"Canción de jinete", de Federico García Lorca

En la luna negra
de los bandoleros,
cantan las espuelas,

Caballito negro.
¿dónde llevas tu jinete muerto?

…Las duras espuelas
del bandido inmóvil
que perdió las riendas.

Caballito frío.
¡Qué perfume de flor de cuchillo!

En la luna negra,
sangraba el costado
de Sierra Morena.

Caballito negro.
¿Dónde llevas tu jinete muerto?

La noche espolea
sus negros ijares
clavándole estrellas.

Caballito frío.
¡Qué perfume de flor de cuchillo!

En la luna negra,
¡un grito! y el cuerno
largo de la hoguera.

Caballito negro.
¿Dónde llevas tu jinete muerto?

Federico García Lorca, quien naciera en la ciudad de Vaqueros (Granada) en el año 1898, fue un ser de extraordinarios dotes y   considerado por muchos como un genio poético. Es además, y sin lugar a dudas, el autor más representativo de su generación. Nos referimos a un vate de poesía intensa y profunda, a la vez popular y universal. Todos conocemos su trágico final, el asesinato de que fuera víctima en 1936 justo en los inicios de la Guerra Civil Española.

Canción de jinete“, que a continuación analizaremos,  es un logrado poema, muy simétrico, estando compuesto sucesivamente de estrofas de dos y de tres versos, osea de pareados y de tercetos. Estas estrofas mínimas, es decir los pareados, están „armados“ con dos estribillos sucediéndose armónicamente y sirviendo para marcar el „paso“ de las bestias a la vez que remachar el tema central del poema, la muerte del jinete. Se crea un ritmo como de „cabalgata“, se elige para la canción versos cortos, se trata de hexasílabos y únicamente en los pareados se mezclan los versos de seis con los de diez sílabas. El esquema de las rimas asonantes en los pareados es el siguiente: „e-o“ y „i-o“ que aparecen alternadas. El segundo de estos versos es siempre una interrogación o una exclamación indicando claramente el tono a la vez de estupor y asombro como de indagación e incógnita que presenta el texto. Anotemos además que los pareados se prestan bien a la poesía de asunto narrativo como lo es ésta que relata la historia de un rufián que resultó víctima al verse envuelto en una riña de malhechores.

Los tercetos, compuestos todos de hexasílabos, describen el cuadro exterior donde se desarrollan los hechos. Los datos del paisaje sirven de telón de fondo para ambientar la nefasta escena. En cuanto a las rimas, siguen el esquema ABA, o sea el primer verso rima con el tercero. La asonante „e-a“ es la que rige en estas estrofas de tres versos imprimiéndole al poema un mismo eco de dolor desde el principio hasta el final.

En este texto, intensamente dramático, todo gira alrededor del tema de la muerte y qué mejor color para hablarnos de ella que el negro, que „colorea“ toda esta balada del jinete, a él se alude una y otra vez. Así negra es la muerte, como lo es también la suerte de este malandrín, su „caballito“, los „ijares“, la „Sierra“ que es „Morena“. Llama mucho la atención el hecho de   que incluso la luna aparece en la canción teñida del mismo tono obscuro queriendo significar aquí es cómplice de los bandidos y contribuye a sus fechorías. Ella no puede ser ni blanca, ni clara, ni brillante porque aparece aquí asociada a las acciones violentas y crueles de los rufianes, prestándose a sus juegos deshonestos. No olvidemos que decir „noche“ es también referirse al mismo matiz y que de alguna manera denota una ausencia, la carencia de la luz o la muerte del día con su claridad y multitud de colores. De este modo, todo el universo poético creado por el célebre poeta español se puebla de este matiz único lo mismo que la suerte del jinete muerto o a punto de morir.

El aspecto formal que presenta la composición se adecúa bien al contenido del texto como veremos. Se trata de una „canción“ breve pero llena de pasión y envuelta en el manto trágico de la noche que, coautora de la acción de los villanos, todo lo encubre. Todo ello se presta muy bien para ambientar la escena de una muerte violenta como lo fue la que nos ocupa. La composición es concisa quizás por el hecho de que desde el principio se nos refiere el hecho central acaecido, la muerte del personaje y ello imposibilita que se  desarrolle una larga historia. Como vemos no es posible escribir un „relato“ extenso con un hombre que desde el principio aparece sin vida. Casi podríamos decir que la relación comienza con el „fin“, la historia aparece de patas arriba, se „abre el telón“  para que veamos el hecho ya consumado. Nos referimos a la imagen del jinete acarreado por el corcel que, en un gesto de fidelidad hacia su señor, se niega a abandonarlo en el campo abierto y lo lleva consigo sin que sepamos hacia dónde.

