Solo quien sabe hacia dónde navega, sabe también que vientos son buenos y cual es favorable en su navegación”. – Friedrich Nietzsche-.

Sin que exista en mí, ningún tipo de inclinación a lo místico y mucho menos, la necesidad de plantear la realidad política del Distrito Nacional, partiendo el papel histórico del azar en la consecución de los hechos. Y, sin apostar al designio como figura generadora de algunos eventos surgidos de la propia naturaleza de los procesos en los que coinciden el tiempo y el espacio. Tengo la firme convicción de que el cosmos se alinea en favor del desarrollo político de Carolina Mejía, sin dudas el fenómeno social del momento.

Ella, no obstante ser hija de uno de los políticos más activos de los últimos veinte años, y, a pesar de tener una exposición pública como elemento de ascensión a los escalones del poder, de un tiempo más o menos corto, no ha tenido la necesidad de usar de muleta el nombre de su progenitor, para construir en torno a su imagen, un perfil adaptable a los requerimientos de un partido cuyo esplendor, en parte, es fruto de su visión y compromiso, así como, de una sociedad que cada vez se apega más a la idea de políticos honestos, capaces y transparentes.

La vida se ha encargado por sí sola, de ir colocando en sus manos las responsabilidades que ha asumido con determinación y entusiasmo. Y, le ha dado ese don especial que le permite ser autentica, en medio de la turbulencia como característica inherente de la política local. Carolina posee como pocos, la gracia para lidiar con la gente y sus complejidades en un sistema político amorfo y difícil. Tiene, esa extraña inclinación febril a sentir el calor humano, como si ello alimentara su espíritu, y eso le ha colocado en el gusto de la gente sin aparente dificultad.

Hoy, a casi dos años de convertirse en la primera mujer en ocupar la Secretaría General de un partido criollo, acude al llamado de su militancia, para asumir la dirección del gobierno municipal, obligada a ser, después de febrero, la primera alcaldesa del Distrito Nacional, todo ello sin haber hecho otra cosa, que ser garante de procesos en los que se necesita líderes de su talla.

Su paso por el estamento partidario, me consta, ha dejado huellas imperecederas en la administración de una institución, que no encontró en las mejores condiciones y en la que su impronta, quedará marcada cual mancha indeleble a través de los tiempos. Por eso no me cabe la menor que duda que esa lideresa, además de ser la primera dama en administrar los recursos de la capital, también trazará en la historia política-electoral, un lema que rezará, “antes y después de Carolina”.

Febrero está a la puerta y el tiempo se hará cargo de validar lo que auguro será, la extensión de la obra de quien ha sido considerado uno de los mejores Alcalde de la historia.  Y ella, sabedora de la responsabilidad que se le ha encargado, igual que en otras ocasiones, acudirá orgullosa a darlo todo por los suyos, impregnado a su paso, autoridad, respeto y amor, y asistiendo feliz a su nueva cita con el destino.