Hace 100 años, el 26 de abril de 1920 se concluyó la Conferencia de Sanremo. Sus efectos en Medio Oriente siguen siendo importantes, y esta conferencia es un hito en la historia de las tensiones en esa región, juntos con los acuerdos de Camp David de 1978 o de Oslo de 1993 o la fracasada Cumbre de Camp David de 1980.
La finalidad por la cual fue convocada la Conferencia de Sanremo fue definir los detalles de la partición del Imperio Otomán, lo cual exigiría superar algunas discrepancias entre Francia y Gran Bretaña.
La Conferencia fue presidida por Francesco Saverio Nitti, entonces primer ministro de Italia (renunciaría un mes después, para volver a ocupar el cargo por un mes más, después de un breve intervalo). En una de sus intervenciones fue previsor, cuando dijo que tres años después podría haber otro en el lugar suyo y del primer ministro francés, aunque lamentablemente hay que destacar la pequeña diferencia de que en su lugar habría Mussolini, mientras el primer ministro francés Millerand sería presidente de la República, y de hecho tampoco hubiera quedado Lloyd George, uno de los mayores defensores de la causa sionista en Gran Bretaña.
En Sanremo, los actores principales fueron Gran Bretaña y Francia, que querían ratificar sus acuerdos al respecto, en particular con referencia a la crisis que se había manifestado en Siria. El cuarto participante fue Japón, mientras Estados Unidos participó en calidad de observador.
La Conferencia no produjo directamente resultados jurídicos ya que su resolución fue ratificada solamente con el Tratado de Lausana de 1923. Sin embargo, dos resultados fueron de gran impacto: uno general, el reconocimiento y definición de los límites de los mandatos, y otro específico, la formalización jurídica, aunque sujeta a la necesidad de ratificación, del compromiso de la declaración Balfour de noviembre de 1917. Este compromiso asumido por el Gobierno británico había sido compartido, aunque como se vio en Sanremo con posibles arrière-pensées, por los países aliados.
El tema fue objeto de un amplio debate el día 24, porque sobre todo Italia y Francia se preocuparon nominalmente de la salvaguardia de los derechos de los árabes, pero sobre todo de las relaciones con la Iglesia Católica, Italia, y de algunos privilegios de protectorado, Francia, que posiblemente aspiraba a ser país mandatario, al menos para el territorio a Oeste del rio Jordán, para lo cual podía aparentemente contar con el apoyo de la Iglesia que lo había sugerido a través del cardenal Gasparri, secretario de Estado de Benedicto XV.
Obviamente, la vaguedad de la definición de “hogar judío”, a pesar de la formalización jurídica de la declaración Balfour, permaneció. El significado y la diferencia entre la expresión usada y estado judío es una de las que se ha tratado de evitar de aclarar con definiciones no ambiguas, otro ejemplo de las cuales muy significativo es la propia identificación del territorio que en los documentos de la época del mandato según el idioma variaba entre Palestina, Falestin y Palestina (E.I.), donde E. I. son las iniciales de Eretz Israel, Tierra de Israel.
Para el movimiento sionista el resultado de la Conferencia fue de todos modos exitoso y como tal fue celebrado por ejemplo en Estados Unidos pocos días después (el 14 de mayo, nótese la coincidencia con el día de la independencia del 1948), pero quedaba una ambigüedad de fondo en el mandato británico, aunque tal vez difícil de percibir en ese momento.
Gran Bretaña ofrecía la garantía imperial en una indeterminación temporal del mandato y como tal parecía poder ser una garantía de larga duración. Esto se percibe en el mensaje de Lloyd George de felicitación al evento mencionado: “No tengo dudas de que los Judíos de todo el mundo cooperarán con Gran Bretaña para hacer de Palestina no solamente un próspero hogar para los Judíos sino una tierra de libertad y oportunidad para todos sus habitantes”.
En Sanremo el problema de la presencia árabe fue posiblemente subestimado tanto por una interpretación minimalista del Ministro de relaciones exteriores inglés, Lord Curzon, como por la indeterminación temporal de su duración, y tal vez se creyó que la creación de Transjordania (e Iraq) hubiera sido suficiente para balancear la situación para con los árabes.
De hecho, los años entre 1920 y 1947 mostraron lo difícil que fue ejercer el mandato en presencia de dos fuertes movimientos nacionalistas, y con el cambio de actitud del Gobierno británico después de 1922 la situación empeoró involucrando los mandatarios en una problemática fuera de su control que terminó con la conclusión del mandato en 1946 en Jordania y 1948 en Israel.