Somos enemigos de la lisonja, lo mismo para darla que para recibirla, pero por una acción humanitaria que presencié en la cárcel Pedro Santana de El Seibo, me quito el sombrero y me inclino ante dos funcionarios y un senador. Son los directores de Aduanas, Enrique A. Ramírez Paniagua, y del Plan Social, Iris Guaba, quienes juntos al senador por Hato Mayor, Rubén Darío Cruz (Rubén Toyota), realizaron en esa cárcel un operativo médico y la donación de medicamentos, alimentos, sillas, ropa, zapatos, útiles deportivos, televisores. Ese penal acoge a los internos de Hato Mayor y El Seibo.
Si acciones como esas se repiten, o mejor dicho, fuesen permanentes, nuestras cárceles dejarían de tener el estigma de que son “cementerios de hombres vivos”, la universidad para graduarse en nuevas técnicas para delinquir y los lugares donde se planean y ejecutan los peores crímenes.
Cuando los internos, que son una población vulnerable y excluida, reciben este tipo de tratamiento, donde ven que la sociedad está pendiente de ellos, que son importantes, se humanizan, le eleva la moral y cambian su conducta.
Hay que ver la reacción de los reos, cuando hablaba el senador Darío Cruz y decía que hay que abrirles las puertas para que se puedan reinsertar en la sociedad (en el mercado laboral) sin prejuicios. Desde sus celdas o recostados en los barrotes de las puertas de hierro, los presidiarios le tributaron un aplauso de pie.
Yo no la conocía en lo personal, pero Iris Guaba me simpatizó con su discurso humano, religioso y sincero. Propone humanizar las cárceles para que cada uno de los reclusos salga a enfocarse en su vida y realizar su sueño “en el campo de batalla”. Ella les leyó a los encarcelados el siguiente mensaje: “No importa lo que se haya vivido; no importa los errores que haya cometido; no importa las oportunidades que se hayan dejado pasar; no importa la edad; siempre estamos a tiempo para decir: ¡basta! Para oír el llamado que tenemos que buscar la perfección, sacudirse y volar muy alto, muy lejos del pantano”. Leyó el pasaje de un best seller titulado “Volar Sobre Pantano”.
Narró que la noche antes a la jornada humanitaria en la cárcel se encontró con esa obra en un estante abandonada desde el año 2002, y al abrirla lo primero que encontró fue ese párrafo subrayado; entendió que Dios había dispuesto que fuera a leer el mensaje a los internos. Se definió como una devota cristiana. Mientras hablaba lloró de la emoción, los presentes aplaudían. Guaba obsequió el libro a la cárcel para que sus mensajes sirvan de motivación a la población carcelaria.
En representación del director de Aduanas, Enrique A. Ramírez Paniagua, participó la gerente de Comunicaciones de la DGA, Lissette Selman, quien además de dirigir el operativo en lo concerniente a Aduanas, tuvo a su cargo la maestría de ceremonia.
Por lo poco que me toca como reportero, quiero acoger las críticas positivas que hizo el director de Prisiones, Tomás Hungría, a la prensa por el tratamiento que damos a las informaciones sobre las cárceles.
“Cada vez que escucho decir que La Victoria es un cementerio de hombres vivos me hiere, me llega al corazón, me rompe en dos; porque ustedes no se imaginan lo que tenemos que lidiar días tras días, noches tras noches para mantener equilibrado el sistema penitenciario”, agregó.
Expresó que las noticias negativas le afecta porque echa por el suelo el trabajo para cambiar el estigma, la actitud de los internos para que no se sientan excluidos y sin la oportunidad de reencausar sus vidas. A veces se siente frustrado porque en los penales se gradúan de diversos cursos técnicos cientos de internos, pero los medios no lo destacan, sino cuando hay riñas y motines con heridos y muertos. “…Porque pensamos que cuando hay un impacto mediático negativo aportamos, pero no es así, es todo lo contrario”, indicó.
El general Hungría me convenció cuando dijo que “lo malo no es lo normal” y que las noticias de influencia positiva, como la jornada humanitaria que realizó Aduanas y el Plan Social en El Seibo, ayudan a transformar la sociedad.