Como los dominicanos no podemos estar tranquilos ni un solo segundo de nuestra agitada existencia diaria, por los precios, el combustible, la luz, el agua, el tránsito, los impuestos, las lluvias devastadoras de cada temporada, y la madre de los tomates incluida, ahora comienza a salir en escena el show de la tercera reelección de Danilo.

La verdad es que no sabemos porque el patio se alborota tanto, pues al final si los señores del PLD quieren hacerlo, lo van a lograr y tan fácilmente como sucedió la última vez. Total, una modificación a la Constitución, hecha en papel de mantequilla, para esos fines, o conseguirlo por una de esas aclamaciones populares tan socorridas y sacadas del bolsillo por sabios del derecho constitucional y hasta del mercantil si hace falta, es un asunto de lo más simple.

La fórmula es bien sabida, se hace una acción de comienzos de zapatas o de inauguraciones finales de obras, preferiblemente escuelas y hospitales, se orquesta una apabullante acción mediática de bonhomía del primer mandatario presentándolo como un santo cpaz de hacer los más portentosos milagros, se echa mano a unas encuestas que arrojan magníficos resultados de imagen, y ya está la pista lista para despegar otra vez.

La llamada oposición, que no se opone a nada ni a nadie, y que al parecer solo se oponen entre ellos mismos, se rasga las vestiduras porque un tercer mandato de Danilo significa que los que aspiran al cambio, o mejor dicho a la reposición, les alejan las mieles del poder por otros cuatro años, y claro, ya serían veinte de corrido, demasiados en el dique seco de la política criolla, y eso es muy duro de asimilar en el prestigio de liderazgo partidario, en lo social como marca y, sobre todo, en lo económico, todo hay que decirlo.

Eso de ser presidente, del sigue y sigue que da tanta seguidilla, es algo muy propio de nuestros países latinoamericanos que están faltos de tanta cuchara democrática. Recordemos que lo primero que hizo Hugo Chávez fue desbaratar el congreso venezolano para alargar su mandato y tratar de perpetuarse, lo mismo sucede con su sucesor, el inmaduro Nicolás Maduro, lo han intentado también el ecuatoriano Rafael Correa, el nicaragüense  Daniel Ortega, y el boliviano Evo Morales.

Eso sin contar los matusalenes Castro. El actual dueño de la preciosa finca antillana, el “teennager” Raúl, se “retira” ahora y un tanto a destiempo, con ochenta y seis añitos a cuestas, casi sesenta mandando y mangoneando con su hermano Fidel, y además estará tres años más de supervisión ideológica, por si acaso algo se desvía del recto camino del socialismo cubano.

De ahí, que el presidente Danilo quiera un tercer mandato, es no cosa del otro mundo, sucede entre los líderes carismáticos y populares del entorno, y en países curiosamente poco desarrollados institucionalmente, donde las grandes mayorías de la población se las mueve desde arriba y con hilos más o menos disimulados de las tarjetas solidarias, las funditas de comida, las canastas navideñas y otros caramelitos por el estilo, como títeres de ferias o vasallos de los antiguos señores feudales.

Oigan, y es que “el carguito” de Presidente, así lo denominó un ex nuestro, como que gusta. Tener lambones por doquier, viajecitos en primera, cómodos y todo pago, conocer personajes de otras latitudes, intercambiar regalos, loas y parabienes, ser aclamado por aquí y por allá, qué le pidan toda clase de favores, empleos, viviendas, ayuditas, salir en la prensa, en los anuncios, dar discursos, cortar cintas inaugurales, cobrar un buen sueldo, más los viáticos y ñapas que se le puedan pegar, pasar a la historia, estar en los libros… como dice aquel merengue del Cieguito de Nagua… mantequilla o queso, a quién, a quién no le gusta eso…  El “carguito” gusta. ¡Y de qué manera!