Estos términos a menudo no son compatibles, pero enfocaremos principalmente los casos en que lo son. El cristianismo tiene este concepto como una especie de eje central, pero la mayoría de los creyentes no se entera.
Existen ciertas tendencias sociales que priorizan el ganar-perder (tú ganas y el otro pierde), en lugar de que ambos ganen. Tratar de pagar a los empleados lo menos posible, el preferir las empresas en las que tus socios estén en desventaja y los políticos que buscan más beneficios de los que le corresponden en perjuicio del pueblo, pero solamente nos molesta cuando el beneficio lo está recibiendo el otro. Pese a ser racionales, nos cuesta entender las consecuencias de nuestros actos, saber que toda acción genera una reacción. Estamos tan interconectados con todo lo que nos rodea que el dañar nos daña. Recuerda que en un mundo global las consecuencias de nuestros actos son también globales.
Ya deberíamos saber que las relaciones humanas fundamentadas en la desigualdad, injusticia y abuso, no garantizan una convivencia armónica y en cualquier momento se presentan explosiones sociales a veces desproporcionadas. La historia justificaría que casi cualquier nación emprendiera una campaña bélica contra otra por agresiones pasadas. El engaño, la traición y el egoísmo, no son ingredientes adecuados para organizar la convivencia humana.
Si al relacionarte con los demás normalmente los perjudicas, tus éxitos no son reales.
La mayoría de las personas opinan: que las guerras son irracionales, que debe reinar un clima de tolerancia entre las potencias mundiales, que no debemos gastar tanto en armas y que usualmente más vale ceder que iniciar conflictos con riesgos imprevisibles. Pero esas mismas personas son agresivas con quienes las contradicen, no muestran interés por comprender la forma de pensar ajena, tienen alto nivel de susceptibilidad en el trato social y podrían estarse beneficiando injustamente de otros. Decimos a otros que cedan, pero somos incapaces de nosotros hacerlo. Que una nación poderosa ceda ante los justos reclamos de una nación pequeña nos parece fácil, pero talvez nos parece difícil ceder el asiento a un anciano o ignorar alguna pequeña ofensa.
Los gobernantes son humanos como nosotros, por lo que tienen esas mismas tendencias al orgullo, la agresividad, el egoísmo o la hipocresía. Dependemos del equilibrio mental de nuestros líderes y normalmente no lo sabemos, pudimos tener una idea de la importancia de esto en las negociaciones recientes entre Estados Unidos y Corea del Norte.
Las personas con un orgullo exagerado por su nacionalidad, su raza, su religión, sus apellidos, sus cargos, su dinero, etc., sin saberlo crean barreras que limitan su libertad y posibilidad de crecer. Si te crees muy superior te será muy difícil aprender de los demás.
Hasta para golpear es conveniente retroceder primero, en el boxeo el puño que retrocede es el que golpea más fuerte. Si cuando te atacan intentas evitar un enfrentamiento, si en un momento dado comprendes que es inevitable el combate, tu contraataque es más eficaz por lo inesperado y por estar dirigido por la razón, no por la emoción. Pero recuerda que la mejor pelea es la que se logre evitar. El dolor ajeno es también tuyo.
Desde hace siglos nos burlamos del mandato del maestro de “poner la otra mejilla”, en lugar de tratar de entenderlo. Él mismo no puso la otra mejilla cuando fue abofeteado, pero no se llenó de ira. Quien te haga enojar tiene control sobre ti.
Si cedes por amor puede ser un triunfo, pero si cedes por miedo podría ser cobardía. En una discusión en que el otro trata de no escuchar tus razones porque sabe que tienes razón, alzar la voz no tiene sentido, callar y esperar el momento oportuno para hablar, es la postura más sabia. Si insistes en demostrarle a quien está fuera de control lo que ya sabe, lo estás invitando a algún tipo de violencia. Dale tiempo prudente para que recupere la cordura en vez de perderla tú también.
Tenemos evidencias científicas para comprender que es necesario que tratemos a los demás como nos gustaría que nos traten, tu religión te lo ha pedido siempre, pero ahora también te lo pide el sentido común. Agredir no es bueno pero tampoco es inteligente.
Siempre podrá haber a quienes les moleste tu bienestar y podrían necesitar agredirte o burlarse de ti, pero sabrás que has crecido cuando descubras que eres indiferente a esos ataques. Quien puede devolver bien por mal definitivamente se encuentra en otra frecuencia vibratoria y es la que está necesitando nuestro planeta. Cede un poco y ganarás mucho. Lo sientas o no, una conciencia superior te observa y espera que logres esa meta.