Parece que hoy me siento nostálgica, me he transportado al pasado, a mis recuerdos, a mis penas y alegrías, pero más que todo a mis amores idos.

Como ya soy una señora de edad, creo que las únicas dos personas por lo menos en nuestro país que nos gusta decir este tópico somos Altagracia Salazar y yo, (debo aclarar que no somos de la misma edad, ella es diez años menor que yo). A la mayoría de las personas que me quedan cerca, les molesta que me refiera a mí de esa manera, pues piensan que las estoy poniendo en evidencia.

Pues bien, parece que me detuve con el tiempo, no he podido asimilar mucho los cantantes de esta época. Aunque confesaré que no escucho radio, salvo que vaya semanalmente al saloncito a hacerme mi manicure y pedicure, que dicho sea de paso no es un salón, pero ahí es que me gusta ir puesto que me entero de todo lo que se mueve en mi barrio. El esposo de mi manicurista tiene un radito colgado en un clavo, con una emisora que pone música del ayer y que felicitan por cumpleaños. El que no ha disfrutado de algo así, mejor que diga que está muerto.

Las voces que me gustan son las que tienen ese dejo de nostalgia, de sentimiento. Son las que me mueven el piso. Las que me transportan al pasado. Las que muchas veces hacen saltar lágrimas de mis ojos, ya sea porque las canciones en sí me hacer revivir momentos o porque el cantante marcó una época importante de mi vida.

El romanticismo, la sensualidad y el erotismo en las canciones de Roberto Carlos son difíciles de imitar. De él podemos escuchar con una combinación de tristeza y alegría: “Cama y mesa”, “Qué será de ti”, “Cóncavo y convexo” y muchas más.

Escuchar a Raphael cantando “Cuando llora mi guitarra”, vals peruano, acompañado sobre todo por un guitarrista joven, virtuoso y famoso, que ha acompañado a los mejores cantantes españoles, es comprender lo que es un lamento y un llanto por un amor perdido.

Otra canción que me mueve las entrañas es “Lady, Lady, Lady”, interpretada por Joe Esposito, cantautor norteamericano. ¡Qué hermosura! Es de la década de los setenta y ochenta.

Hablar de Charles Aznavour es decir “Venecia sin ti” o “Morir de amor”, pero que con esa voz tan melodiosa hace que hasta el más insensible se quiebre.

No solo me quedo con los foráneos, porque aquí tenemos a alguien que no sé dónde está, pero que una vez me lo encontré en la librería de un centro comercial y no pude resistirme, me le acerqué y le dije: “Uté si canta lindo”. Recordé en ese momento de Freddy Beras Goico que decía que era el mejor cantante criollo y hasta su beso se lo plantaba cuando iba a sus programas y lo presentaba al público. Se trata de Expedy Pou. ¡Que hombre que canta chulo!

Pero si hay alguien en nuestro país que tiene su plato aparte en mí es el Maestro Rafael Solano. Hace poco cumplió sus noventa años, pero aún con esa edad, cualquier mujer puede sentirse bendecida de poder conversar con él. Ver esa cara de ternura. Escuchar esa voz melodiosa al hablar como si estuviera interpretando una canción de amor o compartiendo un romántico o robado beso. El haber sido musa suya para inspirar aunque solo fuera una de sus canciones, puede considerarse una dicha, un privilegio y no dudo que la musa o las musas que fueron su fuente de inspiración deben sonreír cuando recuerdan escucharle susurrándole al oído las letras que dieron origen a tan hermosas canciones.

Aunque “Por amor” ha sido una de las canciones interpretada por más artistas en el mundo y en todo el mundo, creo que ninguna tiene la intensidad de un “Confundidos”, un “Diez de Abril” o “En la oscuridad”, pero cantadas por el Maestro.

Maestro, ¿Por qué no lo conocí para que quizás me dedicara aunque fuera una?

El único cantautor joven que pongo en mi lista es el norteamericano Sufjan Stevens, todas y cada una de sus canciones tienen un mensaje de amor, pero también de tristeza. Escuchar su música es transportarse a un mundo abstracto, pero más real que cualquier cosa. Son de esos músicos que con sus canciones y con su voz hacen que uno cierre los ojos, se ponga en posición de loto y se interne en lo más íntimo del alma.