Según la reciente Carta Pastoral de la Conferencia del Episcopado Dominicano,   el incremento de la violencia contra la mujer y la familia, es producto de la crisis moral de  la sociedad dominicana; de la precariedad de los salarios y los servicios básicos, la corrupción y la mediocridad de los políticos. Llama a enfrentar esta realidad desde la fe. ¡Qué bueno, eh?!.

La Carta tiene varias lecturas:

1) Ante la realidad social descrita, la CED,  “se la jala”; pretende   librar la Iglesia de su responsabilidad histórica de esta crisis.  2) Se va por la tangente, y no precisamente, por desconocimiento de herramientas metodológica para el análisis, porque su alto mando, sabe que la institución es parte del problema.  3) Pretende tapar el sol con un dedo, echarle la culpa al pecado, o a algo tan subjetivo como el concepto mismo “crisis moral”. 4) Sataniza a quienes viven en condiciones de precariedad, desempleo y pobreza; 5)  Evade la esencia  del problema: la decadencia del sistema capitalista que chorrea violencia abierta y encubierta contra las  personas; que fomenta el individualismo y el consumismo, que  aliena. Esta realidad, es consecuencia de la explotación salvaje del capital y sus corporaciones políticas y sociales.

Otros mensajes ocultos:

La crisis moral es la responsable de nuestros males. ¿Crisis de que moral?. Esa moral tiene dueño, nombre y apellido: es la crisis de los valores predominantes de las clases que gobiernan. De aquellos polvos estos lodos!, dice el refrán. La moral es  clasista. Corresponde a una ideología y a unos actores históricos;  y en ese contexto la iglesia católica debe muchas respuestas a la humanidad, a América y a los y las caribeñas en particular. Si el sistema capitalista tocó fondo, la moral burguesa que le sostiene derrama todo el pus en toda su estructura.

¿Solo existe violencia intrafamiliar y maltrato a las mujeres en los sectores donde hay bajo salarios y precariedad en los servicios básicos como lo relaciona la Carta Pastoral? Falso, y los obispos lo saben. Por eso no es tan pastoral la carta. Plantearlo así es una satanización a las y los pobres. Es establecer relación vinculante entre pobre y agresor/a;  desempleo y violencia. ¿No hay violencia contra las mujeres y en las familias de los patronos?

¿Hay una relación vinculante entre política y políticos con corrupción y mediocridad?, ¿entre gestión pública y corrupción?, ¿y la corrupción en la gestión privada?, ¿y la corrupción en la gestión de la religión y de las iglesias? Que no es lo mismo que la fe!

Hay crisis en la familia dominicana, porque la sociedad capitalista de la que somos parte, está crisis; hay violencia contra las mujeres, porque esta sociedad es violenta contra todo lo vivo: contra la flora y la fauna; contra mujeres, hombres, jóvenes, ancianas/os, niños/as, gorda/os, flacas/os, negros,  blancos y mestizos y hasta quienes aún están por nacer o muertos en las morgues, son discriminados; y toda discriminación es violencia!

Ese es el fondo del asunto que no se resuelve desde la fe sin compromiso de liberación. El problema no es la familia. Ni que maestras y maestros  no “educan” en valores, o que los medios de comunicación “tienen malos programas”. El problema, es la sociedad capitalista.

Ante los graves problemas sociales y políticos del país, citados en la  Carta Pastoral, la CED – haciendo honor al creador de su iglesia- debería rectificar su compromiso con el poder político y económico y su liderazgo gobernante; renunciar a sus privilegios sostenido con fondos públicos; marcar frontera con los responsables de tanta inequidad social; ayudar a sacar del templo a los mercaderes de la fe y la política.

Sería un excelente aporte de la Conferencia Dominicana del Episcopado a la lucha contra la violencia a las mujeres y la familia.