"El que tiene un derecho no obtiene el de violar el ajeno para mantener el suyo.
José Martí

Señor Rodríguez, usted comienza su artículo del 25 de noviembre llamándole  " fauna "a los intelectuales dominicanos.  Se coloca usted en una torre de marfil; dictamina cuáles son los derroteros morales que han de tomar estos intelectuales. Descalifica a unos; perdona a otros. Si ese papel supremo que usted se atribuye no es narcicismo, delirio de grandeza, ¿Qué es, entonces, el delirio de grandeza? ¿Quién se ha llegado usted a creer que es? Esa petulancia merece estudio aparte, y de ella  me ocuparé en otra ocasión.

Inmediatamente se apandilla usted  en un punto de vista ya conocido, culpando a los industriales, a las corporaciones hoteleras, a los militares y, muy particularmente, al consorcio Vicini del flujo migratorio haitiano.

Si usted considera que esas personas son explotadores que esclavizan la mano de obra haitiana, debería usted denunciarlos, y no mandar a otro. Si usted es un socio ideológico del sacerdote Hartley, que lleva una campaña internacional en Canadá y en los Estados Unidos contra este consorcio y contra la República Dominicana, con ideas que compaginan con las suyas, debería usted comprometerse con esa cruzada. A mí lo que me parece realmente patético es que usted le pida a los demás lo que usted no es capaz de hacer. No conozco mayor muestra de irresponsabilidad que la de atribuirle tareas al resto de la humanidad sin la valentía, sin la honradez, sin la entereza para ser el primero en cumplirlas.  Debo, pues, llegar a la conclusión que si usted no practica las exigencias morales, el comportamiento que usted espera de los demás, podría ser considerado un auténtico charlatán. Todavía está usted a tiempo de dejar de serlo. Súmese públicamente a esas campañas, que son el santo y seña de las ideas que usted expone en su artículo.

Yo desde luego no puedo amoldarme a esas exigencias. Primero porque pienso con mi cabeza, no con la suya. Segundo porque tengo una concepción totalmente distinta de la suya. A Ambas cosas tengo derecho, aun cuando usted no me lo reconozca, y descalifique mi ejercicio, basándose en su desacuerdo, sin plantear argumentos.

La inmigración haitiana no es ni remotamente la que  usted se imagina. Tampoco es  la estampa de la novela Over de Marrero Aristy, circunstancia de hace cincuenta años. La cantidad de trabajadores haitianos en el Grupo Vicini, descontando aquellos que entrarían en la jubilación este año, no llega a 12.000 personas. Comparada con el conjunto de la migración resulta demográficamente insignificante. Sus condiciones de vida están muy por encima de las que pudieran tener en su país. Igual acaece con los demás trabajadores. Lo invito a que documente su punto de vista. Examine usted las sentencias de los tribunales contra ingenieros dominicanos sometidos por trabajadores haitianos, y se dará usted cuenta cabal de que no es verdad que se obtengan "lealtades por un caldero de locrio".  Por otra parte,la inmigración haitiana no se limita a trabajadores, que están puedo demostrárselo con multitud de ejemplos, en mejores condiciones que los dominicanos  desempleados.  Hay grandes marejadas de niños, enfermos, parturientas y gente de toda estofa que pesan grandemente  en todos nuestros servicios.

Por otra parte, me llama usted "desfasado" "entelequia del siglo XIX", "pintoresco altisonante y extremista", "chauvinista detenido en el tiempos de los orígenes". Es decir, me califica usted como un anacronismo. Porque continuo apegado a las "efemérides", a Juan Pablo Duarte y a todo lo que representa el nacionalismo. Muy bien.  Usted me ataca en nombre de ideas que nadie conoce.  Y que  usted ni siquiera revela. Explíquenos. ¿Qué propone usted?

Desde 1844 nacimos a la independencia con una frontera intrainsular, compartiendo el espacio territorial con la nación de la cual nos libertamos. Esa condición especialísima hace que la República Dominicana sea un equilibrio de las poblaciones , las culturas y las economías. Si se rompe el equilibrio en perjuicio de nuestro interés nacional, volveríamos a un estadio anterior al de la independencia.  Somos el único país  del continente, y acaso del universo,  que mantiene vivas las riesgosas circunstancias de su fundación. Desde la fundación de nuestro Estado nación  el país se debate entre las dos posibilidades.

El punto de vista haitiano,  que es el ideario unionista que considera la autodeterminación de los dominicanos como una anomalía .El principio geopolítico boyerista de la unificación, la federación  o Estado binacional o cualquier otra fórmula que eche por tierra el principio absoluto de la independencia.y la otra posibilidad queda representada por el principio, que usted combate con saña y sorna, el que encarna Juan Pablo Duarte de la independencia del vecino. Sepa usted, señor Rodríguez, que la frontera que deslinda las dos naciones se mantiene por la voluntad de los dominicanos. Si esta voluntad  se acaba o desmaya, la frontera desaparece, y el país quedaría plenamente ocupado por el desplazamiento del vecino; naufragaría en el caos y volvería agua de borrajas los resultados históricos de 1844.

Señor Rodríguez, por la brutalidad de sus expresiones en contra del nacionalismo, debo esperar que asuma usted sus responsabilidades. Salga  al ruedo. No se esconda en las nieblas ni en los galimatías ni enmarañe en el debate a otras personas que no tienen vela en este entierro. .Durante años he sido víctima de la cacería de brujas que usted ha emprendido atribuyéndome un pasado que no tengo, juzgándome por intenciones que no he tenido, aplicando las mecánicas del terrorismo intelectual, con grandilocuencia, con adjetivos inflados, con frases caricaturales.

Díganos, señor Rodríguez, cuáles son esas ideas del siglo XXI. Si es que las tiene. No se quede en balbuceos ni nos deje con ideas a medio pensar. Afronte las consecuencias de sus planteamientos. Los ejemplos del mundo parecen negarle la razón a los que sustentan la muerte o la disolución de las naciones. Tras el derrumbe del socialismo real en 1989, la antigua Unión Soviética quedo despedazada en 16 nuevos Estados; Yugoeslavia quedó convertida en seis nuevos Estados, Checoeslovaquia en dos Estados, y todavía muchas naciones federadas no han dado su último trino.

No creo, en puridad, que su ejercicio intelectual, asociado ideológico de intereses antinacionales, tenga un efecto positivo para el país. Nadie le niega la potestad de  mantener su opción preferencial por los haitianos en la República Dominicana.  Pero no debe llevarnos ni a suprimir nuestra independencia ni a sentir vergüenza de ejercer nuestra autodeterminación ni de aplicar nuestras leyes, ni de expresar nuestra lealtad a los resultados históricos de  1844. Son esas convicciones, y no el hecho de estar contra nadie, las que alimentan mi visión de las cosas. En su credo la nación se volatiliza hasta volverse niebla; en el mío , es el único marco que da sentido  al esfuerzo de todos  y al porvenir de los dominicanos.  Como diría Martí " prefiero ser extranjero en otras patrias, a serlo en la mía".