1.- La más resaltante de las particularidades de nuestra independencia es que la proclama del 1844, cuyo 177 aniversario celebramos, no se produjo de la metrópoli colonizadora, como en todo el continente.

2.- Se produjo con la separación de Haití, la primera nación constituida en América Latina, la primera en abolir la esclavitud, y que había derrotado el ejército de Napoleón. También una guerra de características raciales.

3.- Para entender las particularidades de la independencia dominicana, hay que remontarse al medio siglo que la precedió:

*Al Tratado de Basilea de 1895, mediante el cual España cedió su posesión de la parte oriental de la isla a Francia, rechazada por las élites que se sentían y eran españolas. Justo cuando se incubaba la rebelión de los esclavos en el Occidente.

*En consecuencia hubo también rechazo a las escuadras francesas que llegaron al Oriente, en las que predominaban los negros, con algunos  mulatos.

*De ahí la batalla de Palo Hincado, donde Juan Sánchez Ramírez derrota al general Ferrand en 1808, haciendo prevalecer la hispanidad. Mientras los líderes de la nueva nación haitiana proclamaban que la isla era una e indivisible, temiendo la prevalencia de conquistadores en el lado oriental.

*Entonces quedamos en el vacío de los aciagos 13 años bautizados como  de la España Boba. Sería el caldo de cultivo para el primer pronunciamiento independentista, el de José Núñez de Cáceres en 1821 que, con la corta visión de las élites pro hispánicas del momento, no proscribe la esclavitud. Lo que contribuyó a que no tuviera fuerte apoyo y quedara como la independencia efímera.

*Quedaron abiertas las puertas y ventanas para que el ejército haitiano intentara el planteamiento inicial de su revolución, con la ocupación de 1822, que terminaría 22 años después con la independencia dominicana.

4.- El grito de la puerta de El Conde fue el segundo pronunciamiento independentista que, tras reafirmarse militar y heroicamente frente a Haití, sufriría el eclipse de la anexión o vuelta a España, 17 años después en 1861. Este absurdo entreguismo obligó a una tercera independencia, la Restauración de  1865. Esta sí una guerra contra los conquistadores españoles.

Era indiscutible que en las dos partes de la isla se habían configurado dos naciones, fruto de las ambiciones y las luchas de los colonizadores españoles y franceses. Diferencias de lenguas, razas y culturas las definieron.

Pero el proceso independentista dominicano fue verdaderamente arrítmico, atípico, peculiar. Tanto que en principio no contó con el apoyo de los precursores latinoamericanistas, que admiraban el arrojo de los haitianos.

Por todo eso es más admirable la visión y determinación de los trinitarios, especialmente del padre fundador, y el heroísmo de todos cuantos insistieron en la creación de la nación dominicana en tres etapas, lo que también fue una peculiaridad.

Pera el absurdo llegó al extremo de que los ideólogos y padres de la nación, los trinitarios que creían en la viabilidad de la República, fueron rápidamente desplazados por los promotores de protectorados.

Prevalecieron las élites tradicionales, de hateros, comerciantes y hasta intelectuales y religiosos, que sólo veían hacia Europa, instauradoras de la cárcel, el exilio y hasta los fusilamientos de los patriotas.

Ese ha sido el sino de la República. Aún después de la Restauración, Duarte y los trinitarios fueron rechazados. Y siguieron las traiciones a los ideales de los independentistas, y el desacierto político y las divisiones de los liberales y demócratas que nos ha castrado hasta nuestros días.

Es importante que reflexionemos sobre esa fatalidad de la historia nacional, ahora que se verifica un nuevo intento por superar las debilidades institucionales, por fortalecer los mecanismos democráticos, combatir la corrupción y liberarnos de la impunidad que la incentiva.

Hemos fracasado una y otra vez, víctimas del caudillismo, del presidencialismo, del continuismo, cuando no de la anarquía y de los intereses de los grupos económicos hegemónicos. Pero también de la claudicación de los que comenzaron levantando los sueños de los patricios y concluyeron reproduciendo los métodos de los traidores.

La actual coyuntura de pandemia, que este año nos impide reunirnos, con sus terribles repercusiones económicas y sociales, nos obliga a una profunda reflexión en este 177 aniversario de la Independencia Nacional. Y a un mayor esfuerzo de concertación de las energías de los dominicanos y dominicanas.

El compromiso con la patria grande que idearon los trinitarios, liderados por Juan Pablo Duarte, sigue pendiente de concretización. Reivindicar su legado trabajando por las transformaciones necesarias para instaurar una sociedad democrática, sin exclusiones, con igualdad de oportunidades, es el verdadero patriotismo. Sólo con el desarrollo integral alcanzaremos una nación libre y soberana, rememorando al poeta Juan José Ayuso, abriendo surcos claros para que los sueños quepan.-