Habrá que confirmarlo con la señora Acevedo que asesora a Hipólito, o al equipo que acompaña a Danilo en el asunto. Pero hasta hace poco las encuestas nos decían que PRD y PLD sumaban un voto duro, durísimo, cercano al 65-70%, por lo menos. El voto duro es fiel como las novias nuevas. Firme, como la fe de los adolescentes. Leal, como un vecino banilejo.

No importa quienes sean los candidatos, podrían cambiarlos mañana, pero por el PRD vota uno de cada tres, -por lo menos-, e igual o un poquito más por el PLD and friends.

Y entonces, ¿a dónde nos lleva este "abuso de las estadísticas"?

Nos conduce a que el PRD y PLD, la partidocracia reinante, deben acariciar ese 30-30, con el cuidado con que una madre levanta su niña de la cuna para alimentarla en su santo seno. (Una madre joven es una virgen entre pañales)

Entre ese 30-30, como una carabina de rebeldía, destaca la juventud, que siempre es revolucionaria, y también las mujeres que son quienes manejan hogares y piensan en lo inmediato, valoran más la realidad de hoy y sus pesares, que la de ayer y sus locuras, abusos, excesos.

Como anda una madre y sus preocupaciones, anda el país y su futuro.  Con  los jóvenes, por rebeldes, no funciona tanto la memoria contra el olvido, porque el pasado lejano no lo padecieron y el reciente no es un paraíso. Y ahí están las encuestas de los asesores blancos y morados para corregirme.

Hipólito y Danilo deben preocuparse por lo que, parafraseando la legendaria canción, yo llamo "La carabina 30-30″ electoral, ese 30% de los votantes que decidirá quién será el próximo presidente de la República.

Si a Hipólito no se le desparrama la frágil unidad lograda hasta ahora en las filas perredeístas – (aunque hay signos preocupantes a partir de la confesiones mediáticas recientes de Víctor Gómez y Miguel Vargas)- y si reduce sus exabruptos verbales, sus posibilidades son altas. Si las acciones fueran mañana, las ganaría.

Por su parte, Danilo, finalmente empoderado por su partido como candidato, si quiere ser presidente tendrá que negociar con Leonel y juntos poner freno a los "dañagobiernos", "perdonavidas",  "maquinitas de restar votos", empecinados en enfrentar a la prensa de mayor credibilidad y rating (¡en medio de una campaña electoral, joder!) con sus acciones de corte fascista, y que al no tener sanción, son percibidas por parte de la opinión pública como política de Gobierno. Y esto, aunque sólo la mezquindad política y la derrota "por el triunfo ajeno" de algunos, pueda llegar  a pensar que Leonel Fernández promueve acciones de ese tipo. (Entre los defectos de Fernández como mandatario nunca ha estado la arrogancia y mucho menos la prepotencia. (Negar el talante democrático de Leonel, es como negar que Hipólito Mejía ha levantado con su señora una familia ejemplar.)

Pero eso sí, en la medida en que Fernández no reacciona ni corrige a quienes le citan fuera de contexto y editan sus palabras, no deja entonces de tener alguna responsabilidad. Al fin, es él quien nombra, traslada, rota y sobre todo quien puede cancelar a quienes atentan contra su credibilidad personal y la de su gobierno, bastante dañada en estos momentos.

A blancos y a morados, les regalo esta Carabina 30-30.

Entre la juventud y su rebeldía infinita, entre esa madre joven preocupada por la inseguridad ciudadana, porque, ay, su niña no llega, ay, ahí están las elecciones de mayo.