En mi última carta, le escribí a aquellos hombres que se sienten orgullosos de su homosexualidad. Traté de persuadirlos de que no hay razón para estar orgullosos de su preferencia. Hoy te escribo a ti, mujer que has decidido compartir tu vida íntima con otras mujeres, negando el diseño de Dios. Espero que el cuadro estadístico que te voy a presentar te haga recapacitar.

La Asociación Médica de Gays y Lesbianas condujo una investigación sobre la salud de tus pares, determinando que tus problemas sanitarios son mayores que los de las mujeres heterosexuales. El estudio se llama “Diez cosas que las lesbianas deben discutir con su proveedor de servicios de salud” y está disponible en la siguiente dirección electrónica para tu verificación: http://www.glma.org.

De acuerdo a dicho informe, tienes el mayor riesgo de cáncer de seno que cualquier otra población femenina del mundo. Asimismo, tus posibilidades de contraer cáncer cervical y de ser obesa son mayores que las de las mujeres heterosexuales, sin hablar de que tu propensión al uso del tabaco, alcohol y drogas ilegales es mayor.

En un estudio realizado por Katherine Fethers en el año 2000 a una población de 1.400 mujeres lesbianas y que se publicó en “Sexually Transmitted Infections”, llamándose dicha evaluación “Infecciones transmitidas sexualmente y conductas de riesgo en mujeres que tienen sexo con otras mujeres”, se determinó lo siguiente:

Experimentas mayores tasas de vaginosis bacterial y hepatitis C.

Tu número de compañeros sexuales masculinos es dos veces mayor que el de las mujeres heterosexuales. Aunque parezca contradictorio, de acuerdo a ese estudio, sólo el siete por ciento de las lesbianas consultadas nunca había tenido intimidad sexual con un varón.

Tus posibilidades de tener cincuenta o más compañeros sexuales masculinos durante tu vida es 4.5 veces mayor que las de las mujeres heterosexuales, lo que denota un alto nivel de promiscuidad en tu población.

Tus posibilidades de sostener relaciones sexuales con hombres que se encuentran en alto riesgo de contraer VIH son de tres a cuatro veces mayores que las de las mujeres heterosexuales. No es controvertida la realidad de que tus pares son más propensas a involucrarse en relaciones sexuales con hombres homosexuales, bisexuales o adictos a las drogas intravenosas.

Tus posibilidades de abusar de drogas intravenosas son seis veces mayor que las de las mujeres heterosexuales.

Creo que las estadísticas presentadas no te dan razón alguna para estar orgullosa. Dios ha hablado muy claro en Su Palabra acerca de tu condición y tampoco te da opción a estar satisfecha.

En su epístola a los Romanos, el apóstol Pablo, hablando mediante inspiración divina, escribe: “Pues aunque conocían a Dios, no le honraron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se hicieron vanos en sus razonamientos y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se volvieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una imagen en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por consiguiente, Dios los entregó a la impureza en la lujuria de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos; porque cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en lugar del Creador, quien es bendito por los siglos. Amén. Por esta razón Dios los entregó a pasiones degradantes, porque sus mujeres cambiaron la función natural por la que es contra la naturaleza…Y como ellos no tuvieron a bien reconocer a Dios, Dios los entregó a una mente depravada, para que hicieran las cosas que no convienen… los cuales, aunque conocen el decreto de Dios que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también dan su aprobación a los que las practican” (Romanos 1: 21-26; 28; 32).

Lo relevante de la Palabra de Dios es que no sólo presenta el problema, sino que trae una solución. En su misma epístola a los Romanos, el apóstol Pablo escribe: “por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios exhibió públicamente como propiciación por su sangre a través de la fe, como demostración de su justicia, porque en su tolerancia, Dios pasó por alto los pecados cometidos anteriormente, para demostrar en este tiempo su justicia, a fin de que El sea justo y sea el que justifica al que tiene fe en Jesús” (Romanos 3: 23-26).

Tú, al igual que yo, pecamos y no podemos alcanzar la gloria de Dios por nuestros méritos. Pero Dios, en su infinita misericordia, pagó nuestra deuda en la persona de Jesús para que, todos aquellos que crean en él, no sean condenados, sino disfruten de la vida eterna. En la misma epístola, el apóstol Pablo escribe: “que si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo;porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación” (Romanos 10: 9-10).

Tu problema se llama pecado y Cristo es la solución al mismo. Sólo tienes que confesarlo como Señor de tu vida, creer en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos y tu vida será transformada, sin verte forzada a creer la mentira de que naciste lesbiana y debes estar orgullosa de ello. Sólo en Cristo hay propósito e identidad.

Sé que este mensaje es contrario a lo que te han vendido, pero no puedo dejar de decirte que tienes la posibilidad de renunciar a un estilo de vida destructivo y abrazar una nueva vida, llena de planes, propósitos e identidades. Qué Dios te guarde y abra tus ojos a Su verdad.