El siglo XIX fue determinante para que los EE.UU iniciara una carrera indetenible hasta convertirse en la primera potencia que es hoy. La nación creó todas las condiciones hasta diseñar las estructuras para consolidar su industria con posicionamiento global de superpotencia.
Estamos en una época donde el multilateralismo es fundamental, y los expertos de La Organización Mundial de la Salud (OMS) alertaron hace unos años a los países sobre la probabilidad del surgimiento de la “Enfermedad X”; un virus tan poderoso que sacudiría los sistemas de salud del mundo. Sobre todo por lo experimentado con los brotes epidemiológicos del Sars, el Mers, el Sika, el Ébola, la Chikungunya; que sirvieron de “ensayo” para dar respuestas a gran escala en caso de que simultáneamente se produjera una situación como la que existe en la actualidad.
Dentro de la circunstancia actual, considerada la peor de la historia reciente, el sistema capitalista estadounidense ha evidenciado que no tiene un plan nacional, y sus mayores problemas se han reflejado en la centralización de riquezas. Nadie niega que EEUU ha acumulado riquezas nunca vistas, pero están concentradas solo en un grupo de grandes capitalistas. Y en lo fiscal, a pesar de ser un fuerte recaudador, se han venido reduciendo las políticas de servicios, solidaridad y apoyo sociales desde el Estado.
El sistema norteamericano necesita cambios importantes, sin importar que quienes gobiernen los próximos cuatro años sean demócratas, republicanos o independientes
Recordemos que cuando estalló la pandemia, las principales quejas fueron la falta de insumos médicos para suplir a todos los equipos de respuesta inmediata. Luego, se apresuró en la reapertura del país, en medio de fuertes cuestionamientos nacionales; por el volumen de contagios y muertes, sobre todo en los sectores con fuerte presencia de latinos y afroamericanos.
En su libro El precio de la desigualdad el economista Joseph Stiglitz hace mención de que “la crisis financiera del 2007-2008 desencadenó una nueva conciencia de que el sistema económico estadounidense no solo es ineficiente e inestable, sino también básicamente injusto”.
Por otro lado, el informe anual (2019-2020) del Programa de Las Naciones Unidas (PNUD), plantea que los EE.UU se encuentra en el puesto número 15 en el Índice de Desarrollo Humano (IDH). Mientras que datos revelados por el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS), plantean que “los gastos militares a escala mundial aumentaron en 2019 hasta su cifra más alta en los últimos 10 años, impulsados en gran parte por el significativo incremento del presupuesto de defensa de EE.UU”. Bajo la actual administración Trump se ha designado más dinero en defensa y seguridad nacional y menos para salud, trabajo y educación. Por eso no es sorpresivo el retorno de la retórica populista.
Sin embargo, el bienestar alcanzado en las áreas económica, tecnológica, científica, armamentista, espacial y de inteligencia artificial ha sido mediante el atrincheramiento del desarrollo social y medioambiental; alejándose cada vez más de las características de una sociedad justa y equitativa; una sociedad creadora de oportunidades y defensora del bienestar de su gente.
A menos de tres meses para las presidenciales, que serían en un contexto amplio, las más reñidas de la historia, por la polarización de fuerzas, el partido Republicano y el partido Demócrata se encuentran ultimando detalles, en medio de fuertes intimidaciones por parte del partido gobernante para que no vote por correo, y con la promesa de un plan de vacunación nacional en la misma semana de las elecciones.
A todo esto, persisten problemas como la tasa de desempleo que ronda en 8.4%, según la Oficina de Estadísticas Laborales (Bureau of Labor Statistics, por sus siglas en inglés; con nuevos escándalos que “sacuden” las aspiraciones del comandante en jefe: por haberse hecho Pública una decena de audios divulgados por el renombrado periodista y escritor Bob Woodward, en los cuales el presidente hace comprometedoras declaraciones de temas relativos al racismo, la pandemia, entre otros escándalos. Y supuestamente les llamó “perdedores” al principal símbolo del poderío de esta nación: sus veteranos de guerra.
Mientras tanto, nada cambiará, ya que el problema es sistemático, los expertos predicen una recesión económica por la quiebra de cientos de empresas, la volatilidad en los mercados. Gobernadores republicanos, que se apresuraron a reabrir sus ciudades y quienes en el 2016 votaron por el presidente, ahora sufren al ver a sus estados siendo azotados por el aumento de contagios de la Covid-19.
Muchos vislumbran que el problema actual puede volcar al electorado a buscar alternativas en el partido Demócrata. Mientras tanto los problemas persisten en la nación más poderosa, y hasta el director de la Organización Mundial de la Salud (OMS) Tedros Adhanom Ghebreyesus, pidió a Donald Trump "no politice el virus".
El sistema norteamericano necesita cambios importantes, sin importar que quienes gobiernen los próximos cuatro años sean demócratas, republicanos o independientes. La crisis mundial llegó en un momento en que los países capitalistas debatían cómo relanzar sus sistemas políticos y sus economías.