En verdad que el caso brasileiro es una caja de sorpresas. El Tribunal Supremo, en un ejercicio de justicia para todos sin excepción, le dio trámite a una querella en contra de Eduardo Cuhna, el cazador de Dilma Rouseff, la presidenta. Una noticia un poco a la víspera de que la Comisión del Senado de Brasil votara a favor de proceder a la discusión en el pleno el “juicio político” que el entonces Presidente de la Cámara de Diputados viabilizó, con la “velada” esperanza de acercarse un peldaño en la sucesión presidencial.

El Supremo Tribunal Federal ha suspendido este jueves el mandato de Cunha, como diputado y como presidente del Parlamento, por usar su cargo para protegerse de acusaciones de corrupción, pero la lista de escándalos a los que se enfrenta el diputado es mucho más extensa de lo que se ha juzgado hoy.

“La Justicia es para todos, ó no es para nadie” parece proclamar el Tribunal Supremo. Los “pecadillos” de Cuhna no son conocidos de todos, pero el lograba los apoyos para postergar su propia causa y enredar la madeja de los demás, incluido el juicio a la Presidenta. María Martín, en el artículo en El PaísLa vida de sultán del impulsor del ‘impeachment’ de Dilma Rousseff” muestra la vida disoluta de este “hombre de Dios” (ya que es un pastor evangélico) (Disponible en el siguiente enlace: http://internacional.elpais.com/internacional/2016/03/06/actualidad/1457297952_816852.html)

  Dice María Martín: “En el documento, donde se acusa a Cunha de recibir más de cinco millones de reales (1,4 millones de dólares) en sobornos, se afirma que los extractos de las cuentas secretas en Suiza del diputado demuestran “gastos completamente incompatibles como los rendimientos lícitos declarados del denunciado y sus familiares”. 

Para extravagancias,  los gastos de su mujer: “Los extractos bancarios de la hija Daniellle y la mujer de Cunha, la periodista Cláudia Cruz, que se declara “ama de casa”, son igual de estrambóticos. Cruz gastó, en enero de 2014, 7.700 dólares en la tienda de Chanel en París; más de 4.000 dólares en la tienda Charvet Place Vendôme; 2.646 dólares en Christian Dior y casi 3.000 dólares en la tienda de Balenciaga. En Roma, en marzo de 2014, compró 4.500 dólares en artículos de Prada, 3.536 dólares en la tienda de Louis Vuitton de Lisboa y otros 3.799 el mismo mes en la de Chanel, en Dubai. Solo en 2015, las facturas en tiendas de marca de la tarjeta de crédito de la mujer de Cunha suman 14.700 dólares. La hija del diputado también gastó más de 42.000 dólares en tiendas de lujo entre diciembre de 2012 y abril de 2014.”

La excusa de Cunha es muy elaborada: “Cunha, que recurrirá la decisión contra la suspensión de su mandato, siempre ha negado todas las denuncias contra él y rechaza la acusación de que su dinero venga de la trama corrupta de Petrobras, y sí de sus actividades en el sector privado. La explicación del diputado para mantener que esas cuentas no son suyas y que no miente al declarar que no tiene dinero en el exterior aún retumba en los oídos de los perplejos brasileños. Cunha afirmó que el dinero es propiedad de un trust, una entidad jurídica que gestiona su patrimonio, y que él apenas era un beneficiario de esos millones, pero nunca su dueño.”

Extrapolando a nuestro patio: ¿podría el senador “santificado” con un no ha lugar de nuestra Suprema Corte de Justicia soportar una investigación de un sistema judicial independiente como lo está demostrando Brasil? ¿Habrían soportado los casos de los evasores de Aduanas de Santiago no haberse protegido de su condición de hijos de altos dirigentes del partido? ¿Tiene nuestra Suprema Corte de Justicia la misma vocación de combatir la corrupción que la vemos en el caso brasileiro?

Estoy escribiendo en las vísperas de la celebración del compromiso cívico de renovación de las autoridades nacionales: ¿pesará en la conciencia de cada ciudadano evaluar estas comparaciones entre el Brasil de hoy y la República Dominicana de todos los días?