Querido David,
Es un gusto escribirte, sé que por tu condición auditiva es más cómodo para ti enterarte de mis divagaciones por esta vía, más que recibir alguna llamada (la cual nunca haría). Antes que todo, deseo que sepas que esta carta pasará a ser parte de una serie infinita de composiciones epistolares que escribo regularmente a los autores (y ahora artistas de otras ramas, siendo tú el primero) cuando a través de su trabajo he aprendido algo o cuando a partir de la observación de su creación se conmoviera curiosamente alguna pieza de mi cuerpo interior.
Por esto y por otras razones circunstanciales, me he propuesto observar tu obra, específicamente desde el cuerpo.
Sé que para ti el espacio es imprescindible en tu creación artística, me he fijado obsesivamente en ello, después de haberte escuchado decir que “en un cuadro, el espacio forma parte del contenido emocional y solo a través del espacio la emoción se desarrolla” Entonces, he podido notar que tu trabajo pictórico inicia y termina con la búsqueda imparable de ser habitado, porque David, ¿qué otro deseo podría tener un espacio, más que el de ser vivido? ¿Qué otra cosa esperaría un recorrido, más que sentir los pasos de un visitante fortuito?
Esos espacios que aparecen tras tus pinceladas, al parecer se han creado para ser el “donde” de los cuerpos imaginarios. Ese cuerpo que lleva cada cual, situado en la mente, viene a ser el protagonista final de tus intensiones. Para completar cada obra que ideas, es altamente necesario que ese cuerpo creativo se involucre y provea el punto de cierre. Cierre que podría llamarse también, punto de partida para el observador ya que cada quien aportaría una visión renovada, cada uno descubriría cosas ocultas para otros y así, la imagen sobre el canvas se perpetuará en los ojos sucesivos que la visiten.
Entonces me pregunto, ¿sería una obra de tu autoría, expuesta a través de los años un elemento poseedor de un cuerpo colectivo? Un espacio en dos dimensiones, creado intencionalmente para ser habitado y lograr ser la conjunción de infinitas miradas, infinitas propuestas, todas, aunque siendo únicas, siendo unidas por la imagen que desde su nacimiento, desde que fuera una simple idea.
Ahora bien, parada sobre la esta proposición de un lienzo infinitamente habitado por todas las miradas y las mentes que lo recordarán, al mismo tiempo me pregunto ¿cómo una obra poseedora de una carga colectiva tan potente, puede a la vez expresar tanta soledad?
Espacios, retratos donde casi todos duermen. Recorridos tan extensos, tan de sentimientos encontrados, llenos de fantasmas. Una piscina que cuenta que alguna vez alguien saltó, una casa gritando que una vez fue habitada…Estos podrían también, ser los espacios más solos del mundo.
Tal vez sea allí, en el punto que enfrenta la colectividad y la soledad, donde el ser humano encuentra las razones. Como bien lo habría dicho Toni Negri, el verdadero miedo de la colectividad, no es la pobreza, es la soledad.
¿Será por eso que plasmas en tus lienzos espacios que obligan a introducirse en ellos? Será que deseas que sea allí, en tus dibujos, donde encontremos ese hueco contradictorio que se genera dentro de cada ser humano y por lo tanto podamos entender que todos estamos al mismo tiempo ocupando la soledad.
¿Será ella, la soledad, el espacio más habitado del mundo?