El escandalo provocado por el apresamiento en Miami del diputado perremeista Miguel Andrés Gutiérrez Díaz, acusado de haber sido parte de una red internacional de narcotráfico, uno de tantos escándalos de este tipo en las últimas décadas, revela la podredumbre de nuestros partidos políticos, coronada con el vergonzoso laxismo con que sus dirigentes manejan estos casos.

Que la dirección del Partido Revolucionario Moderno se limite a desvincularse de las acciones del diputado Gutiérrez y que la reacción del presidente de la República se circunscriba a dejar claro que “cada quien es responsable por sus hechos”, sin que ninguno de los dos anuncie que se tomaran las medidas de lugar para impedir que el narcotráfico continúe apoderándose de los partidos políticos, llora ante la presencia de Dios.

Muchas cosas se pueden hacer para adecentar los partidos políticos, me limitaré a mencionar una de ellas: la adopción de un código de ética, al cual deban acogerse todos los partidos, dirigido a asegurar la integridad, honestidad y profesionalidad de sus dirigentes y candidatos, acompañado de la puesta en marcha de mecanismos institucionales que velen por su aplicación.

Este código ético, que podría perfectamente ser elaborado por especialistas de la Junta Central Electoral y presentado a los partidos políticos para su adopción, vendría a ajustarse a los reglamentos y normativas de la ley electoral.

He aquí algunas de las ventajas de un código ético, repito, siempre y cuando que se pongan en marcha mecanismos que aseguren su aplicación:

-Corregir las lagunas de la ley electoral y ampliar el pliego de medidas correctivas en caso de acciones o inacciones dirigidas a evadir las reglas o el respeto al espíritu de la ley;

-Atenuar el creciente deterioro de la reputación de los partidos, dirigentes, candidatos y representantes electos;

-Promover entre sus dirigentes, candidatos y representantes electos el respeto a la ley electoral y principios éticos;

-Dar coherencia a los valores y principios democráticos a los cuales dicen acogerse los partidos;

-Facilitar a los dirigentes la gestión de las violaciones al ordenamiento jurídico y principios éticos que minen la confianza del electorado hacia los partidos;

Este código ético, sin ser una panacea para detener el deterioro de los partidos políticos, podría, junto a otras medidas y mecanismos dirigidos a asegurar su aplicación, impedir que un día, tal vez no muy lejano, asistamos al derrumbe del sistema de partido, y que un desquiciado, de esos que tanto abundan en estos tiempos, se alce con el poder, de eso tenemos ya varios ejemplos en la región.