La Coalición por los Derechos y la Vida de las Mujeres presentó un estudio de casos realizado por la jurista e investigadora feminista María de Jesús Pola Zapico -Susi-, con el fin de visibilizar realidades cotidianas a las que se enfrentan niñas, jóvenes y mujeres adultas afectadas por la penalización del aborto en todas sus circunstancias.
En un país con altas tasas de embarazo en adolescentes, de mortalidad materna y mortalidad infantil, donde las cesáreas son la regla y el parto natural la excepción; con unos índices de violencia contra las mujeres altísimos y espeluznantes cifras de feminicidios; vale la pena escuchar las historias de Ali, Mechi, Luisa, Carmen y Lina (nombres ficticios) chicas reales y las razones por las que abortaron, todas absolutamente válidas. La verdad es que leía y pensaba ¿Y si fuesen hijas mías…?
Las historias, tomadas casi íntegramente, con solo algunos ajustes a favor de la economía de palabras:
Ali, con 15 años, ya tiene dos niñas; su primer embarazo fue a los 12. Estuvo en la escuela hasta el sexto curso ya que, por el embarazo, la transfirieron a la escuela nocturna y no podía ir, por lo peligroso de la zona. Su situación es de extrema pobreza, vende pastelitos en la calle para ayudar en la casa. Su educación sexual consistió en que su madre le decía que se cuidara y no se embarazara, y que si iba a andar con muchachos se inyectara o tomara pastillas, y esa es la historia en todos los casos. Su primer contacto sexual fue a los 11, con el padre de sus niñas, que le lleva 9 años. Sus partos fueron por cesáreas y, después de la segunda hija, la planificaron con inyecciones cada tres meses hasta que tuvo un sangrado muy grande y cambiaron a pastillas, que le daban mucho dolor de estómago y las dejó. Su pareja no se quiso planificar porque dice que los condones son para mujeres de la calle y que las inyecciones, su mamá le dijo, podían dejarlo estéril. Volvió a quedar embarazada y, como la doctora le había advertido que debía esperar al menos 10 años para volver a parir, decidió abortar, con métodos caseros y pastillas. No fue difícil acceder a las pastillas, pero le produjo dolores terribles (peor que los de parto, dice ella). Una amiga la llevó al hospital, y tuvo la suerte de que todo transcurrió bien, no murió en el intento. Luego de esto logró implantarse un dispositivo subcutáneo, aunque a pesar de tenerlo puesto volvió a quedar embarazada. Tiene 16 años, dos niñas y un embarazo de siete meses, está anémica, sigue con la pareja con la que vive desde los 11 y que ella describe como “el amor de su vida”, esperemos que la vida no le sea muy breve…
Mechi, víctima de incesto: “Todos esos años estuve como encerrada en una vitrina de vidrio; podía ver a la gente y hasta oírla, pero no podía hablar, ni contar lo que me pasaba,” ¿Pueden entender lo que encierra esta confesión?
Abusada sexualmente y violada por su padre biológico desde los 9 años, a los 15 queda embarazada y este la obliga a abortar. Ahora tiene 33 años, estudios universitarios y tres hijos. Recuerda que cuando era adolescente, cuando veía a su madre (vivía con el padre y su nueva pareja), ésta le advertía que “tuviera cuidado con los muchachos ponemano,” y lloraba por dentro, porque hacía tiempo que quien la tocaba era su padre. Su experiencia de aborto fue cuando su padre violador le dio unas pastillas y le colocó una en la vagina. Ella recuerda que tuvo mucho malestar y dolor insoportable; él mismo la llevó a una clínica, ubicada en un barrio de clase media alta, donde le pusieron anestesia y en el quirófano le hicieron el aborto. Ha tenido secuelas emocionales provocadas por el abuso al que estuvo sometida por tantos años. Su vida transcurrió entre la culpa, vergüenza, ansiedad, depresión. Ella misma dice que no sabe como ha podido sobrevivir. Luego se enteró de que a sus hermanas les había pasado lo mismo. Es decir, su padre abuso de sus cuatro hijas. Ella decidió ir a terapia, porque tenía miedo de enloquecer. Abuso sexual y físico de tu propio padre desde los 9 años, vivir en medio de violencia y maltrato generalizado, porque su padre, también maltrataba a su nueva esposa, a su madre, a las hermanas, no es forma de vivir…
Lina, abortó por incesto, abusada sexualmente por su padrastro con el cual vivía desde los 7 años. A los 12 quedó embarazada y una amiga la ayudo a abortar con pastillas. Le fue bien, ni siquiera tuvo que ir al hospital. Actualmente a sus 28 años, ejerce la prostitución y tiene tres niñas, paridas a los 13, 14 y 15 años. Recuerda que cuando supo que estaba embarazada de su padrastro se hincó a la media noche y llamó al diablo para que se la llevara, porque había escuchado que si se llama a esa hora de la noche él complace, pero no le funcionó. Dice Lina que más le lacera y produce dolor, en medio de todo el drama, es que cuando le contó a su padre biológico lo que estaba viviendo este no la defendió de su violador, solo se la llevó para su casa, donde estuvo hasta que a los 13, cuando se “casó” con el padre de sus tres hijas, ahora vive con las niñas y su mamá, quien está separada del hombre que la violó.
