Leyendo la prensa me pregunto cuál debería ser el papel del Gobierno del Cambio frente a situaciones individuales desgarradoras reflejo de la inequidad tan dura que sufren nuestros sectores vulnerables.

Frente a casos que forman legión y logran interpelar la opinión publica cuando la prensa los recoge, ¿dónde debe situarse la actuación de las autoridades dentro del marco de un estado social de derecho?

Para expresar mi preocupación debo recurrir a algunos conceptos, como los de caridad, clientelismo, paternalismo, filantropía, asistencialismo y derechos.

Según el diccionario la caridad se define como actitud solidaria con el sufrimiento, limosna que se da o auxilio que se presta a los necesitados.

Es un término de connotación religiosa, con ella se busca subsanar una carencia de manera inmediata.

El clientelismo es una práctica política de obtención y mantenimiento del poder asegurando fidelidades a cambio de favores y servicios otorgados generalmente con recursos públicos.

Cuando se habla de asistencialismo, se trata de un comportamiento político orientado a resolver problemas sociales a partir de la asistencia externa en lugar de generar soluciones estructurales.

El concepto de patriarcalismo se refiere a la autoridad del padre como figura de poder a la que se encuentran sometidos todos los hijos e hijas; en un ámbito más amplio, el paternalismo es la aplicación de formas de autoridad y protección propias de la familia tradicional a relaciones sociales de otro tipo como las políticas o laborales.

La filantropía es un sentimiento altruista que hace que los individuos ayuden a otras personas de forma desinteresada, es amor incondicional, es decir, sin intereses, sin fines de lucro y sin requerir nada a cambio.

Estos términos han tenido vuelcos que, en algunos casos, resultan significativos. Es, por ejemplo, el caso de la filantropía que puede aportar a los filántropos notables beneficios, materiales o inmateriales, debidamente consagrados en el ordenamiento legal del capitalismo contemporáneo. Una de sus vertientes actuales se expresa por medio de la responsabilidad social corporativa, a través de programas sociales y/o ambientales llevados a cabo por las empresas.

De modo que los cambios sociales conducen a cambios en el significado y uso de los conceptos o definiciones. Es lo que también ocurre con la política y su mediatización, que van de la mano con la “sociedad del espectáculo”.

La política como espectáculo trae sus consecuencias, entre las que se cuentan la banalización y la personalización, convirtiéndose los dirigentes políticos ellos mismos en espectáculo.

Hoy en día, en el marketing político todo se rige por una técnica, el story telling.  Es el arte de construir y contar una narrativa que conecte con el público, con el mensaje que se transmite después de numerosos encuestas y estudios acerca de lo que piensa el consumidor de noticias.

Los integrantes del gobierno y los dirigentes políticos de la oposición tienen sus propios relatos (story telling), como herramientas políticas de legitimidad y como recurso comunicativo que difieren desde afuera del poder y desde adentro.

Los actos de caridad, paternalismo o asistencialismo hacen parte del story telling de muchos de los actores políticos. Sirva de ejemplo el sonado caso del candidato del PLD Gonzalo Castillo, que se comprometió a pagar los estudios y a reconstruir la humilde casa de un niño que soñaba con ser piloto o técnico en aviación luego de invitarlo a visitar las instalaciones de su empresa privada, donde le dieron un recorrido y una vuelta en helicóptero.

Ahora bien, una vez asumido el poder se trata de gobernar para todos y todas, apuntando a la reducción de la pobreza con enfoque en los derechos, tanto para los que hacen las leyes y deciden las políticas como para toda la ciudadanía.

El valor de los derechos es la aceptación de todos como seres humanos a través de una relación horizontal y no vertical como las fomentadas por la caridad y el asistencialismo.

Tal como lo ha señalado el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, “la erradicación de la pobreza no es una cuestión de caridad, sino de justicia”.