“A sigún” veo, la COVID-19 fue erradicada en el país. Las mascarillas ya no son tan útiles ni necesarias. El distanciamiento social no es tan respetado. La juntadera está en sus buenas y el irrespeto al toque de queda es el pan nuestro de cada día.
Me remonto a los primeros días del mes de marzo en que se detectó el primer caso del virus en nuestro país. Las calles se veían más muertas que en Viernes Santo. No se escuchaba música en las casas. No se veían vehículos circular y ni siquiera los marchantes se paseaban por las calles vendiendo sus mercancías.
El gobierno de turno hacía todo tipo de propaganda para que todo el mundo permaneciera en sus casas. Compraba mascarillas y las distribuía. Repartían comida en los barrios marginados para que nadie se movilizara de sus casas. Patrullaban las calles para que no se violara el toque de queda. Fueron tan diligentes que hasta se ocuparon de llevarle música cristiana a los barrios, bueno a los barrios de la clase media alta. Exhibieron a su “guardia-tenor” para que las gentes no se sintieran tan solos por las noches. Dieron miles de viajes en avión hacia China en busca de mascarillas y gel, y hasta un periodista fue invitado para cubrir uno de esos viajes y al regresar, no existieron palabras en el diccionario de la RAE, para dar tanta lisonja al candidato oficial, porque resulta y viene a ser, que tanta generosidad no era más que propaganda política, porque estábamos a dos meses de las elecciones presidenciales.
Aprovecharon la pandemia para dar “penco-pollos”, “penco-salamis”, “penco-mascarillas” “penco-gas” y todo cuanto penco pudiera atraer el voto de los pobres.
Fueron tan eficaces que hasta un camión de Obras Públicas, precedido y escoltado por unos carros de patrulla de la policía iba regando las calles para desinfectarlas. Yo tuve tan mala suerte o ¿buena suerte? de que fui bañada por uno de estos, ya que al escuchar un ruido extraño abrí mi puerta y en ese instante el caño de agua fue directo hacia mí. No me pude contener y aunque nunca en mi vida había dicho “una mala palabra”, en ese instante se me fueron los modales y la decencia a la porra y le dije un rosario de improperios. Los pobres guardias solo me miraron y como dijo mi hijo, “mami, ellos no tienen la culpa, es el trabajo que le mandaron a hacer”.
Tan pronto pasaron las elecciones y el resultado no les fue favorable, toda acción anti-virus, terminó.
Pero varias cosas me preocupan de la situación actual por la que estoy convencida de que no tenemos ya el virus entre nosotros:
- No he visto jamás patrullaje por mi sector.
- No veo el uso de mascarillas.
- Veo el gentío en las esquinas sin que nadie les exija nada.
- El toque de queda no se respeta.
- Las familias hacen celebraciones no solo con familiares, sino congregando extraños.
- Se ha dado facilidad a los tontos para que hagan préstamos y acudan a los hoteles.
- Colegio pre-escolares están impartiendo clases presenciales.
- Restaurantes que supuestamente no dan servicio, están con clientes a puerta cerrada.
- En las consultas médicas no hay protección para los pacientes. Los médicos se protegen, pero no se desinfecta el área común.
- Las pruebas de PCR son difíciles de hacerlas en los laboratorios con licencia para ello, pero si se tiene a alguien dentro con cierta fuerza, eso no es problema.
Recuerdo en esos primeros meses y a nivel mundial, cómo en España e Italia se ovacionaban a los trabajadores de la salud, se hacían cadenas de balcón a balcón para entonar canciones o hacer grupos musicales. Jóvenes yendo a auxiliar a las personas mayores que no podían salir de sus casas. Todo eso es hoy historia patria.
También las caravanas con los muertos que iban a ser enterrados en fosas comunes y aquí en nuestro país llegamos a ver un muerto tirado en la calle, a la entrada del cementerio, al ser abandonado por los responsables de darle sepultura.
Otra de las cosas que más me preocupa es la información que se nos da. Estamos tan acostumbrados a que se nos mienta o que se nos escondan las cosas, que todo lo dudamos, por no decir, no lo creemos.
Resulta que por varias semanas no se reportaron muertes en nuestro país, pero una periodista quien es muy minuciosa y le gusta escudriñar las cosas, descubrió que parece habían unas estadísticas paralelas. Por un lado se reportaban “0” muertes y en otro listado el mismo día aparecían los reales números de muertes. Esto obligó a las autoridades a reconocerlos, pues de un día para otro comenzaron a aparecer y por “pila”, como se diría en un lenguaje coloquial.
El asunto de las vacunas es otro cuento. Nos habían dicho que a principios del segundo trimestre, es decir, en abril a más tardar, llegarían las vacunas. Pero resulta que en un programa muy serio de televisión como primicia dijeron que en la página oficial de AstraZeneca, según el cronograma de distribución a los diferentes países, a nosotros nos tocaría en agosto. En seguida el gobierno presentó un contrato para la compra de las vacunas que comenzarían a llegar desde marzo hasta agosto, de manera escalada. ¿Será verdad?
Dicen que viene una primera partida muy pronto, pero veo que es la de Pfizer que necesita según he leído una temperatura de unos -80 grados centígrados para ser conservadas, que no sé si estamos preparados para eso. Dicen que los primeros en vacunarse serán el personal de salud, luego los envejecientes y detrás los de condiciones de salud delicada.
Uno de estos días, me llegó algo a mi celular, de esas cosas que mandan. Se trataba de una joven colombiana que contaba sobre la esperanza de las vacunas en su país y que cada vez que escuchaba que alguien no se quería vacunar, ella aplaudía pues tenía mayor posibilidad de poder vacunarse, porque sabía que primero estaban los altos funcionarios y políticos, comenzando por el presidente. A estos había que añadir los familiares, los amigos, los vecinos, los amantes, las queridas y si sobraban, tal vez le tocaba a ella.
En España ha ocurrido un gran escándalo, los políticos y funcionarios se han colado en las filas y se han ido a vacunar, saltando los que primero deben ser vacunados. Esto ha traído el debate de que si deben dimitir de sus cargos o que no se les ponga la segunda dosis. ¡Sin vergüenzas!
Ojalá cuando lleguen las vacunas a nuestro país no se siga el patrón que tan jocosamente describía la joven colombiana o el actuar de los funcionarios españoles y que las vacunas no tengan preferencias ni políticas, ni de dinero, sino de necesidad en cuanto a exposición, condición de salud y edad.
Quizás a mí me toca…