Dejamos el carro en casa de un pana cerca del Teatro Nacional y bajamos la Máximo Gómez guíados no por una nube, sino por una botella gigante de Presidente. No bien dimos los primeros pasos se para una guagua full de disfrazaos con un letrero de "CRISTO VIENE PRONTO" y al lao se le para otra con un letrero de "LLEGÓ EL PERREO"; una mujer con falda hawaiana, pañuelo, argolla y maquillaje de gitana con un niñito llorando a todo pulmón, disfrazao del hijito que el Zorro tuvo en la calle, con antifaz y capita de fundas plásticas negras; muchos gallolocos disfrazaos de vaya usted a saber; muchos hombres vestidos de mujer, pero no de Roba la Gallina. Inmediatamente vimos que el tema de los disfraces del año sería la poco planificada Mojiganga.

El tema musical del carnaval parece que estuvo a cargo de Daddy Yankee, su lucrativo "A ella le gusta la gasolina". Todos los carros que pasaban lo sonaban. El primer contacto directo con la chercha apareció en forma de tiguerona encaramá en un camioncito azul Daihatsu:
—Mira mijo, saca la cámara esa y tírame una foto.
—SÁCATE TÚ UNA TETA— le voceó un tíguere.
—¿A QUE ME LA SACO?
Todo el bípedo errabundo que escuchó esta amenaza detuvo su peregrinaje, pero, por suerte para la Poesía como diría el poeta Pumarol, la tiguerona se metió a pendeja.
—Te volviste un yumyum— le reclamó decepcionado un kamitaxi de los de Bellas Artes. Cruzando la Independencia unos haitianos bailaban Gagá y, por suerte para la Paz Armoniosa como diría nuestro padre Duarte, no aparecieron ni una consuelodepradel ni un vincho a fuñir la paciencia con el rampante racismo. Todo el peregrinaje estuvo salpicao de uno que otro vejigazo y uno que otro ¡INSERTE MALA PALABROTA AQUÍ!

¿Por qué, en los otros carnavales, de otros lares, la gente, se encuera, y no se dan golpes, algo tan chulo, y que te deja hematomas, para recordar, la feliz, Libertad? No en ti en do. En RD se dan golpes porque es una tradición, defienden los folkloristas, ignorando totalmente al distinguido folklorista judío-gringo Larry David que dijo: "También era una tradición sacrificar vírgenes a los dioses, pero dejamos de hacerlo". A la altura del malecón nos paramos, imposible penetrar ese jervedero sin salir lesionao. Subimos la Independencia otra vez y caminamos entre niños de barbas pintadas con lapicero, bocinas, cativías, vikingos taínos, Medusa La Jodona, amets, una lapidación, maimimí, rinocerontes, Escila La Difícil, tres enanos, hombresarañas, jumbos, hombresenllamas, dulces de algodón rosado, mujeres en rolos, dulces de maní, Yajaira La Imposible y una cantidad innecesaria de mujeres en tubis.

Entramos al malecón y nos paramos un momento a pensar en una estrategia para llegar a la tarima de Cultura y también para ser parte de un rebú que nos empujó sin pisar tierra hacia La Ceniza: Un hombre con canas y una pistola apuntándole a otro sin pistola y sin canas. Nunca supimos el motivo de la riña, tal vez un roce, tal vez se mencionó el epíteto "Comesolo", tal vez ensuciaron una chacabana, pero el juidero fue tal que a una mujer le dio una sirimba y fue llevada en parigüela por cuatro enriquillos hacia una ambulancia que por comodidad narrativa estaba en la misma esquina.

Continuamos nuestro empírico andar ingiriendo aguafríacocacolamanímaízarepitadeyucacerveza. Unos mozalbetes con pelucas afro cargaban un inmenso pene de madera mientras vociferaban "¡LA CURA DEL ESTREÑIMIENTO!", evocando, aunque por motivo grosero no fértil, el primitivo culto al dios Calembo. Otro que también andaba por ahí era Califé, ese poeta que está supuesto a criticar la sociedad, un juglar del Caribe. ¿Ha visto usted, amable lector, un Califé sobrio?

Por fin llegamos a la tarima de Cultura y empezamos a disfrutar del desfile de carrozas. Todas las carrozas se llamaban Fantasía Tropical de Nagua, de Bonao, de Cotuí, de Azua, de Cabral, de Cabo Engaño. Consistían en diablos cojuelos, papeluses y platanuses, cachúas y lechones. Varias carrozas eran dos tambores y ochocientos AYAYAYs ondeando ochocientas banderitas a lo loco.

La carroza que más me gustó fue una de Villa Consuelo, Ransés con sus faraones y caballos; retazos de la historia egipcia desfilando muy campantemente frente al Mar Caribe.

La voz de hombre en las bocinas era tenaz, piadosa, informativa y autoritaria:

"AVANCEN AVANCEN…
SI NO AVANZAN VAN A SER DESCALIFICADOS…
AVANCEN AVANCEN…
DIOS MÍO…
AVANCEN AVANCEN…
VAMOS POR LA CARROZA 102 Y FALTAN 1,534…
AVANCEN AVANCEN…
A ESE DIABLO COJUELO QUE TIENE PARAO EL CARNAVAL…
MIRA… DIABLO COJUELO… MUÉVETE MUÉVETE…"

En ese momento el diablo cojuelo se quitó la careta, y resultó ser Hipólito.