Esta pandemia ha resultado emotiva, ecologista, digital, filosófica, feminista y keynesiana. Emotiva porque en cuatro meses hemos superado los tres millones de infectados a escala planetaria y, aunque en RD la incidencia ha sido relativamente baja, se ha cobrado la vida de artistas apreciados como la diseñadora Jenny Polanco, el escritor René Rodríguez Soriano, el escultor comúnmente llamado El Artístico y pintores cuya avanzada edad no permitió determinar si el coronavirus fue causante de la muerte o no. Ecologista, porque, aprendamos la lección o no, nos hemos pasado casi dos meses cuidando el planeta. Digital porque hasta las personas más recalcitrantes han tenido que incorporar estas herramientas a sus vidas y ya han proliferado bodas, fiestas de graduación y hasta entierros por zoom (por salud no debe haber muchos presentes y por dificultades de desplazamiento, hijos que viven en países diferentes de los padres han podido participar así en la despedida a sus deudos en momentos de interdicción de vuelos). Filosófica porque desde los memes más pedestres, hasta las reflexiones de Byung-Chul Han o Yuval Harari, la humanidad ha sentido la necesidad de entender y aportar significado a esta travesía común.
Feminista porque, además de que todos, hombres y mujeres, adultos y niños, nos hemos visto realizando tareas tradicionalmente llamadas femeninas (tiempo con la familia, cuido del hogar, atención a aspectos sentimentales), también hemos visto numerosos ejemplos de que los países administrados por mujeres han respondido mejor a esta crisis de salud y de economía. Y si no son los primeros mandatarios, la comparación de los resultados entre los ministros de salud de Portugal y España también ha sido fehaciente.
Ahora bien, el aspecto más inesperado ha sido la inusitada y decidida confianza manifestada por todas las autoridades gubernamentales en las teorías de John M. Keynes para enfrentar los efectos de un enemigo microscópico. El presidente francés, en su primera alocución, hizo un discurso ambiciosísimo donde enumeraba las maneras en que su país iba a enfrentar la situación. Luego vinieron las declaraciones del presidente Medina y el equipo gubernamental detallando la participación del estado en la respuesta local y resultó en la serie de medidas económicas más amplias que se hayan implementado en toda la historia dominicana. Todos ellos superados por el Congreso y el primer mandatario norteamericanos que, en dos meses, han apoyado una intervención por un valor de 6 billones de dólares (en inglés le dicen trillions, se corresponde con 12 ceros, 6 millones de millones).
Ya desde el segundo paquete se hablaba de que en dólares constantes la intervención norteamericana sobre su economía estaba entre las diez más altas de la historia, incluyendo la respuesta al crash de 1929 y todas las de la Gran Depresión. Con el cuarto paquete se le añadió la característica de que en el espacio de 90 días se superó el total de lo aprobado durante un año y medio para responder a la crisis que empezó siendo hipotecaria en el año 2007. Es decir, más dinero y más rápido que nunca. En los EEUU, después de las grandes crisis de origen financiero se han redactado leyes para contrarrestar sus efectos como la Sarbanes-Oxley o la Dodd-Frank, por nombrar algunas. Esperemos que los legisladores y ciudadanos del mundo muestren igual diligencia en elaborar mecanismos para fiscalizar y monitorear todo este inesperado gasto público.