El Dr. Marino Vinicio Castillo Rodríguez ha estado en el vórtice de la tormenta política nacional por mas de cincuenta anos, ha sido abanderado de causas justas y nobles así como también  de impopulares, aun hayan sido estas legales y apegadas a la razón.

Su nombre ha estado vinculado al Dictador Rafael Trujillo, a Joaquín Balaguer y a Leonel Fernández, y ha hecho como misión de su vida desde hace unos treinta anos el combatir sin piedad al Partido Revolucionario Dominicano.

Su otra misión, el combate a las drogas, la ejerce con una especie de anteojeras en la que solo ve drogas cuando esta salpica al partido blanco, jamás ha visto para el lado morado a pesar de que desde 2004 el bombardeo de las drogas ha llegado a niveles sin precedente con casos tan sonados como el de Quirino, en el que solo ve complicidad perredeista a pesar del involucramiento de personajes del entorno morado, y el de Figueroa Agosto, cuyas andanzas se daban en las narices del Dr. Castillo como principal funcionario antidrogas de la Nación.

Implacable persecutor de sus adversarios, aun recuerdo los ataques sin piedad que le hizo el entonces Vicepresidente de Balaguer y hoy Canciller de la Republica, al punto de que aquel, hastiado de los insultos consulto con el Presidente Balaguer para responderle y recibió como consejo “ no le responda a esa fiera, ignórelo hasta que encuentre otro objetivo”, y lo encontró en José Francisco Pena Gómez. Hay que decir que por coincidencias políticas, hoy, el presidente del PRSC y el Dr. Castillo son grandes amigos.

Hoy, el Dr. Castillo enfrenta serios cuestionamientos a su ejercicio gubernamental, ético y familiar, y se siente agraviado, insultado, desconsiderado tal como deben haberse sentido los cientos de victimas de sus ataques implacables. De sus descendientes hay dos reconocidos por activar políticamente, uno, Diputado con buena imagen, sosegado, defensor de las mejores causas nacionales desde su curul y el otro virulento, ofensivo e igual de implacable que su progenitor, pero igual se ofende cuando le responden los ataques.

Esta vez el Dr. Castillo Rodríguez esta atrapado, sometido al bombardeo de pruebas fehacientes sobre la violación por su parte de un Código de Ética puesto a su resguardo, le han dado a beber una cucharada de su propia medicina y se le ve a la defensiva, sacando del baúl de los recuerdos extractos de artículos escritos por venerables mártires del periodismo en el cual se alaba la figura del magnifico abogado, pero todo ello conduce a pensar que esta vez el cazador ha sido cazado.