Mientras una mitad de la población añora volver a los tiempos de grandeza cuando el acero y las armas dominaban como manifestación de la fuerza bruta del hombre (macho) sobre su entorno, la otra mitad se empeña en construir un futuro basado en nuevos paradigmas de integración y convivencia de la humanidad con la naturaleza. Unos leen literalmente textos milenarios como dogma divino sin plantear interrogantes; otros postulan nuevos modelos de interpretación de lo observado, refinados constantemente por la experiencia y la reflexión continua en busca de la superación. De un lado hay quienes veneran sin cuestionar la verdad inmutable de sus antecesores como reliquia sagrada, y del otro quienes generan preguntas (im)pertinentes sobre el presente y el porvenir. El encuentro entre estas dos fuerzas antagónicas produce el gradual progreso civilizador de la historia, con sus altas y bajas.
Si nos limitamos a observar la superficie inmediata, veremos más sombras que luces en estos tiempos de trumpismo y putinismo en el escenario mundial. Sin embargo, al menos a nivel doméstico en EE.UU., hay señales inequívocas de corrientes liberadoras en muchas de las instituciones de vanguardia que dan solidez a la aun imperfecta democracia estadounidense. Debemos poner atención a lo que ocurre en ellas y tratar de seguir el camino que trillan hacia el porvenir en lugar de lamentar el triste espectáculo que nos brindan los titulares que bombardean constantemente retrocesos sociales y políticos.
Una de las lacras ancestrales que más impide el empoderamiento del talento y la energía de la humanidad- del hombre y especialmente de la mujer- es sin duda el machismo al que somos tan proclives. Presumiblemente producto de la diferencia natural en el rol que juegan macho y hembra en la procreación- y por ende en la perpetuación de la especie- el hombre tiene una propensión a esparcir su simiente lo más ampliamente posible en cuantos vientres puede conquistar, pues era antaño la manera más eficaz de la naturaleza para asegurar la descendencia de los individuos más fuertes y sanos. Así era en la caverna cuando la mortalidad era muy alta, y por eso el hombre está biológicamente programado para reaccionar de esa manera ante una mujer. Sin embargo, homo sapiens ha evolucionado de tal manera en conocimientos sobre alimentación, higiene y salud (así como en habilidades para evitar toda clase de violencia fatal), que la mortalidad precoz en relación a la prehistoria es mínima, y ya no hay necesidad de procrear profusamente para garantizar que nuestra genética perdure. El machismo es un anacronismo nefasto en el siglo XXI.
Hoy es vital empoderar a nuestros descendientes para que no solo sobrevivan sino que prosperen en el mundo cambiante que vivimos. Para lograr este propósito, se impone el trabajo en equipo para dotar a unos pocos vástagos de la mejor formación posible. Por ende la mujer tiene que dejar de ser un objeto para nuestro egoísta placer y la procreación abundante, y pasar ambos a ser socios parejos en el empeño de formar a los hijos. Mas el reflejo biológico machista persiste latente, prácticamente codificado en nuestra genética y brotando con virulencia en muchas ocasiones. En este escenario el machismo es una retranca de incalculables consecuencias para el anhelado desarrollo humano, que requiere de constante vigilancia para ser extinguido.
Así lo entiende la universidad de Harvard, que acaba de demostrar ante el mundo su compromiso en la lucha contra el sexismo en su comunidad educativa. La institución ha decretado la drástica sanción de cancelar la participación de su equipo masculino de futbol (soccer) en la presente temporada, a pesar de que éste lideraba su liga intercolegial (la Ivy League) en el momento de la valiente decisión de la administración. La sanción se produce al revelar un trabajo investigativo del periódico estudiantil de la universidad, The Harvard Crimson, que los atletas del equipo masculino de balompié producían anualmente una especie de guía o catálogo ilustrado con comentarios irrespetuosos sobre la sexualidad de las atletas en el equipo femenino de balompié, llegando hasta fantasear sobre las posiciones copulativas preferidas por cada una de las deportistas. Era una tradición anual producir este tipo de documento para su circulación entre los atletas masculinos, y parece que no se limitaba al equipo de balompié pues posteriormente se ha comprobado que al menos un equipo más tenía la misma costumbre de mapear anualmente la ruta de sus nuevas conquistas sexuales en el más crudo lenguaje machista.
Al publicar la decisión, la presidenta de Harvard, Drew Faust, manifestó la gravedad del comportamiento de los atletas en palabras inequívocas:
"La decisión de cancelar la temporada es seria y consecuente. Refleja la opinión de Harvard de que el comportamiento del equipo y el hecho de que haya continuado cuando se cuestionó inicialmente son completamente inaceptables. No tienen lugar en Harvard y son contrarios al respeto mutuo, un valor fundamental de nuestra comunidad."*
Mientras algunos jorocones y sus secuaces justifican su reprochable comportamiento basado en que los comentarios sexistas vulgares hay que entenderlos en su contexto de vestidor, en Harvard se entiende que ese comportamiento “terrible” está fuera de lugar en el siglo XXI, sin importar lugar ni contexto. Entre otras razones, porque ese lenguaje se asocia estrechamente con el acoso y la violación sexual que aun azota a muchos campus universitarios y lugares de trabajo. Sin atacar ni denostar a los comunicadores que revelaron la odiosa “tradición” del equipo deportivo, los atletas pidieron perdón por su comportamiento machista a las compañeras ofendidas así como a toda la comunidad universitaria. En lugar de encubrir estos terribles hechos o justificarlos como cosa de muchachos, la comunidad enfrenta el comportamiento machista y sanciona ejemplarmente. Harvard sigue investigando similares prácticas en otros ambientes de la academia y tomando medidas enérgicas para extirpar el machismo de su seno. Dictando con su ejemplo una virtual cátedra sobre el machismo y la lucha por su eliminación, la universidad de Harvard se mantiene a la vanguardia del cambio social como siempre desde mucho antes de la independencia de las trece antiguas colonias británicas. Por eso, y no solo por sus indiscutibles méritos académicos, es respetada y reconocida mundialmente como una institución de excelencia.
*http://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-37876589
Lecturas adicionales: http://www.nytimes.com/2016/11/04/sports/harvard-mens-soccer-season-canceled.html
http://www.thecrimson.com/article/2016/10/25/harvard-mens-soccer-2012-report/
http://www.thecrimson.com/article/2016/11/4/soccer-editorial-suspension/
http://www.thecrimson.com/article/2016/11/7/staff-xc-document/
http://www.thecrimson.com/article/2016/11/9/goldberg-not-a-game/