Que una mujer muy atractiva se junte con un hombre, destruya su hogar, lo abrume con toda clase de pedimentos económicos y caprichos, sin sentir absolutamente nada por él y solo buscando ventajas económicas, es censurable. Más que chapeo, es una forma de prostitución.

Ahora, esta conducta de chapeo, ha sido extendida y exagerada de una manera abusiva, y se hace creer que todo pedimento económico reiterado de una mujer con la que se comparte intimidad es chapeo, y no es así.

Y si todo pedimento económico de una mujer a un hombre, con quien intima, es chapeo, yo, entonces, estoy muy de acuerdo con el llamado chapeo. Primeramente, hay que dejar claro que por chapeo y chapiadoras se entiende y denomina a la mujer sumamente materialista, que busca constantemente ventajas materiales y virtualmente despoja al hombre con quien intima de innumerables bienes, servicios, objetos o cosas. Se trata de una actividad en la que, según muchos, se canjea el atractivo, los favores íntimos de que es capaz una mujer por ventajas puramente materiales.

En todos los casos, yo estoy de acuerdo con ese curso de acción, lo apruebo y considero que es debido. Por aquí y por allá hay innumerables mujeres solas, algunas son divorciadas, muchas son solteras, algunas son pobres y otras de condición media. A la mujer que chapea no se le presume un patrimonio sólido, en principio, sin embargo ¿por qué no puede tenerlo? Y si está con un hombre al que le da  su cuerpo y su tiempo, por quien se refrena de hacer cosas, e incluso, de juntarse con ciertas personas, ¿por qué ese hombre no puede obsequiar y velar por todo lo que ocurre económicamente en la vida de esa mujer? Este modelo no es nuevo, es lo que ha pasado en toda la humanidad y en todas las culturas desde que el mundo es mundo.

Incluso mujeres ricas, ya sea por fortuna familiar o por su genialidad profesional, al unirse a un hombre de menores posibilidades económicas, les gusta ver a ese hombre “echado para alante” resolviendo los problemas de ella que él pueda solucionar en base a sus recursos; obsequiándola, llenándola de detalles y velando por ella (económicamente). Ese sentimiento y anhelo es natural en toda mujer que comparte su vida e intimidad con un hombre.

Lo que sucede ahora es que estamos ante una “liberación masculina” según la cual se pretende recoger todos los viernes a una mujer, llevársela a un motel o a un resort, pasar unas horas o días con ella, y luego depositarla en su casa, y sus problemas económicos y personales son de ella.

Para reforzar esta cultura de vividores modernos, esta sociedad, fundamentalmente machista, ha creado un mecanismo de defensa, y es demonizar TODOS los reclamos económicos de la mujer con quien se intima. Así toda mujer que reclama el concurso del hombre a quien da su cuerpo y tiempo para que éste la ayude con la cuota de un préstamo que ella tiene, o bien, que termine de saldarlo es, a ojos del vividor moderno, un puro y vulgar chapeo. Pues lo que se quiere, lo ideal, es estar con ella sin responsabilidad, solo por amor o pasión pendeja.

Toda sana lógica indica que es improcedente es poseer una y otra vez a una mujer, erigirse en una especie de segundo padre prohibiéndole el uso de determinadas ropas y la compañía de determinadas amigas; pidiéndole explicaciones sobre lo que hace o no hace con su tiempo; exigiéndole que te prepare comidas y te acompañe aquí o allá, y cuando ella tiene un problema, cual vividor profesional usted no sabe de eso.

Entonces, ¿cuál es el ideal de mujer perfecta? ¿aquella que se deja usar y utilizar cuantas veces se quiera, sin compromiso alguno con ella? Yo creo que si usted se sirve de una mujer, usted debe cargar con parte de sus problemas, o al menos, con aquella parte de sus problemas que usted pueda cargar.

Ciertamente que hay un sinfín de chicas hermosas haciendo puramente negocio con sus encantos y su cuerpo. Sin embargo, si realmente sus cuerpos son encantadores, yo apoyo que no se entreguen gratis a nadie.

Mi padre decía siempre: “Aquí, el bueno es el que se deja joder.” De este modo, aquí la buena es la que pierde su figura pariendo muchachos, se dedica a criarlos, un día va a la iglesia, queda soltera y se convierte solterona rechazando todo tipo de romances, y vive agonizando cogiendo la comida fiada en un colmado. Esa es una gran mujer, puede ser que haya sido muy hermosa, lo seguro es que si llegó a ese estado, probablemente muera en la miseria, a menos que sus hijos, ya grandes, se apiaden de ella.

Es responsable que una mujer se ocupe de saber  lo que un hombre está dispuesto a hacer por ella. Es correcto que lo lleve constantemente a ciertos predicamentos y dilemas respecto a cosas económicas. Es excelente que esa mujer tenga aspiraciones materiales y que no visualice una relación con un hombre para, luego de este usarla hasta el cansancio, le recoja sus cosas y la deje en la casa de su madre, de donde la sacó un mal día. Eso es un fracaso.

Si usted ha llegado hasta aquí leyendo esto, puede que demonice al autor de este texto. Sin embargo, todo el que tiene hermanas, primas, tías, sobrinas y madre sabe—o debería saber—lo que es la lucha de una mujer en el mundo. Lo que menos usted puede desear para ellas es un “pasa cantando” que la recoja, la lleve a un motel, la devuelva a la casa, y si ella tiene un problema “él no sabe de eso.” Es un comportamiento muy típico en los “hombres liberados de masculinidad” quienes son los que más frecuentemente usan el término “chapiadora.”

Nota: Parte de este artículo refiere al conjunto de exigencias que algunos hombres suelen plantearle a mujeres, respecto a su vestimenta, amistades, tiempo etc. El autor de este texto al señalar este dominio autoritario y paternalista sobre la persona de la mujer, no indica que lo considera debido, sino un hecho real que, al margen de su vicio o virtud, ocurre en nuestra sociedad.

Nota: Lo inmoral y antinatural es un hombre “chapiador.” Pero, conforme a los dictados de la “liberación masculina” quizás para muchos esto es admisible.

Nota: El autor ha vivido con mujeres toda su vida, y ha tenido grandes amistades con mujeres, en especial con “románticas y puras” que no buscan ningún interés, de ahí saca sus conclusiones.