Todo el cosmos conspiró para que 20 años después de mi salida definitiva de Minas Gerais, regresara nuevamente a visitar a mis amigos ya convertidos en padres de familia y en profesionales en todas las áreas. El calendario marcaba un septiembre del 2011, encuadrado entre el fin del invierno y principio del  verano. La temperatura era agradable, las flores y los árboles manifestaban vidas inusitadas al igual que tus paisanos. Llegué a finales de tu segundo período de gobierno y corrían los primeros años de Dilma. Se decía que en 500 años de historia brasileña, nunca antes había ocurrido una administración como la de tu gobierno, afirmaban todos, incluidos los contrincantes más feroces a tu Partido de los Trabajadores (PT).

Corría como pólvora la noticia, de que 30 millones de brasileños que vivían debajo de la línea de la pobreza habían ascendido socialmente. ¿Cómo hiciste semejante milagro? Se preguntaban dentro y fuera del inmenso Brasil, ahora con una cara modelo ante el mundo. Te convertiste en una referencia regional e internacional, te transformaste en San Lula da Silva. Hiciste un altar de sacrificio a la pobreza con tu pequeña osadía, según algunos. Transformaste, en gran medida, la podredumbre de la miseria social en abono para el despegue del desarrollo nacional, según otros. Todos querían escucharte y aprender de ti, ¿Qué fue lo que hiciste? ¿En qué consistió tu milagro? Se preguntaban los más interesados.

Cuentan que pusiste a sonreír al que no tenía dientes y mostraste el sendero de que otro país era posible con la suma y la confianza de todos los grupos sin importar su condición social. Insististe tercamente en aquello de que Brasil somos TODOS. Los campesinos y peones comenzaron a frecuentar las autoescuelas, haciendo que el consumo de autos de bajo cilindraje, producidos en las plantas automovilísticas brasileñas, llenaran las calles de las principales ciudades del país. Creíste que la inversión en más empleos redundaría en más demanda y la capacidad de consumo de todos.

Aumentaste el acceso de millones de brasileños a los mostradores de las farmacias, no regalaste medicinas, solo abriste la puerta a un derecho inalienable y fundamental. Construiste viviendas de bajo costo para poner a vivir con más dignidad a los que pagaban alquiler o vivían debajo de un puente. Tu gobierno costeó gratuitamente universidades privadas para empleados de tiendas de segunda clase, gomeros y carpinteros. Gran parte de la chusma pasó de objeto a sujeto y los convertiste en nuevos actores sociales. De verdad que no te percataste de que, ¿al ofrecer este poco de derecho, las élites no se sintieron amenazadas en su prestigio y estima por la participación social de los desheredados y los nadie?

Pero no.  Insististe en tu necedad congénita de querer dar más participación y fue cuando en el área de educación superior, posicionaste al PROUNI (Programa Universidad Para Todos) como el mayor espacio de becas en la historia educativa brasileña y latinoamericana. Posibilitando el acceso de millares de jóvenes a la educación, estimulando más aún, el proceso de inclusión social a todos los niveles. En el año 2007, el PROUNI ofreció 265,000 becas en instituciones educativas de todo el país. Tu gobierno invirtió en la creación de once nuevas universidades públicas federales, interiorizando el acceso a educación de calidad, pública y gratuita. Actualmente, las universidades federales ofrecen 135,000 plazas gratuitas cada año. A pesar de este pequeño esfuerzo en el mar de 500 años de deuda social, siempre entendiste que aún era muy poco, casi nada en medio de una población con más de 200 millones de brasileños.

Tu nuevo error fue el de aumentar la mirada crítica de grandes sectores de la población brasileña, sobre los eternos dueños del país. Los desarrapados se enteraron aún más del origen de su mal, la pobreza. Parece ser que eso no agradó a los fabricantes de miseria. Amenazaste las raíces del árbol de la vida plantado en el centro de la eterna desigualdad que te vio nacer, al igual que a la gran mayoría de tus compatriotas. ¿Pensaste que esto no tendría un efecto retaliativo contra ti y tu liderazgo?

Caro amigo, en los 20 años que me ausenté de tus tierras recordaba a un brasileño orgulloso de su fútbol, del carnaval, de su música, la yerba mate, su cachaza, su caipiriña, su fejoada, su cocada y su tongoneo bahiano. Esta percepción aumentó cuando una tarde salí a visitar a mis amigos en Ribeirão das Neves  y te cuento que me perdí, no reconocía los lugares que había desandado casi de memoria años atrás.  El poquito de esfuerzo hecho por tu liderazgo en medio de aquellos 500 años de abandono sistemático por los diferentes gobiernos de turno, se dejaba ver en el físico de la gente, en la mejoría reflejada en las estructuras de sus casas, en su estilo de vida.

Hoy, lo que más me llama la atención de mis amigos, esos hijos de nadie convertidos en alguien, es su capacidad y claridad crítica sobre lo que ahora sucede en tu Brasil, no solo sobre el impeachment organizado contra Dilma y la democracia, sino sobre el origen del golpe implementado por las élites inconformes. Los eternos dueños de Brasil, son menos élite que ayer, porque los que vivían eternamente abajo, están más cerca de ellos y al tanto de sus trampas mediáticas. Ellos critican tus propios errores, defienden lo poco conseguido y quieren más inclusión y mejor calidad social para sus hijos. ¿Acaso esperabas una placa de reconocimiento o un premio por el aporte realizado?