La falta de conciencia a la hora de ejercer el derecho al voto es, sin lugar a dudas, una de las costumbres más nocivas que afectan a la sociedad dominicana. Tristemente, resulta sencillo encontrarse con historias de "votos comprados" durante contiendas electorales, independientemente de ser procesos internos o elecciones congresuales/presidenciales. Pero además de esta preocupante realidad, la falta de una participación ciudadana donde prime la reflexión en el proceso político provoca que muchos ciudadanos actuemos sin utilizar criterios propios: no pensamos, sólo caminamos hacia donde el cuasi-todopoderoso nos indica. A su vez, esta actitud crea un debate político carente de substancia entre los principales candidatos, quienes toman la demagogia y el fanatismo como eje central de sus respectivas campañas. Esto crea un estado de incertidumbre, hasta de ignorancia, puesto que la información más importante no es compartida con el grueso del electorado. Este mal endémico no nos permite arrancar, socavando esfuerzos que valiosos dominicanos hacen para adecentar y enriquecer nuestro ambiente democrático.

Para nadie es un secreto que un sin número de dominicanos ejercen el voto según los guie el fanatismo, siguiendo como borregos un espejismo creado por el proselitismo partidista. Estos no escuchan razones ni mucho menos cuestionan la capacidad de un candidato determinado. Incluso, existen individuos que pocas veces se auto-analizan para determinar el razonamiento detrás de su decisión a la hora de votar por un candidato. Por el contrario, se toman el tiempo para disfrutar de lo lindo al ritmo de la güira y la tambora, convirtiendo cada evento de campaña en sus comunidades en una versión proselitista de fiestas patronales.

Además del fanático empedernido, tenemos aquellos que ejercen su derecho al voto en pos de obtener beneficios personales, interponiendo así el bien personal ante el colectivo. Este tipo de "mal" es muy común, siendo fácil encontrar individuos que sólo esperan que el candidato "fulano" gane las elecciones para "pegarme en el gobierno". Sólo así, como por arte de magia, sienten que todos sus objetivos se harán realidad. Dichas actitudes son propias de sociedades atrofiadas, carentes de una cohesión comunal que busque la solución colectiva de problemas sociales y no la solución individual de dichas deficiencias. Pero que esperamos, pues salvo la corta gestión del profesor Juan Bosch, el clientelismo ha sido una fisura constante en nuestros gobiernos, independientemente de qué partido este en la administración.

Y finalmente, desde cualquier ángulo que se les observe, nos encontramos con el votante lleno de necesidades y con carencias extremas. Estos dominicanos enfrentan tantos problemas para poder subsistir que les resulta imposible pensar más allá del plato de comida de mañana, el cual aun no saben de dónde lo van a obtener. Esa miopía, forzada por realidades económicas y deficiencias en nuestro sistema social, convierte a esos dominicanos en entes vulnerables ante ofrecimientos de "billete" o la canasta de comida a cambio de su voto. Sin lugar a dudas, resulta más importante para un ser humano su supervivencia inmediata que pensar en el camino que se le viene encima después que las migajas recibidas se les agoten. Aun cuando podamos criticar este accionar, es difícil juzgarlos. Hay que vivir primero en sus zapatos y experimentar su diario vivir para luego poder emitir un juicio objetivo ante esa actitud. Estos dominicanos son víctimas de la realidad que les ha tocado vivir, y aunque es cierto que muchos se victimizan, la mayoría cae devorada por los políticos y sus campañas.

Aun así, lo más preocupante es que ante todos estos males, nuestra sociedad "pensante" no exige lo que le corresponde a cada candidato: campañas políticas centradas en la presentación y el debate de sus respectivos programas de gobierno. Y no me refiero a la demagogia barata que emplean a diario a través de los medios, donde enumeran lo que está mal, vociferan lo bueno que van a hacer o defienden lo que han hecho. Un candidato comprometido con la nación no duda en enriquecer el debate electoral utilizando la discusión de su proyecto de nación con quien más importa: el pueblo. Muchos de nuestros políticos se limitan a tirarse la "papa caliente" el uno al otro, mientras fallan en comunicarle al electorado sus prioridades y las medidas pragmáticas que utilizarían si llegan a ser elegidos. Al parecer se les olvida que la Presidencia de la República no es una posición de privilegio, sino de responsabilidades para con todos los dominicanos.

La campaña debe ser la entrevista de trabajo de un candidato ante la sociedad y, su proyecto de gobierno, el curriculum que presentan al empleador.  Ese enfoque, y no la música que tocan en las marchas, los pollos que se reparten o los "pesitos" con que mojan la mano, debería ser la columna vertebral de todo aspirante a un cargo público, en especial la presidencia. La población no sólo tiene el derecho a discutir públicamente el proyecto de nación preparado por cada aspirante, sino que también tiene el deber de demandar conocer el mismo antes de ejercer el voto. De no ser así, ¿cómo ejercemos un voto de conciencia?

Y es por eso que, señor candidato, para comprar mi voto tienes que pagar muy poco. En realidad, no tienes que pagar nada, solo enriquece el debate, aléjate de la demagogia y demuéstrame que eres capaz de no sólo señalar problemas, sino que también ya has trazado las soluciones que sacará del estancamiento a los sectores más vulnerables de nuestra sociedad.