Prefiero llamarte Danilo, a secas. Nada de excelentísimo o Sr. Presidente. Verás, Danilo, es que quiero que entremos en confianza y me escuches como si fuésemos amigos. Que sé que no lo somos, pero en este momento haré varios ejercicios de fe. Uno de ellos es pensar que lo somos, amigos; el otro es imaginar que me leerás. Emplearé un recurso muy usado, al que acuden a diario miles y miles de dominicanos que, como yo, no se rinden: la esperanza.
Te cuento, Danilo, que cuando una familia tiene problemas, inconvenientes, cuando las cosas no van como deberían, se hace de rigor un consejo de familia. La madre y el padre –en caso de que la familia sea modelo nuclear- deben llamar a capítulo a los miembros del clan y empezar a conversar sobre la realidad y los posibles escenarios de solución. Yo me imagino sentada contigo en una mesa de pino y sillas de guano, en el patio de mi casa, tomando café. Mira que no tengo patio en mi casa, pero no olvides que estoy soñando.
Haría como que soy la hija que interpela al padre, y lo hace sobre tantas y tantas cosas, por la curiosidad del querer conocer, porque no comprende, porque no entiende nada. ¿Sabes?, ayer estuve en la Feria del Libro. Asistí a una actividad y pasé por los pasillos del Museo del Hombre Dominicano, una nostalgia muy espesa se apoderó de mi espíritu. Mi hija me acompañaba y una agria sensación me abrumó cuando realicé la pregunta más pesada de todas: ¿qué país le dejaré a mi niña?
¿Te acuerdas cuando dijiste que lo que pensabas hacer con la nación lo podrías lograr en un solo periodo de gobierno? No sé qué pasó en el transcurso de tus primeros años en el poder, pero algo importante sucedió, porque cambiaste de idea y alteraste todo. Todo en la casa fue un puro desastre. Nadie prestaba atención a lo suyo, todo dejó de operar. Danilo, amigo, imagínate que ya veníamos con fallas estructurales muy serias, muy graves y aun así, la cosa fue mucho peor. Se vulneraron leyes, se hicieron acuerdos espurios. Lo peor de todo, dejaste de lado a la gente, esa gente que apeló a la esperanza sin ninguna cuota de garantía, porque de donde tú venías ya habían llegado otros, y dejaron el país destrozado. ¡Pero nada!, de alguna forma muchos te creyeron, te hiciste con el favor de la gente y nos mentiste. ¿Por qué te alejaste de la gente?, ¿Por qué no explicaste tus razones?, capaz y te hubiéramos creído, ¡otra vez! ¿Se trató de que no nos respetas o es que las razones eran indignas?… ¿o ambas?
¿Por qué los militares de Palacio bloquearon el paso de algunas pocas mujeres decentes que nos acercamos a entregar un manifiesto, aquel 8 de marzo del año 2015? Danilo, solo queríamos hablar, contar de lo que nos pasa
Danilo, sé que te encantan las visitas sorpresa –que no me parecen nada sorpresa, más bien populismo del más barato-. Si te respetas como estadista, sabrás que en una nación donde el Estado funciona, cada instancia atiende su ámbito de competencia. Así las cosas, el presidente velaría porque tales dependencias funcionen correctamente. Esa práctica tuya de ir a escuchar a la gente para saber si tal cañada se arregló, si el campo está abandonado, si algún sector clama por financiamiento y no le oyen, no es más que la vieja práctica presidencialista-paternalista que tanto daño le hace a toda democracia que se llame sana, o que al menos procure su fortalecimiento. Pero sé, Danilo, que es redituable en términos de campaña que “Papá Presidente” vaya a la gente, “les escuche” y saque del bolsillo el dinerito para resolver. A este respecto, solo puedo concluir que estuviste en campaña reeleccionista desde que tomaste la presidencia el primer día de tu gobierno, ese 2012. Eso me ha hecho respetarte un poco menos.
Danilo, ¿te has dado una vuelta por los supermercados? Deberías bajar un ratito de tu piso en la torre de la Ave. Enriquillo. Sabías que el otro día vi apio importado. ¡Sí! Era apio de no sé dónde. Recuerdo que en mi Constanza querida se formaban hermosísimos estratocúmulos por tanta vegetación y bosque; ahí se daban abundantes siembras de ciclo corto, como la lechuga, la cebolla, ajíes, y el mismo apio. Se siguen dando, ¡pero caray, apio importado, coño! –dispénsame este San Antonio, Danilo, no es a ti, es la situación-. Se supone que los acuerdos de libre comercio son para que “yo te venda lo que tú no produces y tú me vendas lo que yo no”. ¿O es que se trata de un ganar-ganar sin que importe un carajo la suerte del productor local? Amigo, lo mismo pasa con la cebolla, el ajo, las naranjas. Danilo, Danilo… Si quieres, yo te invito a varios almacenes de los más populares, y te cuento de primera mano lo que ocurre.
