Resulta más que interesante ver como el cineasta Alejandro González Iñarritu expresa su sentir respecto al “problema” de la migración. Si bien es cierto que este tema lo había abordado (por encimita) en Babel y Biutiful, ahora montó una exhibición llena de tecnología y talento: Carne y arena.

Carne y arena es una pieza de realidad virtual, dura unos 7 minutos y, ayudado por su amigo el fotógrafo Emmanuel Lubeski, entramos de lleno en el mundo de los migrantes quienes, ilusionados y temerosos, se aventuran a cruzar la frontera.

Para que esto se sienta de a de veras, lo primero que hay que hacer es quitarse los zapatos en una sala tan fría como una cerveza. Uno ve montones de calzado abandonado, desde huaraches de niña hasta botas vaqueras y tenis, muchos tenis, terregosos, rotos, encontrados en los desiertos del norte. A ese cuarto lo llaman la hielera, es uno de los tantos espacios acogedores de la patrulla fronteriza. Descalzos, para que la tierra nos queme, para que la rudeza del camino nos apriete. Luego, unos lentes virtuales y una mochila real para iniciar el viaje del sueño americano.

Iñarritu habló con muchos migrantes que han sufrido este viacrucis; pretende que el espectador se ponga en los ‘calcetines’ de Juan, de Arturo, de Luisa y humanizar el fenómeno, hoy tan manoseado por los políticos de ambos lados de la “raya”, hasta el punto de que se criminaliza a personas que sólo buscan una oportunidad: « los dólares son bonitos, pero yo soy mexicano»,  se lamenta el protagonista del corrido La tumba del mojado, pues sabe que en su país hay poco trabajo y el dinero no alcanza. No en balde en México se pagan los peores salarios de todo el continente, pero eso sí,  tenemos a Míster Slim que no sabe qué hacer con tanto millón.

El mexicano estrenó su instalación conceptual en el festival de Cannes. Buscador incansable de nuevas formas, es difícil definirla, no es una película, ni un cortometraje o un documental. Muchos creen que así será el cine del futuro pero él quisiera que la emoción supere a la tecnología, que uno sufra en “carne propia” la angustia de ser atrapado por la migra; el temor de que el coyote (traficante de personas) nos abandone o nos entregue a los narcos (allí está la matanza de San Fernando, Tamaulipas) o que simplemente, uno muera por culpa del inclemente paisaje: ardiente durante el día, gélido por las noches.

La migración, lo sabemos, es tan antigua como el hombre mismo, por eso es absurdo querer ponerle barreras. Esta tendencia fascista es tristemente global, ni siquiera Francia que se jacta de enarbolar los derechos universales escapa de ella (políticas migratorias cada vez más duras; frecuentes expulsiones masivas de sin-papeles).

Y qué decir sobre la hipocresía de los gobernantes. Por un lado, México, sabedor que no puede darle a todos sus ciudadanos ni trabajo, ni educación ni nada parecido y por el otro, Washington, sabe que necesita brazos en el campo; en la construcción, en las ciudades. Al final ambos cierran los ojos, tolerando estos cruces peligrosos que también implican dinero, mucho dinero, a costa de vidas. Por si fuera poco, el gobierno mexicano lloriquea por los bruscos modos del vecino del norte, pero nada dice cuando sus funcionarios roban, violan, maltratan a los migrantes de Guatemala, de El Salvador, de Honduras…por eso nos “adoran” al sur de Chiapas.

La pieza de realidad virtual se exhibe actualmente en Los Ángeles, en ciudad de México y en Milán y contó con la ayuda de la Fodazione Prada. No estaría de más que los políticos se dieran una vuelta a ver si así aprenden a identificarse con los problemas de la gente.

Recordemos que el cineasta es un consentido de Hollywood, le han dado la estatuilla por Birdman en 2014 (mejor dirección, mejor película y mejor guion) y al año siguiente con el Renacido por mejor dirección. Ahora la Academia le ha otorgado otro Oscar, en una categoría dícese “especial”. Según esto, pocas veces se toma la molestia de dar esta clase de reconocimientos. La última vez que lo hizo fue hace como 20 años para con los de Pixar por su Toy story y antes con Walt Disney al darle 7 “oscaritos” por Blanca Nieves. ¿Podríamos pensar que dejaron el frívolo glamur de lado, al premiar una obra que aborda un drama humano en lugar de dibujitos animados?

« No pude cruzar la raya se me atravesó el río Bravo », apunta el corrido. Iñarritu si la cruza y nos invita a hacerlo para tengamos la experiencia directa de: « caminar con los pies de la persona inmigrante, ponerse en su piel y llegar hasta su corazón ». Qué estamos esperando…