Las instituciones de educación superior en República Dominica en su mayoría mantienen un sistema de otorgar credenciales sin tener mucha influencia en la producción de conocimiento. Al igual, si observamos el bajo nivel tecnológico de las exportaciones y, por las inversiones que realizan las empresas nacionales en tecnología, podemos concluir que en su mayoría son intensivas en mano de obra y de bajo perfil tecnológico, como tampoco es aparente que dedican personal o esfuerzos en investigación y desarrollo o en actividades de innovación (I+D+i). Es de esperarse, entonces, que la relación entre las universidades y las empresas en el país están limitadas a las tradicionales como son búsqueda de pasantes y para temas académicos y no para crear conocimiento científico o técnico, por ende el bajo perfil del país en competitividad e innovación.
Sin embargo, hoy en día las ventajas competitivas de cualquier agente económico y de cualquier país dependen cada vez mas de los avances científicos y tecnológicos que de mano de obra barata o de recursos naturales y, como elemento central para lograr estas ventajas, encontramos la creación y utilización del conocimiento, donde el capital humano es el principal activo.
“El ser humano ha demostrado que está en constante evolución y con cada nuevo descubrimiento empujan las fronteras hacia nuevos límites.”
Por medio de la creación de conocimiento y a través del avance de nuevas tecnologías, hemos presenciado grandes transformaciones económicas y sociales. Como el desarrollo de nuevas formas de crear riquezas, creando nuevas industrias y destruyendo otras. Las estructuras de producción han cambiado. Se ha aumentado la interdependencia entre naciones a través de las cadenas globales de valor. Han surgido nuevos modelos de negocios como el de economía compartida y el emprendimiento social. Hemos presenciado avances en medicina, en la producción de alimentos y hemos visto cómo la sociedad está reconociendo la importancia de mitigar el cambio climático. A través del desarrollo científico y tecnológico no sólo se ha transformado la manera en que se produce, sino también, hemos cambiado la manera en que nos comunicamos y cómo vivimos. El diccionario de Oxford define el conocimiento como hechos, información y habilidades adquiridas por una persona a través de su experiencia o educación; y la comprensión teórica o práctica de un tema. Igualmente se define como la comprensión o familiaridad de una ciencia, arte o técnica. Y para lograr que las personas adquieran conocimiento, a través de la educación, investigación o experiencia, son imprescindibles tener infraestructura e instituciones sociales eficientes. A nivel mundial, la pandemia ha traído desafíos en muchos aspectos sociales, incluyendo en nuestros sistemas educativos. Al principio de la pandemia, 188 países en total cerraron sus escuelas, perjudicando a 1.54 mil millones de estudiantes, siendo los más afectados los estudiantes y profesores ya marginalizados. Las inequidades entre estudiantes y profesores sin habilidades digitales, sin acceso a servicios básicos como electricidad y sin acceso a tecnologías e internet, ha sido evidente. Las consecuencias de este año perdido están por verse, pero sin duda representa una oportunidad para reconocer lo relevante que son las habilidades digitales de la población y la importancia del acceso a internet y a tecnologías, para el progreso de los países y por ende para elevar la calidad de vida de la población.
Para poder enfrentar y superar estos desafíos y para lograr introducir de manera efectiva el conocimiento en la economía, es imprescindible contar con instituciones de educación superior de calidad y es necesario además desarrollar capacidades para poder aprovechar el conocimiento científico y técnico. La evidencia indica que los países que más invierten en educación superior y en investigación y desarrollo, son los países que tienen sistemas nacionales de innovación mejores articulados y han creado mejores dinámicas económicas que resultan en mayor movilidad y desarrollo social. Aunque resaltamos que no es una inversión aislada, el acceso a la formación, sumado al acceso a salud, a información y a tecnologías, son herramientas esenciales con las cuales las personas pueden convertirse en eficaces agentes económicos.
En las últimas décadas el rol de las universidades se ha ido transformando teniendo mayor relevancia en el desarrollo económico, destacándose la importancia del conocimiento y aprendizaje a través del uso, aplicación y comercialización de los resultados generados por las investigaciones. Este nuevo papel ha obligado a las universidades a reformarse e incluir nuevas estructuras como son oficinas de transferencia, de patentes y de servicios, para así poder ser eficientes introduciendo en la economía el conocimiento generado.
