriosa estirpe de los Trujillo Molina. Algo que sería indignante si el lector no sospechara que todo o casi todo lo que se dice es verdad o por lo menos merecido. El que queda peor parado de la familia, si acaso alguno queda, es el abominable Petán o Patán Trujillo, un personaje repulsivo que parece haber sido hecho a mano por el más inescrupuloso creador. Un dechado de maldad, el arquetipo del bravucón y cobarde, un engendro, un personaje retorcido y perverso. Un trujillito.
Dice Almoina que la biografía del feroz José Arismendy Petán se resume en una serie de asesinatos, violaciones y sobre todo estupros, y que cuando la impotencia lo convirtió en eunuco abusaba de las muchachitas desflorandolas con los dedos.
En Bonao estableció Petán lo que Almoina llama un bajalato, un territorio gobernado por un Bajá o Pachá. “A este megalómano –dice Almoina-, le había hecho su hermano Rafael a más de Mayor del Ejército, árbitro de las tierras de Bonao y explotador de la finca Rancho Grande”.
En Bonao, Provincia Monseñor Nouel en honor de un ferviente colaborador de Chapita, se hizo el petánico patán nombrar hijo adoptivo, rey o señor feudal, dueño de vidas y haciendas y empezó a cometer, según dice Almoina, todo tipo de crímenes para apoderarse de tierras y doncellas. A los peones de sus fincas, a los que pagaba una miseria, los enganchaba a la guardia sin que ellos lo supieran y se embolsillaba discretamente el salario, que triplicaba lo que recibían. En Bonao lo odiaban cordialmente, pero era un hombre valiente que repartía bofetadas a diestra y siniestra con el respaldo de sus guardaespaldas, un temerario que sólo se paseaba o se paseaba sólo en compañía de su celosa escolta.
No puede olvidarse que Petán fue el fundador de la emisora radial La Voz del Yuna, que luego se llamó La Voz Dominicana y fue trasladada de Bonao a la capital por órdenes de Chapita. Años más tarde, en 1952, se convirtió en el primer canal de televisión del país y uno de los primeros de América Latina.
La contratación de artistas latinoamericanos de mucho relieve convirtió la semana aniversaria de esa Voz Dominicana en uno de los eventos culturales más glamorosos de la era gloriosa. En éste se concentraba durante siete días la apasionada atención de los televidentes y muy especialmente la de Ramfis Trujillo, el impenitente lujurioso y violador que en más de una ocasión intentó meterle mano a más de una de las graciosas vedettes extranjeras.
Aparte de sus inquietudes artísticas y su gran debilidad por los caballos y vacas ajenas, Petán sentía un gran amor por la agricultura. Por eso Chapita le concedió el monopolio de frutos menores, la exportación y comercio de huevos, granos, guineos, aves, etc. En consecuencia, la venta de los productos, que con anterioridad constituían un libre mercado, se canalizó a través de grandes almacenes.
“El miserable Petán –si es cierto lo que dice Almoina en su libelo– muy luego distribuyó por el campo dominicano destacamentos del Ejército, que obligaban a los campesinos a entregarles los productos de su trabajo a precios irrisorios. Hizo más; intervino en los muelles de los puertos para que sin su autorización no pudiera salir del país un solo racimo de plátanos. Quedó así, por el doble sistema de coacción directa o de intervención coactiva, todo el sistema en sus manos. En adelante no se consumirían frutos menores sin pasar por las manos de Petán. Él los mandaba a comprar directamente, a precios caprichosos, y el campesino no tenía otro remedio que vender. Este monopolio se amplió con el de la exportación de huevos y aves. La cosa se llevó al extremo de que el campesino que salía a la carretera y no entregaba sus productos a los esbirros de Petán, aparecía muerto, modo de sembrar el terror en la comarca”.
En otra época menos afortunada, esto hay que reconocerlo, Petán arriesgaba el pellejo para ganarse la vida y en incontables ocasiones -ya se ha dicho- cayó preso y mal preso. Un testimonio cristiano y casi conmovedor de las penurias por las que tuvo que pasar José Arismendy me ha sido proporcionado recientemente desde Miami por el apreciado amigo Tiberio Castellanos.
Tiberio vió en una ocasión que nunca se borraría de su memoria cuando a Petán lo llevaban preso por robo de ganado en el tren que venía de Sánchez hacia San Francisco de Macorís. El tren tardaba una eternidad en el trayecto, casi un día completo, y se detenía en Pimentel, un pueblo que originalmente se había llamado Partido del Cuaba y alguna vez se había llamado Barbero, gracias a un célebre personaje.
En Pimentel demoraba el tren otra eternidad. Allí -dice Tiberio Castellanos- la locomotora “bebía” agua de un gran tanque frente a su casa. Tiberio recuerda todavía claramente que Manuel Mora (que tenía el cargo de Síndico, Gobernador o algo parecido), subió a la portentosa y resoplante máquina a ver al preso y mandó que le trajeran comida y agua.
Dice Tiberio que la gente decía que Petán nunca olvidó esa atención.
(Siete al anochecer [19])
José Almoina, “Una satrapía en el Caribe”
(http://www.memoria-antifranquista.com/wp-content/uploads/2014/10/JOSE-ALMOINA-UNA-SATRAPIA-EN-EL-CARIBE.pdf).