¡Estoy harta, Señor!  Te lo digo en serio.  ¡Harta! –Escribía la mujer descargando en el papel el grito que llevaba en sus emociones.-  El sentirme debajo del gigantesco pie de las adversidades y cómo me aplasta cada vez con más fuerza ha acabado con mi resistencia.  Una pregunta se repite una y otra vez en mi mente, sin que logre callarla:  ¿Hasta cuándo Dios?

¿Hasta cuándo?.  ¿Qué hay que hacer?, ¿En qué me he equivocado? ¿O qué daño tan terrible he hecho como para merecer tan larga condena? Si me comparo con los demás, no que sea la mejor ni mucho menos perfecta; pero tampoco soy tan mala!

¿Entonces qué es lo que pasa?  ¿Qué es lo que me pasa? Preguntó esta vez con la voz y no con el lápiz, pues las ideas en la cabeza viajaban a una velocidad mucho más rápida de la que sus dedos podían redactar.  Soltando todo usó sus manos para sostener su cabeza como si intentara mantenerla en una pieza, ya que sentía que le iba a reventar.

Lágrimas empezaron a chorrear mientras su mente se adentraba por los callejones temerarios de cada razón de angustia.  Los asuntos económicos, la enfermedad que atenta contra la vida de aquel ser querido, las incertidumbres, las mil y unas deudas frente a los millones de sueños no alcanzados.  Trabajar y trabajar, sólo para estar estresada más que por las obligaciones, por los maltratos del jefe.

¡Dios mio! Qué hombre más terrible!  Cómo vomita su fuego “dragónico” queriéndonos consumir a todos los que tenemos la desgracia de ser sus subalternos! Y sin embargo, es el jefe!  Se lleva todos los méritos, gana desproporcionalmente muchísimo más que todos los demás y parece salirse con la suya.

Si Dios, -decía convencida- en este mundo que tú creaste, los malos se salen con la suya y los que te amamos y tememos, los que nos esforzamos por llevar tus mandamientos y ser un testimonio para los otros, somos abusados y puestos por alfombra.  Si tan sólo consiguiera trabajo en otro lugar, con alguien más decente, menos arbitrario, mi nivel de angustia bajaría…

Yo quisiera Padre, -escribía nuevamente- yo quisiera saber exactamente qué hacer. Que me indiques has esto y lo otro, y así salir tal vez no de todos pero de la mayoría de los problemas, porque no es justo, no es justo –Las gotas salpicaban el papel mientras otra intensa descarga de angustia la obligaba a pausar.- Yo me acuerdo que, antes la gente no vivía tan mal, tenían problemas pero no tantos, había un equilibrio, tenían más gozo y paz.  Ahora hasta el aire es denso.

Si manejas la congestión en las calles son similares a las que llevas en el alma.  Violencia, criminalidad, la política, que si la mujer del servicio, y va creciendo tu impotencia, entonces llegas a tu casa y te llevas el sabor amargo de tener por vecina a una “funcionaria” cuya arrogancia le convence que puede apoderarse de tu parqueo.  Subes y encuentras a los niños ansiosos, demandantes, insatisfechos y contaminados por las mil y unas influencias de tu ex, quien encima de no cumplir con sus obligaciones, añade las artimañas de su pareja del momento…  ¡Francamente Dios!  ¿Hasta cuando?  Me aferro a ti para no hundirme en la depresión, pero se me van las fuerzas.  ¡No puedo más! Hasta el dormir es un lujo que me ha sido negado, dime qué hacer?  No te hagas el sordo ante mis súplicas…

La madrugada aceleró incrementando segundo a segundo el peso de cansancio alrededor de sus ojos y la bruma en su cabeza.  Para colmo ya cuando por fin, por fin iba a conciliar el sueño, la alarma de su teléfono celular le anunciaba que empezaban los afanes del nuevo día.  Cargada con la pesadez del sueño no dormido y las mochilas del largo y tortuoso día, se dispuso a prepararse; cual preso condenado, a caminar los angostos pasillos de sus celdas emocionales.  Frente al espejo el terrible aspecto de su rostro era un fiel retrato de como se sentía por dentro, el cual debía esforzarse en disimular.  Tras el baño, y el maquillaje las piezas de la rutina caían una tras otra en un efecto dominó.  A una cuadra del colegio, tras haber dejado a los niños, se detuvo en una calle cualquiera.  Arrastraba aun la convicción de que hablaba sola cuando suplicaba a Dios, porque aunque sabía que estaba ahí, y que su Palabra dice que nunca nos deja solos, así, precisamente así, sola y derrotada era como se sentía.

Suspiraba como tratando de encontrar en el aire el hálito de fuerzas que requería aquel día, -Entonces Dios, ¿no me vas a contestar?  En eso la interrumpió el anuncio de un mensaje de texto.  Disponía de 40 minutos antes de entrar a la oficina, pero de seguro que ya la estaban localizando con algún mega problema.  Para su paz y sorpresa, no era así.  El mensaje venía de una amiga de la iglesia.  Leyó: Mi hermana, Recibe Bendiciones en este día.  Dios me levantó temprano para interceder por ti.  No sé lo que te pasa, pero te manda a leer el Salmo 37 y que recuerdes que te ama y que Él es Fiel.  No temas.

Aprovechando la conveniencia de tener la Biblia electrónica en la memoria de su teléfono, lloró y se consoló.  Percibió esta vez una especie de dulzura en el aire, al tiempo en que un escalofrío, el cual se le originó en la base de la nuca, le recorrió por el cuello bajando por toda su espina dorsal, dejándole la agradable sensación de alivio en sus antes tensos músculos.  Gracias Padre, dijo finalmente retocando su maquillaje, y así, con un añadido grado de valentía y paz manejó camino a la oficina…

Salmo 37: 1-11No te impacientes a causa de los malignos, Ni tengas envidia de los que hacen iniquidad.

Porque como hierba serán pronto cortados,Y como la hierva verde se secarán.

Confía en Jehová, y haz el bien;Y habitarás en la tierra, y te apacentarás de la verdad.

Deléitate asimismo en Jehová,Y él te concederá las peticiones de tu corazón.

Encomienda a Jehová tu camino,Y confía en él; y él hará. Exhibirá tu justicia como la luz,
Y tu derecho como el mediodía. Guarda silencio ante Jehová, y espera en él.
No te alteres con motivo del que prospera en su camino,Por el hombre que hace maldades.

Deja la ira, y desecha el enojo;No te excites en manera alguna a hacer lo malo.

Porque los malignos serán destruidos,Pero los que esperan en Jehová, ellos heredarán la tierra.

Pues de aquí a poco no existirá el malo;Observarás su lugar, y no estará allí.

Pero los mansos heredarán la tierra, Y se recrearán con abundancia de paz.

¡Bendiciones!