Mientras leía el libro Aprendizaje Emocional: Programa BASE de las autoras Alejandra Torretti, Lidia Alcalay y Neva Milicic Müller, me encontré con la siguiente idea planteada por Cyrulnik (2009):

“El contexto escolar debe ser capaz de transformarse en un tutor de resiliencia, un ámbito que capacite a los niños para enfrentar y superar las situaciones adversas.”

Sin embargo, en vez de ser espacios seguros, muchas veces son las escuelas las que generan situaciones adversas y refuerzan el comportamiento violento como via para resolver los problemas. Esto lo confirman los datos y las cifras arrojados por investigaciones de IDEICE y de UNICEF sobre abuso y violencia entre estudiantes y entre docentes y estudiantes. “República Dominicana ocupa el tercer lugar en America Latina con mayores niveles de violencia física entre estudiantes” (EDUCA). 

El concepto de “tutor de resiliencia” puede referirse a una persona, un lugar, un acontecimiento o una experiencia que provoca un renacer del desarrollo psicológico luego del trauma. Aunque las causas y los responsables de la prevalencia de violencia se encuentran también en los hogares y en la sociedad, las escuelas tienen mucho en sus manos. Aparte de gestionar las situaciones cuando se presentan, tienen el deber de prevenir y ofrecer el soporte, la orientación y las estrategias adecuadas a sus estudiantes.

¿Cómo puede convertirse el centro educativo en un tutor de resiliencia?

Un “tutor de resiliencia” debe:

  • Estar presente junto al otro
  • Dar amor incondicional
  • Ofrecer estímulo y gratificación afectiva
  • Promover la creatividad, la iniciativa, el humor y la capacidad para resolver problemas.

Todos los miembros de una comunidad educativa y, de manera especial los educadores, tienen una gran oportunidad en sus manos: ser esa persona especial que impulse el cambio en sus estudiantes, que les ayude a superar los obstáculos y dificultades. Esto no requiere de un entrenamiento especial, sino de una disposición, un compromiso y una actitud abierta, así como de la creación de vínculos positivos que generen seguridad y confianza.

Estar presente

El simple hecho de “estar presente” y escuchar a cada estudiante es de gran ayuda, puede significar mucho y requiere de poco esfuerzo. Ser ese lugar con personas a quienes el estudiante pueda acudir, preguntar, contar sus preocupaciones o situaciones, donde se sienta que puede compartir sin miedos ni amenazas. Esto puede convertir el centro educativo en ese tutor de resiliencia al que se refiere Cyrulnik.

Amor incondicional

Es frecuente escuchar a educadores mencionar que muchos estudiantes están necesitados de cariño, de amor y de aceptación en sus hogares. Asegurar que el centro educativo sea un lugar que promueva relaciones sanas, el buen trato y la aceptación de cada uno, tal y como es, celebrando las diferencias, favorecerá el ser un tutor de resiliencia. El sentirse amado y aceptado incondicionalmente es uno de los factores determinantes para el desarrollo de la autoestima y de la capacidad de enfrentar y vencer obstáculos.

Estímulo y gratificación afectiva

Atacar o criticar negativamente a los estudiantes no llevará a nada positivo y, por el contrario, será contraproducente para su desarrollo y aprendizaje. El estudiante necesita ser estimulado y recibir gratificación afectiva por el simple hecho de ser y también por sus logros, aunque sean pequeños. El tutor de resiliencia motiva a ser mejor, a ver el problema desde otra perspectiva, a pensar de forma diferente y a buscar soluciones. Un centro educativo es un lugar ideal para estimular a partir de los talentos y fortalezas, enfocados en el éxito de cada estudiante y no en el fracaso.

La creatividad, la iniciativa, el humor y la capacidad para resolver problemas.

El centro educativo pudiera ser el único lugar donde el estudiante pueda crear, divertirse y tomar iniciativa a partir de situaciones significativas junto a sus compañeros. Un lugar donde visualice y trabaje por un mundo mejor. Lamentablemente, muchos hogares no son espacios saludables que brindan estas oportunidades. Cuando un estudiante está realmente involucrado en su proceso de desarrollo y aprendizaje, participando y aportando para resolver problemas, será capaz de superar mejor las dificultades. El humor es un componente fundamental y debe ser incorporado al proceso educativo, generando emociones positivas y, por lo tanto, mayor deseo y posibilidad de aprender.