En el caso de la República Dominicana, aunque la mayoría de las instituciones de educación superior se limitan a la docencia, con el apoyo de fondos públicos existen universidades que han fortalecido su capacidad de investigación y desarrollo (I+D). Según las estadísticas del año 2017, 3% de los profesores realizan investigaciones, y el sistema cuenta con 3.94% de profesores con doctorado y 60.7% con maestría. El monto total de fondos públicos invertido en el país en educación superior durante los últimos 5 años, es alrededor del 0.40% del PIB, siendo la inversión por estudiante equivalente a USD$510. Sobre datos de inversión en investigación, no contamos con evidencias de que las empresas o industrias en el país realizan inversiones en I+D. La información disponible es relativa a la inversión pública el cual es del 0.1% del PIB, por debajo del promedio de Latinoamérica y el Caribe (0.7%) y muy por debajo del promedio de inversión de los países de la OECD (2.5% en el 2019).
No debe sorprendernos entonces que la producción de conocimiento en República Dominicana es baja, como evidencian los indicadores Aplicación de Patentes del Índice Global de Competitividad con 3.8 de 100 y Co-invenciones Internacionales con 2.8 de 100. Igualmente, lo observamos en los indicadores del Índice Mundial de Innovación como son Creación de Conocimiento con 1.3 de 100 y el Impacto del Conocimiento con 15.3. Estos índices toman en cuenta datos concretos como son, por ejemplo, publicaciones científicas donde en el período 2000-2014 el país registró un promedio anual de 102 publicaciones. Sin embargo, en el año 2018 tenemos sólo tres publicaciones en revistas científicas significativas por millón de habitantes, el cual está por debajo del promedio de 250 en América Latina y el Caribe. Así mismo, en el año 2018, tenemos 295 solicitudes y 16 concesiones de patentes. Algunos otros datos relevantes es el porcentaje de exportación de alta tecnología, porcentaje de importación de alta tecnología y productos TIC’s, y porcentaje de manufactura de alta o tecnología media alta, los cuales el país queda rezagado.
Lamentablemente República Dominicana aun no cuenta con un sistema de indicadores para medir la inversión que se realiza en investigación y desarrollo tanto publico como privado, como cualquier otro dato relevante para medir la ciencia, tecnología e innovación, como son trabajadores en áreas intensivas en conocimiento, la cultura científica, la vinculación universidad-empresa y el emprendimiento. Pero es evidente que el crecimiento económico del país no está impulsado por la innovación, si no más bien por el consumo.
Esta realidad pudiera ser transformada. Las empresas pueden lograr ventajas competitivas a través de mejorar los procesos productivos y la calidad de sus productos y servicios, e inclusive pueden mejorar el desarrollo y adaptación de tecnologías por medio de utilizar el criterio de contratación de individuos o servicios a universidades con áreas de I+D y a centros de investigación, orientado a utilizar las habilidades técnicas y científicas disponibles con el propósito de lograr grandes transformaciones en sus empresas. Adicionalmente tienen la oportunidad de beneficiarse de descuentos incluidos en el articulo 287 del Código Tributario y en la Ley 392-07 para investigación, experimentación y desarrollo de prototipos. En los aspectos de formación están en la capacidad de mejorar el apoyo que ofrecen a sus colaboradores a través de educación continuada y ejecutiva, al igual que para posgrados y así mejor aprovechar el capital humano ya contratado.
Tanto para actualizar y mejorar la calidad de la educación superior, como para mejorar los resultados de la I+D+i, debe ser el interés del Estado, de las universidades y de las empresas desarrollar mecanismos eficientes para asegurar que los individuos adquieran las competencias que se requieren para transformar al país. Igualmente debe ser de interés de todos incrementar la inversión publica y privada tanto en educación superior como en I+D+i. En este sentido, para cubrir cualquier deficiencia o falla del financiamiento privado, la Ley 139-01 contempla que el Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología tendrá presupuesto para programas de becas para estudiantes sobresalientes; para apoyo a la experimentación y para cubrir gastos de protección de patente; para apoyar programas de investigación y transferencia de tecnología; y programa para financiamiento de proyectos de innovación tecnológica e incremento de la competitividad industrial, pendiente de poner en ejecución.
Ahora bien, no importa la creación de Ministerios, Normas, Gabinetes, Pactos y demás si tenemos funcionarios públicos incapaces de implementar y hacer cumplir las leyes, si no contamos con inversión pública y privada apropiada para crear capacidades eficientemente, si nuestros ciudadanos no tienen oportunidades de emprender, si no apoyamos el arte y la creatividad en todas sus expresiones, si nuestra gente está enferma y si no somos capaces de entender el impacto que tenemos cada cual en las instituciones económicas y sociales. Todos tenemos la obligación de determinar cuales aspectos requieren de grandes transformaciones, demandar nuestros derechos y asumir la responsabilidad que nos corresponde.