Como manifestación cultural singular, el carnaval Dominicano ha alcanzado un sitial nada envidiable en el gusto popular, la actividad económica, la recuperación de la memoria social y el fortalecimiento de la identidad cultural.

Su capacidad de convocatoria cada fin de semana en distintos puntos del país, la concentración de grandes contingentes de gente el primer domingo de marzo en la capital y los avances registrados en la calidad del carnaval, nos hacen pensar cuán fuerte es su posicionamiento como industria creativa en proceso.

Carnaval de Cabral, Barahona./Foto Carmen Suárez/Acento.com.do
Carnaval de Cabral, Barahona./Foto Carmen Suárez/Acento.com.do

Ya nadie ignora la fuerza del carnaval en las diferentes comunidades portadores de la tradición. El entusiasmo de sus organizadores, la participación de sus portadores y comunitarios y el inicio de un engranaje comercial, propagandístico y de colocación del carnaval como expresión genuina de la cultura popular, es un hecho.

Todo lo anterior no niega que la agenda del carnaval debe integrar temas de reflexión necesarios para mejorar su consolidación y los retos que tiene por delante. Sobre todo, lo relacionado con la seguridad durante las celebraciones carnavalescas, la violencia que, aunque no desbordada comienza a presentar síntomas de preocupación, como el delicado tema de la comercialización de los carnavales, la manera en que se distribuyen los recursos y la contaminación aunque por momento produce este tema en el manejo de la esencia de estas festividades populares.

Esta iniciativa se ha de centrar en el carnaval dominicano como manifestación nacional diversa, multiterritorial y de perfiles distintos y procesos culturales múltiples

Carnaval es hoy sinónimo de movilización de recursos, poblaciones, turistas, recursos monetarios, que se adueñan de las calles de sus comunidades para compartir alegría, sátiras, críticas, temas cotidianos, de la tradición cultural y de la realidad contemporánea.

Vemos con satisfacción cómo cada vez el carnaval se consolida como propuesta creativa, dinámica, ingeniosa, humorística, talentosa y de mucho colorido, imaginación, que ha permitido ofrecer a los visitantes una propuesta de catarsis social efectiva, por eso sugerimos cuidar la gallina de los huevos de oro cuando de seguridad, organización, calidad y la propia violencia que acompaña la sociedad no se adueñe del espacio divertido del carnaval.

Alcanzando el carnaval tan buen lugar como manifestación cultural popular, es tiempo de formular una propuesta desde la gestión misma del carnaval y el propio Ministerio de Cultura para lograr un conocimiento y declaratoria por parte del Congreso, del carnaval como patrimonio nacional.

Este primer reconocimiento del carnaval como patrimonio nacional, no niega su inclusión en una lista nacional para su presentación como patrimonio inmaterial regional por parte de la UNESCO, fundamentado como mandan los procedimientos técnicos de lugar.

Esta iniciativa se ha de centrar en el carnaval dominicano como manifestación nacional diversa, multiterritorial y de perfiles distintos y procesos culturales múltiples. Por lo tanto sugerimos una declaratoria abierta a la manifestación en particular, no a una de sus expresiones particulares, evitando con ello sesgos, fragmentaciones y divisiones al momento de valorar la significación del carnaval como festividad del pueblo en sus distintas modalidades y representaciones.

En todo caso tampoco esta iniciativa niega que los gobiernos locales declaren por su parte vía las Salas Capitulares de sus Ayuntamientos que pueden hacerlo, para cada uno de sus carnavales particulares, pero una cosa no se contrapone con la otra, por el contrario, son reconocimientos que enaltecen las manifestaciones populares, los rasgos propios de cada carnaval y se le hace un reconocimiento de valor patrimonial local o comunitario.