Sorprende a veces leer en la prensa escrita una que otra excusa para hablar de nuestro reconocido y mundialmente respetado humanista dominicano Pedro Henríquez Ureña y más cuando el “hablante” o “hablador” se dedica a denostar una tradición de estudios sin conocerla en su extensión o intención.  Abundan por doquier entusiastas y supuestos especialistas que se presentan como “versados” en la obra de nuestro maestro, pero cuando examinamos esos escritos, encontramos que dichos sujetos, con grandes pretensiones intelectuales, no poseen más que informaciones de tercera y cuarta manos, fragmentarias, descontextualizadas, erráticas, erróneas y por demás, carentes de un posicionamiento que denota desconocimiento, no solo de Pedro Henríquez Ureña, sino también de la República Dominicana y sus diversos tiempos sociales y culturales de conformación.

Dedicarse a tomar de pretexto a un autor como el maestro dominicano para buscar “camorra intelectual” es un síntoma indicador de poca solvencia intelectual, pero también de un evidente desconocimiento del archivo cultural, lingüístico, ético, literario, filosófico y cultural de nuestro maestro, máxime si estamos ante una obra que cada cierto tiempo ejerce influencias epistémicas y críticas propiciadoras de respuestas areales, donde el archivo y la crítica interna del mismo reclaman una mirada puntual al paradigma que lo organiza y lo preserva.

Lo que no quiere decir que la obra de PHU no pueda ni deba ser criticada en el sentido de sus fundamentos y sus ramajes formativos.  Existe en algunos “estudiosos” y “especialistas” cierto reduccionismo bastante pernicioso y mezquino en torno a la obra del maestro dominicano y universal que, sin mucho esfuerzo podemos advertir cuando reclaman ideas en torno a algún tópico de relevancia o interés.

Pero es fundamentalmente en la mirada colonizada o prejuiciada de algunos diletantes y llamados profesores de universidades, donde abunda la fiebre de la ignorancia y el equívoco del archivo que logró construir en vida (y desde temprana edad) el más reputado y conocido de los Henríquez Ureña.

Desconocer los esfuerzos que se han llevado a cabo en la República Dominicana sobre Pedro Henríquez Ureña y con él de todos los Henríquez Ureña es también un signo de arrogancia propio de algunos semidoctos dedicados a exhibir “oro” de saber, allí donde no se encuentra.

El más reciente “artículo” publicado en el periódico digital Acento por un profesor asistente de la Universidad de Toronto-Canadá, de nombre Néstor E. Rodríguez, se dedica a  cuestionar los estudios lingüísticos de PHU y a todos los que han contribuido al conocimiento de su obra en la República Dominicana. Como dicho profesor escribe dicha pieza para ensalzar y “publicitar” a otro joven amigo, estudioso y especialista en los estudios lingüísticos de PHU, se va en lauros, alabanzas y supuestos aportes, pero denostando aquello que no conoce y de lo cual no posee las debidas informaciones. Cree dicho profesor dominicano que sólo aquellos que viven en Canadá, México, Argentina y Estados Unidos son los llamados a comprender la obra del maestro dominicano, porque todo lo que se escribe o se hace intelectualmente en República Dominicana no puede ser más que mediocre y sin ningún tipo de calidad.

Así pues, el autor del artículo Revisita (sic) de la obra menos conocida de Pedro Henríquez Ureña entiende que en la República Dominicana no se han estudiado los aportes lingüísticos de PHU, ignorando, como en efecto podemos advertir, dicho profesor de la Universidad de Toronto-Canadá que en el 2003 y por iniciativa de la entonces Secretaría de Estado de Cultura y de su incumbente Lic. Tony Raful, se comenzó a publicar un proyecto de obras completas del maestro dominicano con el auspicio del Banco de Reservas de la República Dominicana.

Tanto el Administrador General del Banco de Reservas como el entonces Secretario de Cultura de la República Dominicana, apoyaron la petición de un Comité pro-publicación de las obras de PHU, tal y como consigna en sus Palabras Preliminares el entonces Administrador del Banco de Reservas, Lic. Manuel Lara Hernández, y en Desde el pórtico de sus obras completas, introducción firmada por el poeta y el entonces Secretario de Cultura Tony Raful.

La comisión para la publicación de las obras completas estuvo compuesta por trece (13) miembros y de la misma se publicaron cinco (5) volúmenes prologados cada uno por un miembro de dicha comisión.

Justamente el volumen cuatro (4) estuvo prologado por una académica de la lengua y conocida lingüista de formación que responde al nombre de Irene Pérez Guerra.  Dicho volumen lleva como título precisamente Estudios lingüísticos y Filológicos.  El aparato crítico está conformado en base a protocolo informativo, cronológico, analítico y didáctico tal y como fue destacado en la nota No. 1 del prólogo de Irene Pérez Guerra.

El listado de contribuciones lingüísticas de PHU suma veinte (20), con subcapítulos que también contribuyen al conocimiento del español en América, la filología americanista y la teoría del lenguaje. Aunque según el profesor de la Universidad de Toronto-Canadá, los estudios lingüísticos de PHU tienen sus problemas a propósito de la contribución de los negros a la lengua de Santo Domingo y en general de América, el campo de formación y especialidad de dicho profesor no tiene los recursos para enfrentar teórica o críticamente los estudios filológicos y lingüísticos del maestro dominicano, debido a que no siendo “especialista” en lingüística y filología de manera estricta, resbala hacia los abismos del desconocimiento y la incomprensión de la historia lingüística de América, respectivamente en el renglón del léxico histórico, fonético y de la fonología diacrónica,  sincrónica o segmental, pero tampoco en historia del léxico romance, territorio en el que cae todo estudio lingüístico de la América continental y sobre todo la vertiente denominada Español de América, tratada no solo por PHU, sino por lingüistas y filólogos como Bello, Cuervo, Rosenblat,
Alonso (Amado),  Morínigo  y toda la escuela filológica orientada por el maestro Amado Alonso en el Instituto de Filología de la UBA y en la Biblioteca de dialectología hispanoamericana, donde tuvo un rol importante PHU.  Desconocer los reales aportes del filólogo y lingüista dominicano en aquel contexto es un mal síntoma visible en un “crítico” de las contribuciones dominicanas al pensamiento lingüístico de PHU.

Otro límite que se hace visible y legible en el artículo, por demás bastante pobre y mezquino del referido profesor, es desdeñar y desconocer el intento de Obras completas de don Juan Jacobo de Lara y de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, que por mucho tiempo fue el Corpus más completo del maestro dominicano, citado hasta hoy, en América.  Restarle importancia o desconocer este aporte para ensalzar otro, sólo porque es más reciente o rescata otros textos o informaciones al respecto, es mostrar una tremenda indigencia intelectual producto de un prejuicio reductor, pero sobre todo crear, sin ningún motivo ni razones, un pretexto para un conflicto innecesario en estos momentos.