Justo Pedro: 

Te escribo esta carta abierta en tu condición de magistrado del Tribunal Constitucional, es decir como intérprete y garante de la Constitución dominicana. Por tanto, te escribo yo como ciudadano, a ti como empleado público que cumples una función de suprema importancia para la vida de todos.

Y lo hago también sobre una base histórica: Fue mi abuela Carmen Quidiello quien firmó, a nombre de la Fundación Juan Bosch y de toda nuestra familia, una de las cartas de aval que presentaste en tu postulación a juez. Fui yo quien se encargó personalmente de encaminar esa carta.

Doña Carmen la elaboró y firmó, con el apoyo entusiasta mío y de todos, porque conocíamos al Justo Pedro Castellanos identificado con la ética de vida, el humanismo y la vocación democrática de Juan Bosch. El Justo Pedro que estuvo ayudando en la revolución de Nicaragua, el autor de la primera antología del pensamiento de Bosch, el primer encargado anticorrupción en el gobierno 1996-2000, el joven entregado a un quehacer profesional, intelectual y social meritorio. El joven educador y rector de comportamiento ejemplar.

Sin entender cómo ni porqué, te involucraste en esa aberración jurídica e histórica que es la sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional, que sus autores y defensores exhiben con orgullo y no es sino un baldón para el país ante el mundo y, sobre todo, ante todos los héroes y heroínas que lucharon por un país sin desigualdades, sin injusticias y sin atropellos a la dignidad humana. Incluido Juan Bosch. Una sentencia racista y antijurídica, un genocidio civil, un apartheid, impuesto con abuso de poder, que sólo hace realidad los sueños macabros de Trujillo, Balaguer y sus más abyectos seguidores.

Me dirijo a ti porque desde hace días viene corriendo, como un tsunami, el rumor espantoso de que el Tribunal Constitucional, a raíz de un recurso presentado este lunes por un oscuro personaje, se apresta a declarar inconstitucional la Ley 169-14, único recurso jurídico que, fruto de un pacto, atenuó -solo en parte y con tergiversaciones graves- los efectos devastadores de la sentencia antes mencionada. Siempre se supo que esta ley era la muda confesión del Tribunal Constitucional y los parteros de la 168-13 y, por tanto, conociendo su fanatismo e intereses ciegos, siempre se sospechó que algo así podría sobrevenir, pues la sangre había quedado en el ojo.

Justo Pedro: Tú y la mayoría de tus colegas fueron parte de la Sentencia 168-13, y eso está ahí, como la mancha en el cuento de Juan Bosch: indeleble. Pero apelo a tu historia. Tú y los dominicanos sensatos en ese Tribunal pueden reivindicarse, reivindicar al país y ser leales a este pueblo sufrido y a los forjadores de nuestra libertad.

Si este rumor -casi declaración- es real, asume tú y las personas de bien que están ahí la orden del día: No dejar que se imponga, sobre la moral y la ley, la voluntad de una minoría de los que Duarte llamó “orcopolitas”, por poderosos que sean. A ellos no les importa que este país se hunda, solo su ambición. Haz lo que te ordena la Constitución: “garantizar la supremacía de la Constitución, la defensa del orden constitucional y la protección de los derechos fundamentales”.