“C’est comsá mon amí” (así es la cosa, mi amigo). Así me dijo el gerente.
Existe un estilo de administración gerencial llamada “management by crash” (administración basada en la desorganización), donde todo parece estar a la deriva y solamente el gerente sabe lo que en realidad está sucediendo.
Equivale al refrán castellano de “a río revuelto, ganancia de pescadores”.
Recuerdo una textilería donde el contable confrontó al gerente por unos estados de cuenta anormales. En lugar de escucharlo, el contable fue puesto de patitas en la calle por decirle la verdad al dueño.
“C’est comsá, mon amí”, me dijo el empresario cuando yo intenté interceder por el contable. Tanto el uno como el otro habían nacido en Haití. C’est la vie!
Esa misma expresión de “C’est comsá, mon amí” me dice ahora Monsieur Duplessis, un profesor universitario haitiano que se ha jubilado en Madrid, nada más y nada menos que en el barrio de Salamanca, uno de los más exclusivos de la capital española.
Ante mi pregunta del por qué los gobiernos haitianos se han negado intencionalmente por décadas a regularizar la documentación de sus ciudadanos, Monsieur Duplessis responde: “Parce-que c’est comsá lá, mon amí” (porque así es cómo se bate el cobre allí). En otras palabras, que eso se debe a una dinámica tipo Chapulín Colorado, fríamente calculada e inculcada por centurias en el subconsciente de los haitianos. Para ellos la isla es una e indivisible y no conciben lo contrario. “Et n’importe pas rién” (y no importa nada).
“No son los Estados Unidos, ni es Francia, ni mucho menos es Canadá”-nos dice el Monsieur. “Es el subconsciente colectivo de nosotros los haitianos, donde está implantado a cal y canto que “nous sommes tous la meme chose” (somos todos la misma cosa), tanto en Dominicana como en Haití”. Ahí está la clave para entender al haitiano, sobre todo al gobierno haitiano.
Esa política de “laiser faire” (dejar hacer), congénita a las administraciones haitianas, equivale a procrastinar intencionalmente y a no hacer nada para remediar la situación. Consuetudinariamente deforman la verdad a conveniencia de las circunstancias.
Al carecer por principio de la documentación apropiada, los ciudadanos se multiplican como curíos realengos o como chivos sin ley, invadiendo pacíficamente “el otro lado o “la otra banda”; no “el otro país”.
“El objetivo no declarado es que, a través de los años, todos seamos “uno”, queramos o no queramos. Esa es y ha sido la táctica. La mano de obra barata para cortar caña, los obreros de la construcción y de la agricultura básica han sido un valor añadido.
En inglés existe la expresión de “ignorance is bliss” (la ignorancia es un paraíso), sobre todo si ésta es falsa o fingida. Esto explica el hecho de que, sin ser cierto y siendo falso de toda falsedad, el canciller haitiano, sin ningún tipo de escrúpulos, se pronuncie en la OEA acusando al gobierno dominicano de “expulsiones masivas de haitianos, violentando sus derechos humanos y creando una posible crisis humanitaria sin precedentes para Haití”. Y lo dice como si fuera verdad.
Por otro lado, el gobierno bolivariano de Venezuela, de golpe y porrazo ha expulsado a la fuerza de su frontera del estado Táchira (contiguo a la ciudad colombiana de Cúcuta) a casi 2,000 indocumentados colombianos que allí vivían. En total pasan de 7,500 los afectados entre deportados y repatriados.
Y en Europa, donde se repatrian miles de refugiados diariamente, la crisis migratoria está degenerando en un cáncer social de proporciones insospechadas.
“En el subconsciente de los haitianos”- nos dice Monsieur Duplessis- ellos son las “víctimas” porque a ellos les pertenece la isla”. Me pone el ejemplo de un extraterrestre que se siente con más derecho que los terrestres, porque los extraterrestres supuestamente han vivido en el planeta desde mucho antes de que en la tierra existieran los humanos.
Cuando le trato de explicar a mi amigo haitiano ilustrado que la identidad del pueblo dominicano como nación existía mucho antes de que Haití existiera como país… ¿sabes lo que me contestó? “Eso es un cuento chino que ningún haitiano entiende”.
“L’haitién est d’icí” (el haitiano es de aquí)- dice Duplessis. Además, “tous sommes noirs” (toditos somos negros), tanto haitianos como dominicanos. Como si el color fuera en realidad el problema o el punto de encuentro entre ambos pueblos.
“Los haitianos son discriminados en Dominicana por su color”, reza un ensayo reciente sobre el problema dominico-haitiano. “Por eso Trujillo ultimó en cuatro días a miles de haitianos en el holocausto más grande del Caribe, para purificar la raza”. Así dice el artículo, escrito por un supuesto antropólogo social que jamás ha puesto un pie en la isla. ¡Qué timbales!
Se ha querido reducir la situación a un problema racial, agudizado por la sentencia 168-13 del 26 de septiembre del 2013, y la posibilidad de dejar a miles de personas en un estado de apatridia. Sin embargo, este enfoque es incorrecto, sobre todo teniendo en cuenta la ley posterior 169-14 del 23 de mayo del 2014, que trata de remediar la situación de la sentencia mencionada. En ese caso, la apatridia está descartada.
Más que un problema étnico o socio-económico-cultural, el problema tiene raíces psicosociales, digno de una terapia nacional. Hay que desprogramar los lavados cerebrales de cientos de años de percepciones falsas en ambos lados. Además, y por sobre todas las cosas, la creación masiva de fuentes de trabajo productivo en ambas “bandas” sería la mejor forma de resolver este conflicto entre dos pueblos hermanos.
De “C’est comsá, mon amí” a “C’est ne pas comsá, mon amí”. Esa es la clave.