Esta semana pensé que, por primera vez en meses, me excusaría con Fausto Rosario, editor de Acento, por no completar la entrega semanal. Lamentaba la sequía de mi escritura. Más que nunca quiero apoyar al diario y estar de algún modo cerca de los salen a recoger y hacer las noticias. Sin embargo, no se me ocurría cómo transformar este rato de intercambio en un instrumento en beneficio de la causa que nos ocupa a toda la humanidad. El fregadero de la casa y el buzón del Outlook profesional siempre llenos, no daban tregua, y hasta la tarea de mi maestro Pedro Zavala, en la Universidad del Claustro, se iba a quedar sin hacer. El sábado pasado nos pidió leer la novela Frankestein, para discutir las destrezas narrativas de su autora Mary Shelley, que acude a varias voces para narrar su historia. No obstante, no encontraba la oportunidad para sentarme a leer el libro.
En la madrugada del miércoles, los negros presagios de las noticias nacionales y extranjeras me dieron insomnio. Esta semana México se declaró en Fase 3 de la pandemia del COVID-19. Mis parientes y amigos en República Dominicana, ignoran la fase en que se encuentran. La situación es grave, en cualquier esquina del mundo donde tenemos personas de nuestro afecto. Sin poder volver a dormirme, escribí una carta llena de preguntas a una amiga; ella pudo notar que hacía del Whatsapp un pobre confidente. Se trata de la Dra. Yawelida García, una de las personas con que me escribo al menos una vez a la semana. Otra, es mi maestra y amiga Mary Fernández; la última me sugirió la idea de avanzar lecturas con el método de audio-libros.
La idea de Mary me pareció genial, tomando en cuenta que la novela puesta de tarea nació de un relato oral. El maestro Zavala nos asignó esa lectura porque estaba en su programa de estudios, que hemos continuado por la vía remota. Todos sus alumnos ahora, desde el claustro hogareño, en una inesperada experiencia que nos acerca a Sor Juana Inés de la Cruz. La tarea resultó una afortunada coincidencia. Frankestein es una obra más conocida por su abordaje a las manifestaciones sobrenaturales. No obstante, es un gran relato sobre las posibles variaciones del afecto humano ante lo inexplicable. Como la propia autora explica en el prólogo, no pretende afectar ninguna doctrina filosófica, solo abordar la bondad del amor familiar.
Encontré la versión auditiva y como los que la oyeron contarla por primera vez en la Villa Diodatti, frente al Lago Ginebra, en Suiza de boca de la tocaya de Mary Fernández; desde mi pequeño departamento, ubicado en la calle Lago Zurich, escoba en mano, gracias al práctico consejo de mi amiga, pasé a un mejor humor. A pesar de lo anterior, estaba punto de mandar un correo de excusa a Fausto, cuando recibí la respuesta de Yawelida en la mañana del viernes. Mientras hacía los quehaceres de la casa y escuchaba la novela clásica, ella me responde con afecto fraterno desde el Hospital Regional Doctor Marcelino Vélez Santana, donde agota una jornada intensa para atender a los pacientes contagiados con el coronavirus.
Como Roberto Walton, personaje de la novela que escribe a su hermana Margaret Walton Saville en la obra que escuchaba con mis audífonos, Yawe me transmitió con su carta electrónica sus experiencias y reflexiones desde la distancia. Gracias a mis dos amigas, conseguí material para cumplirle a Fausto Rosario.
La voz de Shelley (interpretada por una actriz) como la habría escuchado antes que yo, de viva voz Lord Byron en la Villa Diodatti, formaba un eco con el mensaje de Yawelida: nada despeja más el espíritu que tener un propósito, una meta sobre la cual fijar los ojos del alma. Como un soldado en el frente, mi amiga y doctora tomó unos minutos para mandarme algo más que las respuestas a mis inquietudes. Le pedí que, sin entrar en detalles confidenciales, me contara acerca de la experiencia profesional y humana que vive. Me respondió:
Son tiempos difíciles y nos han cambiado las reglas del juego. Ha sido un aprendizaje en todo sentido. Aprender sobre una enfermedad nueva, con evidencia que sale a diario y que muchas veces cambia lo que pensábamos que habíamos aprendido antes. Aprender sobre bioseguridad cuando la mayoría no hemos tenido mucho entrenamiento en esas áreas. Protocolos nuevos. Pero también una dinámica muy distinta para el paciente y sus familiares. Aquí tu sabes que el esquema es que normalmente el que está hospitalizado cuenta con un familiar o acompañante a su lado 24/7 a menos que esté en cuidados intensivos, en cuyo caso solo será durante los momentos de visita si se puede. Eso cambió, no hay acceso en ningún momento para ver a un ser querido enfermo y a veces ni siquiera para tener noticias de cómo sigue durante días o semanas.