Luisa, aborto por violación. Actualmente tiene 31 años. Cuando tenía 25 años se mudó con un hombre que le lleva 16 años, con el que tuvo una niña y un niño. Se separó por violencia y maltrato. Puso querella y a él le dieron una orden de alejamiento, que incumplió, y la violó con mucha violencia, embarazándola. Ella se hizo un aborto, con pastillas que mandó a comprar con un muchacho, porque a las mujeres no se las venden. A los 15 días tuvo que ir al hospital con una fuerte hemorragia, le practicaron un curetaje y una limpieza. Se queja de que, en el hospital, no hay apoyo para las mujeres que, como ella, han sufrido violencia y violación. Afirma que sus peores recuerdos son por toda la violencia que sufrió de su pareja, no por el aborto, porque eso fue algo necesario, no podía seguir embarazada de un hombre que vivía masacrándola y que la violó brutalmente. Está segura de que su decisión fue la posible y la mejor. Es católica, y considera muy importante la espiritualidad y los ritos de la iglesia.
Carmen, aborto por malformación del feto incompatible con la vida. Es una mujer de 22 años, con muy poca escolaridad, problemas de aprendizaje y déficit de atención, y un retraso mental moderado con diferencia de edad metal y cronológica. A los 15 años se embarazó y se mudó con un joven, con el que tuvo dos hijos por cesárea y luego se separó de él. Al año de separada, conoció otra pareja, se embarazó y se mudó con él. Este tercer embarazo de Carmen se desarrolló mal desde el comienzo y fue referida varias veces al hospital de la ciudad más cercana, donde a los seis meses de embarazo le hicieron una sonografía y detectaron que «el feto era malformado e inviable». Los médicos acordaron que mantendría el embarazo hasta los nueve meses, porque «en nuestro país no se pueden sacar los muchachos antes de eso». Pero la salud de Carmen empeoró en menos de una semana, y cuando ella volvió al hospital, la dejaron interna y a los pocos días hicieron una junta médica y la desembarazaron por micro cesárea. O sea, su aborto fue por decisión de una junta médica por malformación incompatible con la vida del feto. Además, le hicieron una ligadura de trompas en la misma cirugía (en el relato de la investigación, no queda claro si la ligadura fue impuesta o consentida por Carmen).
Una constante en las historias, es que cuando se les consultó como se sentían por haber abortado, cuatro de las cinco (a Carmen no la entrevistaron, la historia la narró su madre) estaban muy contestes en que habían tomado la decisión necesaria y correcta. En el caso de Ali, expresó que ella le dijo a Dios que estaba segura que contaba con su “perdón” porque ella estaba en una situación que no le permitía parir, tenía miedo de morirse y dejar a sus niñas huérfanas. Otra evidencia de que, si hay traumas, son creados y construidos por el dogma, no por la decisión.
Sabemos que hay miles de mujeres en la República Dominicana con historias parecidas a estas. A pesar de ello, hay instituciones religiosas siguen ciegas a esta realidad e insisten en convertir “el pecado” en crimen o delito. Por un dogma, quieren exigir que el Estado siga penalizando el aborto en todas sus circunstancias.