Con la inédita y novedosa iniciativa del Presidente histórico Juan Bosch, de enviar jóvenes dominicanos a estudiar nuevas carreras profesionales que incidieran en el desarrollo del país, a la salida de la férrea dictadura Trujillista, cinco banilejos( Walter Cordero, Radhamés Mejía, Luis Manuel Peguero, Ernesto Germán y Dagoberto Tejeda Ortiz) fuimos escogidos y becados para estudiar ciencias sociales en Brasil (Sociología, economía, veterinaria y administración de empresa), gracias a la intervención de Don Fabio Herrera Cabral (Fabito), banilejo, Vice-Ministro de Relaciones Exteriores, que coordinaba este novedoso e impactante programa, no valorizado todavía.
Por sus relaciones con Europa, sobre todo con el mundo académico francés, Brasil estaba en la vanguardia de los conocimientos científicos de las ciencias sociales en América Latina. Impactado su ambiente democrático por un funesto Golpe de Estado, que nos recordaba a nosotros el Golpe de Estado al gobierno popular y democrático de Juan Bosch. Aun así, fue profundamente pedagógico-educativo, para nuestras conciencias por las propuestas y las luchas del pueblo brasileño, sobre todo, de una pequeña burguesía intelectual-académica, donde el arte y la cultura fueron banderas y trincheras de lucha política.
Pudimos conocer la parte de una iglesia católica contestaría, simbolizada por Don Heder Cámara, el obispo de los pobres, cimarrón, crítico, símbolo de una iglesia comprometida con la teología de la liberación, conocimos las acciones de los grupos de la izquierda revolucionaria, de organizaciones obreras-campesinas de vanguardia y propuestas educativas innovadoras como las de Paulo Freire, con su pedagogía del oprimido y la educación como práctica de la libertad, así como de un movimiento de resistencia de una arte popular comprometido, donde el pueblo era el centro y el protagonista del conocimiento y de la lucha de resistencia, ante una maquinaria política-militar recalcitrante, trogodita y despiadada.
A nuestro regreso al país, encontramos a un pueblo traumatizado por el Golpe de Estado a Bosch, la rabia y la frustración de la lucha gloriosa de la revolución de abril del 65, la indignación por la funesta intervención militar norteamericana y la dimensión de los deseos de tener un país para todos, con las ansias por la justicia, la igualdad y la libertad.
Ingresamos a la docencia en la UASD, nos relacionamos con los grupos de vanguardia de cristianos (católicos y protestantes), con el movimiento de la teología de la liberación, y nos insertamos en los grupos críticos católicos con el padre jesuita Sergio Figueredo y el Padre, sociólogo, Jorge Cela. En ese proceso conocimos al sociólogo Rafael Tomás Carvajal y al sociólogo Carlos Pimentel, que todo reconocíamos como “Carlitos”. Los tres, pensábamos de la misma manera, nos comprometimos con las mismas causas, nos insertamos en el Instituto de Promoción Social (IPS) para trabajar con los barrios populares, en procesos de participación y formación. Desarrollamos cursos, talleres, seminarios y conferencias. Posteriormente, con el pastor anglicano de San Pedro de Macorís, Edmundo Desueza y Dagoberto Tejeda Ortiz, crearon el Centro de Promoción Social y Acción Ecuménica (CEPAE), con el apoyo del Consejo Mundial de Iglesias, a los que se integraron con valiosos aportes, Carvajal, Carlitos y Max Puig.
CEPAE, trabajó con los grupos de avanzadas de cristianos comprometidos con la teología de la liberación, con un movimiento ecuménico de dialogo y relaciones con los grupos socialistas y comunistas a nivel del Caribe y de América Latina. En un ambiente de cambio y revolución, de identificación con los movimientos de izquierda, con teorías sobre la revolución, con identificación con los movimientos subversivos guerrilleros, con la epopeya gloriosa de la Revolución Cubana, la Revolución de Abril del 65 y la aureola revolucionaria de Manolo, de Caamaño, de Fidel y del Che.
Eran momentos de euforia, de sueños y de utopías. El repudio a la dictadura ilustrada Balaguerista nos identificaba, los deseos de los cambios sociales nos precipitan a la generosidad, la guerrilla nos obsesionaba. A los que éramos cristianos comprometidos, como Carlitos, Carvajal, Max Puig, Miguel Cocco y yo, entre otros, nos atraía la figura del sacerdote colombiano, el guerrillero-leyenda, sociólogo como nosotros, Camilo Torres, estrella que nos llenaba de luz, de sueños y de utopías.
En ese ambiente nacieron los Corecatos liderados por Miguel Cocco, donde todos nos integramos, recordando entre muchos, a Leonardo Mercedes, Max Puig y Rafael Camilo. En ese proceso, Carlitos Pimentel, Rafael Tomas Carvajal y Dagoberto Tejeda seguimos trabajando juntos en esta perspectiva, alimentando una amistad que llegó a la hermandad.
De los tres, el más profundo intelectualmente, era Carvajal, ideólogo, circunspecto, filosofo, crítico y el más sobrio, formal, callado, que respondía siempre con una sonrisa, con un encantamiento natural, pero con principios, era Carlitos, teniendo los tres en común el trabajo de inserción con los sectores populares, con una fe escatológica en el pueblo. De él fue que aprendimos todo y cuestionamos incluso nuestros conocimientos sociológicos académicos tradicionales, por una sociología crítica descolonizada y descolonizadora.
Carlitos, era coherente y consecuente. Nunca transigió, no se doblegó, no se vendió, no renunció a sus principios, a sus sueños de transformación social, revolucionaria, a su compromiso con el pueblo y con la patria. Era ejemplo, referencia y la amistad entre él, Carvajal y yo, siempre se mantuvo con respeto, solidaridad y amor.
Un fatídico día recibí la amarga y dolorosa noticia de que Carlitos había fallecido. Reaccione incrédulo, dije que no era imposible, que no podía ser. No acepté esta realidad. Por eso, no fui a ninguna de las actividades mortuorias. ¡No quería verlo sin habla y sin su eterna sonrisa en una caja y menos presenciar su entierro¡ Lloré sin parar y llegó un momento que no tenía lágrimas, sino sollozos. Desde entonces, Carlitos vive en mi corazón y en mis recuerdos, en una lucha contra el olvido.