Una de las ventajas de vivir en este país es que uno conoce de antemano las causas perdidas aunque podríamos actuar sobre ellas si quisiéramos, pero a nadie parece importarle.

Por ejemplo, mientras el estado dominicano no se someta a una profunda reforma y la justicia deje de ser una pantomima al servicio del partido en el poder, es imposible combatir la corrupción, el clientelismo, el tráfico de influencia, el nepotismo, el consumismo abusivo y una nomina pública que triplica la que necesita un país como el nuestro. Y esa reforma nunca se concretará salvo que sea bajo una intensa presión internacional en caso de una cesación de pagos. O sea, es una lucha perdida hasta que el volcán explote.

La ubicación geográfica del país y la vinculación de gente con mucho poder en los altos mandos militares y políticos, hacen imposible que la lucha contra el narcotráfico y el lavado de activo tenga alguna posibilidad de éxito. Encontrarán uno que otro embarque, pero pasaran 10 sin detectar. Igualmente, la compra de los inmuebles más caros, de las fincas mejor cotizadas o de negocios fantasmas para vender lo que sea, son una excelente vía de lavar dinero, que de alguna manera tienen un impacto en la economía. Esta lucha es una causa perdida desde hace mucho tiempo y  todos temen enfrentarla.

En una sociedad de hombres machistas, segados por el poder y la arrogancia y que controlan casi todos los estamentos del estado, lo  común es ver mujeres maltratadas, violentadas, abusadas, asesinadas y sometidas a toda clase de vejámenes y coerción, sin que los responsables sean castigados por la justicia como se merecen.  Bajo esas condiciones, la reivindicación de la mujer y la igualdad de género es una causa perdida porque el hombre, particularmente en la sociedad dominicana, es lo más parecido a una bestia descarriada que descarga su frustración, su impotencia y su salvajismo en la violencia de género. Hasta que la constitución no permita que se fusilen a unos cuantos degenerados ¿Quién pude contra eso?

El problema del tránsito es quizás la más notoria de las causas perdidas. Aquí se conjugan la pobre educación del pueblo, la prepotencia de Ministros y funcionarios de menor categoría  que pueden paralizar el tránsito para ellos moverse con libertad, una policía que se vende por cheles para evitar las multas, la violación a todas las señales de tránsito, la ocupación de parqueos ajenos, la obstaculización de las esquinas más transitadas creando un caos del demonio el irrespeto a los semáforos a cualquier hora del día y unas bestias llamadas “voladoras” que se paran donde les da la gana y originan tapones kilométricos. El transito dominicano es lo más parecido a una zoológico de animales salvajes el libertad.

Una gran causa perdida es el problema migratorio. Leyes y disposiciones emanadas de la Corte Constitucional, pero contrarias a los principios universales que protegen el derecho de los inmigrantes o sus descendientes que han nacido en el país hace décadas, ha generado un rechazo internacional masivo, muy degradante y desfavorable para los dominicanos. Pero mientras se debate el tema a nivel nacional e internacional, continua viento en popa el flujo de haitianos indocumentados hacia este lado de la frontera. De hecho, ya no hay  frontera sino una línea divisoria donde se trafica con seres humanos, drogas y toda clase mercancía, que entra y sale sin control de ninguna autoridad. “UN MURO” puede ser la solución siempre que la Guardia Suiza lo custodie.

La madre de todas las causas perdidas está en la lucha contra la delincuencia. El 80% de los dominicanos ha sido víctima de algún acto delincuencial en los últimos 5 años. Y en 2 años más será el 100%. De hecho, algunos han sido  víctimas de los delincuentes hasta 4 veces. Si no lo cree pregúntele a dueños de colmadones, mujeres que viajan en autobuses públicos, a los que le roban vidrios retrovisores y partes de su vehículo y a las víctimas de motoristas que arrancan cadenas y carteras en cualquier esquina del país. Más de las dos tercera parte de  esos actos delictivos no son reportados a la Policía salvo que haya heridos o muertos. Vivimos en un estado de terror constante donde no hay seguridad ni con la propia institución de orden público a la que también hay que tenerle mucho miedo. No es raro que aparezcan bandas dirigidas precisamente por oficiales de alguna rama militar.

Otras causas perdidas son:

La solución al problema eléctrico. Aquí en vez de ir adelante vamos hacia atrás en todos los sentidos, comenzando con el deterioro del sistema de transmisión, seguido de las excesivas cargas financieras por el clientelismo político,  continuando con el creciente robo de energía y concluyendo con la estupidez de embarcarse en la compra de dos grandes plantas de carbón:

La informalidad de los negocios, que en vez de reducirse crecen como la espuma ante un sistema impositivo que los ahoga:

Los famosos pactos, que nunca llegan a concretarse y cuando lo logran nadie los cumple o caen en el olvido:

El salario de hambre que reciben los trabajadores, que cada día pierde su poder adquisitivo en una economía cargada de de inequidades y que se enorgullece de crecer al 7%. Por eso la lucha contra la pobreza es otra causa perdida.

Y algo que va en camino de convertirse en otra causa perdida es la seguridad social, por el desinterés gubernamental de apoyar una de las más grandes conquistas sociales lograda en nuestra historia solo porque otro partido en el poder tuvo el merito de ponerla en vigencia.

Queridos lectores y lectoras, esto no es negativismo ni nada parecido. Es la realidad que vivimos día tras día desde hace décadas, para no ubicar el problema en una gestión de gobierno especifica. Y aunque les llamo causas perdidas, porque nos está cagando nuestras vidas, pueden tener solución en el futuro si nosotros, que somos parte del problema, cambiamos nuestra percepción de ver las cosas y de actuar sobre ellas. Mientras las aceptemos como tal, seguiremos empeorando.