Con relación a la muerte abundan los vocablos que están en estrecha relación con ella y que nos recuerdan que es la canción de la muerte del jinete lo que canta el autor en este escrito. Por ello encontraremos todo un campo lexical que nos sumerge en esta realidad aciaga: „flor de cuchillo“, „duras“, „inmóvil“, „frío“, „clavándose“, „sangraba“, „hoguera“. Este último término es la imagen misma de la destrucción, las llamas aportan mucho al clima de desolación, acabamiento, exterminio y catástrofe que se busca crear en esta „pintura“ que representa la muerte del jinete. Con todas las palabras recién mencionadas podemos construir una oración que encierra lo central del poema como veremos y que sería la siguiente: „El cuchillo está clavándose en el jinete, quien está sangrando, con el brote de la sangre de éste se forma como una flor dura, que alude a la sangre cuando se cuaja y el que iba a caballo se volvió inmóvil y frío lo mismo que la muerte“. Notemos de paso los elementos plásticos de que está plagado el poema.
Las „espuelas“ se asocian a las estrellas y es lo único que ofrece un poco de luz y música a este poema de tanta penumbra y oscuridad: „cantan las espuelas“, „clavándose estrellas“. La muerte del jinete lo ensombrece todo y se escoje el momento más propicio del día, la noche, para que ocurran los hechos. Ella, como lo hemos dado a entender, es una aliada de lo sucedido y se asocia al caballo y al jinete en esta elocuente metáfora: “La noche espolea sus negros ijares clavándose estrellas“.

En el poema se apela a todos nuestros sentidos. La vista con la descripción del marco donde suceden los hechos. El olfato, cuando se menciona: “¡Qué perfume de flor de cuchillo!“. El oído, cuando se alude a: „cantan las espuelas“ y a „¡un grito!“. El tacto, al descubrir los vocablos: „frío“, „duras espuelas“, „clavándole“. El gusto, cuando se alude a la „sangre“, aunque la imagen de ella al brotar solicita también de nosotros el sentido de la vista.

Hasta un elemento tan tierno y sutil como la flor se emplea aquí de manera inusitada para hablarnos de sangre y de muerte: „Qué perfume de flor de cuchillo“.
El jinete, se mueve en la naturaleza desafiándola: „Sierra Morena“ y encontrándose muerto toda la atmósfera donde se desenvolvía está de duelo. Es por ello que vemos la inmensa Sierra Morena sangrar de su costado, elemento que viene a agregarse para contribuir al clima de dolor y de aflicción de lo relatado, aunque los datos parecen aquí invertidos ya que quien está dejando salir su sangre es el hombre herido.

Consideramos que este poema es antes que nada „¡un grito!“ plagado de melancolía y desolación de todo lo narrado: „¿Dónde llevas tu jinete muerto?„ Y no puede traducirse en mejores términos esta angustia del que „gime“ estas construcciones al saber que es en manos de un „caballito“ que está la suerte del jinete sin vida, un animalito que no sabe la carga de dolor que lleva en su lomo. Nosotros también participamos en esta desesperante cabalgata de congoja y amargura que muy bien se crea con este ritmo de paso lento que lleva el „caballito“ al transportar su jinete. El lector, atolondrado y deprimido, quiere saber también la morada última del jinete ¿Adónde lo colocará el caballo?

La muerte, que viene a interrumpir la vida de nuestro cabalgador, suspende también el „relato“ del que no sabemos con exactitud el final. Ni siquiera en el último verso se nos revela lo que pasó con el bandido apuñalado. Todo esto devuelve la historia, por supuesto, a su principio, a la misma angustia de su punto de partida.

Otro aspecto que nos llama mucho la atención es el hecho que en ningún momento se busca juzgar el género de vida de los bandidos de la historia, no se  indaga sobre sus ocupaciones. El autor incluso nos comunica la pena que siente por la suerte de la víctima, casi nos atrevemos a decir que en el poema subyace una cierta exaltación a las acciones de los bandoleros.

Se trata de la tragedia del jinete y Lorca logra inmiscuirnos, a nosotros lectores, en este drama con los versos que repite a manera de estribillo,  que como una cuchillada se clavan en nosotros, y que sirven también para cerrar la composición lanzando de nuevo la pregunta obsesiva de siempre, que con astucia deja sin respuesta: ¿Dónde llevas tu jinete muerto?