La objetividad es una utopía cotidiana. No se es más ni menos objetivo por escribir en tercera persona o hacerlo anónimamente sin firmar la nota. Los temas, los expedientes ni los dosieres caen del cielo.

Imagina uno, que al presidente Medina le hubiese encantado que los asesores de Hipólito en la pasada campaña, (sus sustentadores financieros, periodísticos, o los brillantes argumentadores que brindaron sustento intelectual a su candidatura), le hubieran asesorado o financiado a él. Pero no.

Los “imparciales”, “objetivos”, “preclaros” e “independientes” señores de esos sectores, optaron por apoyar al carismático don Hipólito, y lo hicieron con el derecho ciudadano que la Constitución y las leyes les otorgan… Y por cuya defensa está uno dispuesto, sin llegar a Voltaire, a dar la vida.

Esos sectores no actuaron inmoralmente ni fueron parte de ninguna canallada mediática contra el PLD y Leonel Fernández. No fueron ni son “lambones” de Hipólito, buscadores de fortunas en el erario y sus mieles. No buscaban enriquecerse ni que les nombraran familiares, no buscaban prebendas ni enchufes para traficar influencias o crear empresas fantasmas. No.

Esos perínclitos señores, sencillamente, consideraron que Mejía garantizaba más el orden, la confianza, el respeto a la investidura presidencial, la libertad de expresión y de prensa, la estabilidad macroeconómica, el mejor ambiente para hacer negocios y poner a la economía dominicana a parir Blue Mall, Ikeas, Sambil y Agoras, que el PLD y su candidato Medina, su presidente Fernández y la gran sorpresa política del peledeísmo, Margarita.

Fue su derecho preferir a Mejía sobre Medina. Fue su derecho, pero lo que no es un izquierdo, es considerar que quienes prefirieron a Medina sobre Mejía, sí merecen todos los epítetos, insultos y descalificaciones antes mencionados.

No. Así no.

Los empresarios/intelectuales/periodistas que decidieron acompañar al PRD en su lucha electoral, no dejaron de ser honrados por hacerlo. Claro, si ya lo eran antes de tomar la decisión.

Pero lo mismo ocurre con quienes consideraron que la de Medina era una mejor propuesta electoral que la de Mejía. Total, aquí, ladrones, violadores de menores y mayores, consumidores de drogas ilegales, violentos contra las damas, mafiosos y socios del narcotráfico existen en todos los sectores sociales y económicos, y por supuesto en el periodismo y en especial en la partidocracia reinante. (Hablo de PLD, PRD y los partidillos de compra y venta de ambos.)

Pero en el PRD también está Virgilio Bello Rosa, como en el PLD está Cesar Pina. Eduardo Estrella fue balaguerista desde chiquito. Es más: la fundición de todos los peledeístas, no parirá un hombre más honesto que Don Carlos McKinney (igual de honesto, sí), que ha sido perredeísta militante desde que en los doce años intentaron “siquitrillarle” al hijo.

Aquí, las etiquetas no sirven.

Que cada quien se rasque con sus propias uñas.

Ni son todos los que están ni están todos los que son, dicen los pueblos.

Entonces, el maniqueísmo y chantaje mediático deben detenerse ya.

Ni el que acompañó a Hipólito en su aventura de mayo, por hacerlo es un ladrón lambón y/o oportunista. Pero tampoco lo es quien prefirió a Medina sobre Mejía.

El insulto descalifica. Y entre descalificados no hay nada que hablar. La democracia es consenso, diálogo y negociación… desde el respeto a las reglas y a la legitimidad de los representantes de la voluntad popular en el Ejecutivo o el Congreso. Para pescar tilapias hay que mojarse algo más que la espalda.

Y, además, la democracia no es perfecta sino cotidianamente perfectible. Las perfectas son las dictaduras, tan unánimes en la sangre, el oprobio y la muerte.