Yo sé que cuando tú vas a algún lugar, una suerte de mago, ocupado en el cuerpo de varios agentes de AMET, osa desaparecer cuanta cosa con ruedas haya. Por eso no sabes muy bien del caos del tránsito en la ciudad. Sí, sé que el Ministerio de Obras Públicas está haciendo importantes mejoras en el polígono central, pero hay algo a lo que hay que “meterle mano” ya. Danilo, los empresarios del transporte instalan un control –sea de autobuses o chatarras- donde les place, andan en vía contraria, se suben en las aceras, bloquean el paso al peatón, violan la luz roja, nadie se puede meter con ellos. Tienen un maridaje medio raro con las autoridades de tránsito. Aquí la gente está gastando la vida en el tránsito. Uno que enferma y acabaría con la paz del mismísimo Buda. Yo me “chupé” tu discurso del 16 de agosto pasado enterito, y tú hablaste de un organismo que resuma todo lo que tiene que ver con el transporte. Haz algo y ¡hazlo ya! Tú mejor que nadie debes saber que habrá que ajustarse bien el cinturón para lograr esto, porque al sector transporte de este país le quedan cortas la mafia china e italiana, juntas.
Aquí sí que me da con llorar. Danilo, nuestro país, tu país, el que supuestamente llevas en el corazón, está enfermo. ¿No te has dado cuenta que están matando a las mujeres como si fueron moscas, que hay una masculinidad rota que le está costando la vida ya a mucha gente? ¿Que el ciudadano común no aguanta tanto problema junto, que resuelve su dilema al pelo, con cerveza, ron y hielo? ¿Por qué nunca hablas de eso? Pareces de espalda a esta realidad. En tu discurso del 16 apenas mencionaste algo sobre un botón antipánico, que nadie entendió. ¿Por qué no te reúnes con las mujeres de la Colectiva Mujer y Salud, a discutir cifras, estrategias? ¿Por qué los militares de Palacio bloquearon el paso de algunas pocas mujeres decentes que nos acercamos a entregar un manifiesto, aquel 8 de marzo del año 2015? Danilo, solo queríamos hablar, contar de lo que nos pasa. Tú que hablas de gobernar para la mujer… Esa falta de congruencia no la entiendo, amigo, no la entiendo.
Danilo, mis hermanos hijos de padres haitianos, esos a quienes dijiste: “¡pero ustedes son más dominicanos que yo…!”, a esa gente no se les ha resuelto nada. Siguen con la vida suspendida. La Ley de Regularización no ha resuelto nada… Hay apatridia en República Dominicana.
Dime algo, al inicio de tu primera gestión hablaste de no tirar piedras al pasado; esto no lo aplaudo, al contrario, lo censuro y lo veo penoso viniendo de un dirigente de Estado. Pero, ¿no te parece ya demasiado hacerse de la vista gorda con TANTOS escándalos de corrupción acumulados en tu propia gestión? Este tema, es como si no te quitara el sueño. ¿Puedes dormir por las noches? ¿Miras a tus hijas con ojos de paz? Por si acaso, te cuento que hace días, apenas, fue el primer año del suicidio del arquitecto de la OISOE, David Rodríguez García. Nada ha pasado. Dime algo, Danilo.
Tú que hablaste de convertir la diplomacia en “agente de desarrollo” ¿Cómo es que le has entregado este asunto tan serio a un personaje tan hosco y seco como Miguel Vargas? ¡Por los clavos del Cristo! ¿Cuáles son los méritos? ¿O tales equivalen al vergonzoso trueque que diluyó años y años de trayectoria y filiación en miles de familias perredeistas, entregando por favores esta parcela tan importante para el porvenir del país?
Disculpa Danilo, sé que te pregunto mucho, pero es que no puedo dejar de cuestionar cómo es que apenas luego del jalón de orejas que el CONEP hizo al Ejecutivo –que es lo mismo que decir a ti-, nos sales con Yolanda Martínez como miembro del Consejo Directivo en ProCompetencia. ¿Cómo es que el CONEP parece trazar líneas a las funciones del Estado? No sé; necesito que me expliques.
Ya casi termino. No es que he dicho todo, sé que estás muy ocupado, imagino. Danilo, ¡la nómina publica de tu gobierno es de lo más obsceno y grosero que pueda haber en toda la historia de la República! Hablo de números. Hasta las bragas que llevo puestas las debo. El vestido de fin de año que compraré a mi niña, no lo he tengo y ya lo debo. Vivimos en una media isla endeudada. En tu discurso hablaste de haber saldado la deuda con el FMI, pero lo hiciste con deuda. Eso no lo entiende la gente, pero lo vive. Lo vive en forma de carencia, de pobreza, de ausencia de seguridad ciudadana y oportunidades, de apagones, de falta de salud y de educación. Este gobierno tuyo tiene más compromisos políticos que yo ganas de escribir. Eso no es política, es politiquería.
Yo no sé si esta carta es pública, abierta, cerrada, o si tiene las esquinas dobladas. Sé que privada no es. Sé que me sale de las vísceras decirte todo esto. Sé que no me da la gana de irme de aquí, a otra tierra, a que otra nación disfrute de mis ganas, de mi talento, de mi trabajo y mi empuje. Yo me quiero quedar aquí y quiero que valga la pena. El país está jodido Danilo, es cada vez más invivible. ¿En verdad no te importa?, dime…