Hoy todo me parece más bonito,
hoy canta más alegre el ruiseñor,
hoy siento la canción del arroyito
y siento como brilla más el sol.
Toy contento,
yo no sé qué es lo que siento,
voy cantando como el río, como el viento,
como el colibrí que besa la flor por la mañana,
como taralara que deja su canto en la sabana.
Esta canción me recuerda mi infancia, me hace sentir una nostalgia llena de alegría y amor. Les hago ese regalo de sábado santo, para recordarles que, frente a las discriminaciones, subordinaciones, los abusos, las guerras provocadas por el hambre de poder y de dinero de unos cuantos, que no logran condolerse de todo el mal que provocan, y persisten en sus discursos justificadores de los abusos más abyectos; la alegría es la mayor de las resistencias y la mejor de las rebeldías.
Vivir en alegría es una decisión personal, que viene del interior del corazón a pesar de la adversidad y de las dificultades de la vida, debemos hacer ese compromiso con nosotros mismos, optar por la felicidad y la alegría que aviva los corazones. Esa alegría manifiesta es una actitud frente a la vida que nos permite sonreírnos y sonreírles a los demás porque al final de cuantas, ser feliz es una responsabilidad personal que no podemos delegar en nadie.
No soy religiosa, pero como tantas personas lo son, me parece muy importante que en esta semana dedicada a conmemorar un acontecimiento relacionado con la muerte y la resurrección de un Ser que ofreció su vida por la humanidad; nos sirva para que revisemos nuestros posicionamientos, entendamos el rol que estamos jugando en la sociedad, en la familia y en nuestra individualidad. Hagamos un compromiso de cambio individual, para la transformación comunitaria.
Les deseamos que como dice el poema, seamos como el viento, que siembra flores lo mismo en la montaña que en la llanura. Para que el dinero sea un medio, y la preservación del planeta sea un fin. Para que el trabajo sea un medio, y la atención de las personas, el cariño y la empatía sean un fin. Para que los objetos sean un medio, y disfrutar la buena compañía, mirar los atardeceres y los amaneceres, contemplar la hermosura del mar, y caminar en la frescura de las montañas sea un fin. Para que bailemos y cantemos, regalemos abrazos, tengamos compasión y asumamos como propios los preceptos que nos conducen a la tranquilidad y la armonía.
Esta época es propicia para que renovemos con entusiasmo el compromiso por aportar a la familia, la comunidad, el trabajo y la política, para que nuestro país sea cada día mejor; un lugar donde todos y todas podamos desarrollar nuestras potencialidades y ser feliz, con oportunidades para ejercer los derechos y a vivir una vida en dignidad con la debida protección del Estado. Es preciso trabajar porque este mundo sea cada vez más amigable, en desarrollo y paz.
Es momento de abrazarnos y abrazar a nuestro prójimo para que todo nos parezca más bonito y recibamos el abrazo del sol reconfortante de la justicia social. ¿Se dieron cuenta? Definitivamente hoy canta más alegre el ruiseñor.