Un aprendizaje de que se puede salir adelante y hacer lo necesario y más todavía aún entre el miedo y los escases de muchas cosas necesarias, si se tiene la voluntad y vocación de servicio. Darnos cuenta de lo solidaria que es la gente en momentos de crisis no tiene precio. Y hasta aprendemos a entender y perdonar a los pocos que pudiendo hacer más, escogen refugiarse en sus cuatro paredes y prefieren quedarse opinando, teorizando y criticando desde sus teclados en lugar de hacer ¿quién sabe? Quizás de alguno de esos teóricos sale la solución a algún problema y así también contribuyen.
Todos somos necesarios y apreciados. De esta crisis agradezco enormemente que mi pequeño equipo de guerreros esta dándolo todo por ayudar a que todo funcione bien y que las cosas se hagan. Que personas en posiciones pequeñas y grandes de poder decir si o no a alguna solución, estén diciendo cuenta con lo que sea necesario, es muchas veces el combustible que nos permite encender los motores y seguir avanzando. Es difícil, el trabajo se ha cuadruplicado, pero saldremos adelante y victoriosos.
Yawe es la Coordinadora del Servicio de Nutrición del mencionado hospital. En la crisis sus responsabilidades han aumentado. Con la misma amabilidad que respondió vía WhatsApp a mis preguntas, atiende a sus deberes como servidora sanitaria. La describo como Robert le describe a su hermana Margaret, a un joven ballenero en Arcángel, en la novela que escuchaba: tiene una habilidad y templanza con la que se hace obedecer.
¿Cuántos afectados por COVID-19 atienden actualmente? Hospitalizados hay entre cuarenta a cincuenta pacientes, una parte confirmados y otros en espera de pruebas o resultados. Entre planta y la Unidad de Cuidados Intensivos hay doce pacientes. No sé cuantos hay en emergencia ni los de UCI neonatal.
¿La ausencia de parientes dificulta sus labores? Nuestro trabajo no aumenta por la ausencia de los familiares, pero los pacientes están más solos; es evidente en el agradecimiento que muestran cuando se les pregunta como están y se conversa con ellos unos minutos, la sed de compañía y contacto humano que tienen mas allá del que reciben con atenciones médicas.
¿Cómo son sus jornadas? Depende del servicio. Veinticuatro horas para algunos, otras unidades como la que dirijo la jornada es sin límite de tiempo hasta que se logre completar el trabajo presencial. Eso puede ser entre cuatro y doce horas. Una parte la podemos hacer desde la casa. Por ejemplo, ver resultados de analíticas, envío de correos solicitando los suplementos, discusiones de los casos entre el equipo.
¿Cómo impactará la pandemia los servicios de salud? Tenemos que prepararnos para poder hacer telemedicina siempre que sea necesario.
¿Qué reflexiones te ha traído la crisis sanitaria? Creo mucho en que "Todo obra para bien para los que aman al Señor y cumplen sus propósitos". Ahí hay una instrucción de amor pero también de obediencia, en las escrituras somos llamados a ejercer la prudencia. En esta situación, quedarnos en casa los que puedan; los que no podemos, usar las medidas de protección, higiene y distanciamiento correctas. Aún así, Dios nos da libre albedrío y las acciones tienen consecuencias. Cuando hablo con él, le pido y recibo paz, también sabiduría, prudencia y provisión para todos los necesitados.
¿Cómo se puede ayudar? ¿Qué les hace falta en el orden material? Necesitamos dos cabinas de descontaminación para que el personal tenga más ayuda a reducir el riesgo de infectarse y de llevar el virus a sus hogares. El donante puede hacerlo a través de la Dirección General del hospital y de algunas empresas locales que están fabricándolas y nos han brindado valioso apoyo, como es el caso de la empresa Atlantic Nivaco SRL, fabricante del producto desinfectante llamado Orpicyl.
Yawelida se despidió agregando palabras gentiles y recomendaciones para nuestro cuidado. Su valor y decisión para vencer a la pandemia son inamovibles. Yo continué escuchando a Mary, gracias a la indicación de la otra Mary, mientras limpio mi casa según las instrucciones médicas de la doctora y amiga. Las voces de García y Shelley, dos mujeres sensibles para el estudio de la ciencias y las virtudes universales, le dieron sentido a mi treinta ocho días en cuarentena. Buscaré más clásicos en audio-libros, como recomienda Mary.