“Jamás castiguéis, sino después de haber agotado todos los recursos”. Don Bosco
La mayoría de los padres y educadores enfrentamos situaciones que requieren de nuevas estrategias para ayudar a nuestros niños y jóvenes a mejorar la conducta cuando se presentan situaciones y conflictos. No siempre sabemos qué hacer ante el comportamiento no deseado.
Reflexionemos sobre lo que hacen los adultos cuando el niño o joven:
- No hace lo que se le solicita
- Cuestiona las normas y acuerdos
- Hay que repetirle lo que tiene que hacer
- Hace pataletas
Analicemos este caso:
Una niña saca mala nota, no estudia ni se esfuerza mucho a pesar de que se le exige y se le ofrecen recompensas.
¿Se le debe castigar o no?
Lamentablemente, la mayoría de padres y educadores estarían de acuerdo con el castigo, sin saber que el mismo no necesariamente facilitará el logro de los resultados deseados, en este caso: que la niña estudie, se preocupe y obtenga buenas calificaciones en la escuela. Quizás funcione momentáneamente por el miedo y las amenazas o para complacer. Sin embargo, no provocará un cambio real a largo plazo a menos que se utilicen estrategias efectivas con expectativas realistas, siendo fundamental modelar la conducta deseada con paciencia, amor, constancia y firmeza. De nada sirve exigir un día y olvidarse al otro día. La clave está en la constancia y coherencia.
“A mi me pegaron y castigaron y salí bien”
Muchos adultos responden así cuando se les pregunta sobre las pelas y castigos, repitiendo este método de disciplina sin cuestionarse o medir las consecuencias negativas que estos pueden tener en el sano desarrollo de los niños. Las investigaciones recientes ponen en evidencia que estos métodos no son efectivos.
Lo que deseamos es que nuestros niños y jóvenes sean autónomos, capaces de autorregularse y de comportarse adecuadamente sin que padres y educadores tengamos que amenazar, pegar o castigar constantemente. Esto no es sostenible y atenta contra los derechos del niño, su integridad física, mental y emocional.
El psicólogo y autor, Bernabé Tierno plantea que los premios y castigos son, en su conjunto, un tipo de motivación muy imperfecta. Es una motivación extrínseca que actúa desde el exterior. La motivación intrínseca mueve a la persona desde dentro, desde su propia decisión e interés personal.
En vez de castigar, se recomienda que el adulto aproveche las situaciones como oportunidades de aprendizaje y permita que el niño experimente las consecuencias de sus acciones. Sin embargo en nuestro país prevalecen métodos de disciplina basados en la violencia. Según la encuesta ENHOGAR (2015) y la coalición de ONG, el porcentaje de niños y niñas de entre 1 y 14 años que experimentan agresión psicológica o castigo físico es de un 62.9%. Esto es preocupante. Y lo peor es que un gran porcentaje lo justifica.
Disciplina no es sinónimo de castigo. Veamos algunas diferencias entre disciplina y castigo:
Disciplina |
Castigo |
Busca cambio de conducta |
Busca detener la conducta |
Estimula el razonamiento |
Promueve la vergüenza, el resentimiento y el dolor |
Busca y genera cambio a largo plazo |
Busca y genera cambio a corto plazo |
Motivada por la preocupación |
Motivada por la rabia |
El niño se siente valorado |
El niño se siente maltratado |
El niño se siente aceptado |
El niño se siente rechazado |
Torres González, D. (2001)
El adulto debe analizar sus propias conductas, actitudes y respuestas, pero sobre todo las expectativas que tiene y los mensajes que transmite. Esto no quiere decir que permitamos que nuestros niños y jóvenes hagan lo que quieran, como quieran y cuando quieran, sino que debemos orientarlos y ayudarlos a lograr la conducta deseada.
Es importante entender que el niño o joven no se comporta de una o de otra forma para molestar o provocar al adulto, sino que su comportamiento refleja lo que siente y es un llamado para que le ayuden.
En vez de castigar, es recomendable:
- Conocer bien al niño o joven para poder ayudarle a mejorar su conducta.
- Identificar las causas que llevan al niño a comportarse de una o de otra forma para prevenir la conducta no deseada.
- Escucharle y orientarle con claridad.
- Establecer expectativas y límites claros, apropiados y sanos.
- Comprender la conducta sin justificarla, validando sus sentimientos.
- Ofrecer alternativas, modelar y practicar la conducta deseada. No quedarse en el “no”, sino enseñar lo que se desea y espera.
- Asegurar que experimente las consecuencias naturales de sus acciones.
- Ser firme, coherente y constante.
No es fácil, pero vale la pena invertir tiempo y esfuerzo, sentando las bases que promueven el comportamiento adecuado a través de relaciones sanas. Evitaremos muchos conflictos y problemas.
Para más información y recomendaciones, le invitamos a escuchar el podcast “Castigo o no castigo” en www.didactica.edu.do/radio (@Didacticaradio)
@Didactica.RD